miércoles, 13 de marzo de 2013

La explotación de los no asalariados (Mariarosa Dalla Costa)

Tomado de Las mujeres y la subversión de la comunidad (1971).

La explotación de los no asalariados

Hemos querido hacer estos comentarios sobre la actitud de rebelión que se está extendiendo constantemente entre los niños y la juventud, especialmente en los de clase obrera y particularmente entre los negros, porque creemos que está íntimamente vinculada con la explosión del movimiento de mujeres y es algo que este movimiento debe tomar en cuenta. Nos ocupamos aquí de la revuelta de los que han sido excluidos, de los que han sido apartados por el sistema de producción, y que expresan con acciones su necesidad de destruir las fuerzas que obstaculizan el camino de su existencia social, pero que esta vez se están juntando como individuos.

Las mujeres y los niños han sido excluidos. La revuelta de unos contra la explotación a través de la exclusión es un índice de la rebelión de los otros.

En la medida en que el capital ha reclutado al hombre y lo ha convertido en un trabajador asalariado, ha creado una brecha entre él y todos los demás proletarios sin salario a quienes, al no participar directamente en la producción social, se suponía por lo tanto incapaces de ser los sujetos de una revuelta social.

Desde Marx, ha sido claro que el capital domina y se desarrolla a través del salario, esto es, que el fundamento de la sociedad capitalista era el trabajador asalariado y, hombre o mujer, la explotación directa de éste. Lo que no ha estado claro, ni lo han supuesto las organizaciones del movimiento de clase obrera, es que precisamente a través del salario se ha organizado la explotación del trabajador no asalariado. Esta explotación ha sido aún más efectiva porque la falta de un salario la ocultaba. Es decir, el salario controlaba una cantidad de trabajo mayor que la que aparecía en el convenio de la fábrica. En lo que respecta a las mujeres, su trabajo parece un servicio personal fuera del capital. La mujer parecía sufrir únicamente el chauvinismo masculino y era mal tratada porque el capitalismo significaba "injusticia" general y "conductas malas e irrazonables"; los pocos (hombres) que lo advirtieron nos convencieron de que esto era "opresión" pero no explotación. Pero la "opresión" ocultaba otro aspecto más penetrante de la sociedad capitalista. El capital excluyó a los niños y los mandó a la escuela no sólo porque obstaculizaban el trabajo más "productivo" de otros o para indoctrinarlos. El dominio del capital a través del salario obliga a toda persona físicamente capaz a funcionar bajo la ley de la división del trabajo, y a funcionar en formas que, si no inmediatamente, son en definitiva provechosas para la expansión y extensión del dominio del capital. Este es, fundamentalmente, el significado de la escuela. En lo que respecta a los niños, su trabajo parece consistir en aprender para su propio bien.

Los niños proletarios han sido forzados a pasar por la misma educación en las escuelas: esta es la igualdad capitalista frente a las infinitas posibilidades de la enseñanza. La mujer, por otro lado, ha sido aislada en la casa, forzada a llevar a cabo trabajo que se considera no calificado: el trabajo de dar a luz, criar, disciplinar, y servir al obrero para la producción. Su papel en el ciclo de la producción social ha permanecido invisible porque sólo el producto de su trabajo, el trabajador, era visible. Con lo cual quedó atrapada dentro de las condiciones precapitalistas de trabajo y nunca se le pagó un salario.

Y cuando decimos "condiciones precapitalistas de trabajo" no nos referimos únicamente a las mujeres que usan escobas para barrer. Ni siquiera las cocinas norteamericanas mejor equipadas reflejan el nivel actual de desarrollo tecnológico; reflejan, a lo sumo, la tecnología del siglo XIX. Cuando no se cobra por hora, dentro de ciertos límites, a nadie le importa el tiempo que alguien se tarde en hacer el trabajo.

Esta no es sólo una diferencia cuantitativa sino cualitativa respecto a cualquier otro trabajo y emana precisamente de la clase de mercancía que este trabajo está destinado a producir. Generalmente, dentro del sistema capitalista, la productividad del trabajo no aumenta a menos que haya una confrontación entre el capital y la clase: las innovaciones tecnológicas y la cooperación son al mismo tiempo momentos de ataque para la clase obrera y momentos de respuesta capitalista. Pero si esto es cierto de la producción de mercancías en general, no lo ha sido de la producción de esta clase especial de mercancía: la fuerza de trabajo. Si la innovación tecnológica puede reducir el límite de trabajo necesario, y si la lucha de la clase obrera en la industria puede utilizar esta innovación para ganar horas libres, no puede decirse lo mismo del trabajo doméstico; en la medida en que la mujer debe procrear, criar y responsabilizarse de los niños en aislamiento, la alta mecanización de las labores domésticas no le deja más tiempo libre. La mujer está siempre en servicio porque no existe la máquina que haga niños y se preocupe de ellos*. La mayor productividad del trabajo doméstico mediante la mecanización únicamente puede relacionarse con servicios específicos como, por ejemplo, lavar y limpiar. La jornada de trabajo de la mujer es interminable no porque carezca de máquinas sino porque está aislada.

En la medida en que ninguna innovación tecnológica puede educar niños, sino solamente el "cuidado humano", la liberación efectiva del tiempo dedicado al trabajo doméstico, el cambio cualitativo del trabajo doméstico, sólo puede provenir de un movimiento de las mujeres, de una lucha de las mujeres: cuanto más crezca el movimiento, menos podrán contar los hombres -y en primer lugar los militantes políticos- en que las mujeres cuiden a los niños. Al mismo tiempo, la nueva atmósfera social que crea el movimiento ofrece a los niños un espacio, con hombres y mujeres, que no tiene nada que ver con las guarderías organizadas por el Estado. Estas son ya victorias de la lucha. Precisamente porque son los resultados de un movimiento que es por naturaleza una lucha, no pretenden sustituir la lucha por cualquier tipo de cooperación.
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Nota:
* No ignoramos en absoluto los intentos que se llevan a cabo en la actualidad para hacer niños de laboratorio. Pero estos mecanismos ahora pertenecen completamente a la ciencia y al control capitalistas. Se utilizarían completamente en contra de nosotras y de la clase. No nos interesa abdicar de la procreación para ponerla en manos del enemigo. Nos interesa conquistar la libertad para procrear por la que no pagaremos ni el precio del salario ni el precio de la exclusión social.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Cuando un gobernante muere, lo último que debemos sentir es tristeza

Nigún/a explotado/a en el mundo debiese llorar la muerte de sus gobernantes. Si esto ocurre, no es más que por la racionalidad invertida que mantiene este sistema en funcionamiento. Y es que quienes están en la administración de cualquier Estado, no están sino en contra de nuestros propios intereses, digan lo que digan sus credos ideológicos. Que se entienda bien, no pretendemos caer en discursos maximalistas ni contribuir a la miseria teórica que intenta simplificar hasta el absurdo la realidad; existen fundamentos contundentes, aportados hace ya bastante tiempo, a la luz de los procesos históricos en los que nuestra clase ha intentado poner fin a sus miserias, que nos permiten comprender claramente de qué lado de la barricada están quienes hacen de cabeza visible de los aparatos estatales. Dejando a un lado la evidente hipocresía reinante, no por nada la mayoría de la clase política mundial manifiesta su "solidaridad con el dolor de la familia y del pueblo venezolano": con toda la gama de colores en que se presenta, es una sola. Y nuestra enemiga. En los procesos sociales que van construyendo al proletariado en sujeto revolucionario, la identificación del mismo con caudillos de fraseología socialista no es sino un signo de debilidad, un límite que debemos contribuir a superar. Y es que, por lo demás, no se puede construir un movimiento revolucionario con posibilidades reales de victoria sino es a partir de un cuestionamiento y combate radical a toda mistificación, a toda idolatría; las mismas que un amplio sector de la izquierda del capital se esfuerza en mantener y potenciar, al son de su proselitismo intrínseco y en consonancia directa con las lógicas de relación poder-masas del sistema, pues no son más que una de sus expresiones. 

La muerte de Hugo Chávez, líder "espiritual" del proceso capitalista-bolivariano que está a la cabeza del estado venezolano, no nos alegra (la muerte no nos complace), pero de ninguna forma nos causa el pesar que demuestra la generalidad de la izquierda mundial y buena parte del mundo "libertario". Y es esta misma "izquierda" la que, hipócritamente, con aires de superioridad moral, pone en cuestión el llanterío de proletas comunes y corrientes tras las muertes de Lady Di, Michael Jackson o Felipe Camiroaga. Matices más matices menos, la lógica implicada en tales demostraciones de espectacular pesar es la misma. Sólo un par de días antes del fallecimiento del caudillo bolivariano, era asesinado el activista indígena Sabino Romero, tras años de defender sus tierras de la burguesía terrateniente y del proyecto capitalista-desarrollista conducido por Chávez, enfrentando el hostigamiento proveniente desde el aparto estatal y del sicariato ganadero. Asesinatos como éste, que se replican por montones en todas partes, las millares de vidas diarias cobradas por el funcionamiento normal del sistema capitalista (del que Hugo Chávez no era sino otro profeta), son motivos de real dolor; constituyen razones urgentes para intentar aportar a la destrucción de este mundo enfermo, a la construcción de una comunidad humana auténticamente libre: sin mercancías, sin trabajo asalariado y sin estado.

Dejamos a continuación uno de los posicionamientos que hasta el momento nos parece de los más coherentes, aún considerando el aire demócrata que se deja sentir al final (las esperanzas en la "profundización de la democracia" no las compartimos para nada):

¡Ni en duelo, ni en celebración!:
¡Llegó la hora de la autonomía de las luchas sociales!

Cuando se suman una gravísima dolencia, atención médica condicionada a miopes decisiones políticas, y un paciente alucinado de poder, solo cabía esperar este final: el caudillo ha muerto, con lo que tenemos un cambio sustancial en la escena política venezolana.

En un instante, lo que fue mayor fortaleza del régimen se convierte en su debilidad esencial: Chávez lo era todo y, al faltar, sólo queda conjurar la fidelidad absoluta hacia su recuerdo con la obediencia a sus disposiciones sucesorales, evidenciando lo endeble de un gobierno que buscó reforzar su supuesto carácter “socialista y popular” con la práctica de un grotesco culto a la personalidad, ahora convertido en vacía invocación a las ánimas. El propio occiso es el principal responsable de este desenlace. El secretismo que rodeó a su enfermedad era movido por los mismos resortes de la centralización extrema del poder, lo que a falta de coherencia ideológica interna deja a sus seguidores enfrentándose entre sí por la herencia del mando, con clara ventaja para los altos burócratas rojos-rojitos y la casta militar, en labores de negociación asegurando impunidad para sus corruptelas.


En cuanto a la oposición de derecha y socialdemócrata, la nueva situación les encuentra sin haber superado las derrotas en las presidenciales del 7-O y las regionales del 16-D, comicios en los que se habían comprometido con abultadas ilusiones y con la oferta de un “populismo sifrino”, jurando a los votantes mantener y ser eficientes en el uso de los instrumentos clientelares que tanto le valieron a Chávez. Ahora, esta oposición acomodadiza quiere creer que una fortuita metástasis por fin ha puesto a su alcance el ascenso a ese poder político del que sus ambiciones, errores, pereza e incompetencia los ha alejado por largos años, poder que ejercerían con similar necedad y afán depredador al que ha practicado la boliburguesía chavista.

Frente a ese cuadro de cálculos mezquinos y oportunistas, que iguala al Gran Polo Patriótico y la oposición de la Mesa de Unidad Democrática, tenemos la grave situación del país: inflación desbocada, creciente desempleo y precariedad ocupacional, devaluación monetaria, espantosa inseguridad personal, crisis en los servicios de agua y electricidad, educación y salud por los suelos, falta de viviendas, obras públicas obsoletas o en ejecución atropellada, atención sólo demagógica para las extremas carencias de los más necesitados, y un etcétera que no por largo es menos nefasto.

Esos problemas no son la preocupación central de los dos bandos en contienda por la Silla de Miraflores y el botín petrolero. Por ello, nuestra respuesta colectiva debe despreciar su chantaje de exigirnos respaldo electoral a cambio de soluciones que nunca llegan o son ridículamente incompletas. Esta es la hora de desbordar a esas cúpulas podridas y construir, desde abajo, una verdadera democracia, con igualdad, justicia social y libertad. Hay que potenciar la indignación generalizada por la situación que padecemos, convirtiéndola en luchas sociales autónomas, extendidas y autogestionadas, diciendo claramente a los políticos del poder que no los necesitamos como intermediarios u otorgantes graciosos de lo que desde abajo y unidos podemos cosechar, sin necesidad de “manos blancas” o “boinas rojas”.

lunes, 4 de marzo de 2013

Democracia-Dictadura del Capital (Coordinadora Anticapitalista)

En torno a la última manifestación del 23F en el territorio español:


Una vez más se nos llama a salir a la calle como pacíficos ciudadanos, en pos de una verdadera democracia y contra un ficticio golpe de estado de los mercados; por una falsa unión de las diferentes “mareas” (sectores laborales y sociales). Falsa porque de unión tiene poco o nada, cada cual con sus reivindicaciones, cada loco con su tema, juntos pero no unidos.

En esta situación de crisis del sistema de producción capitalista, la clase dominante ahoga las condiciones de vida del proletariado, dejando a una parte en la miseria y la marginación, mientras que obliga a otra a aceptar condiciones cada día más sangrantes en su función de esclava asalariada. Nada tiene esto de novedad, pero debido a los años de su siniestro estado del bienestar, en el que algunos se tragaron la mentira de la clase media, del fin de las clases, del fin de la historia,…La protesta social se manifiesta mayoritariamente bajo el corsé de la ideología burguesa, se nos quiere hacer creer que esto es consecuencia de tal política, tal gobierno, tal sistema bipartidista, tal exceso, tal corruptela,… toma fuerza una ideología que parte de esos conceptos; el ciudadanismo, ideología que se basa en una reforma democrática del capitalismo, en proporcionarle un ilusorio rostro más humano, mediante la participación de los ciudadanos en la esfera política.

Basado en conceptos y consignas simples (por otra parte asumibles incluso por la extrema derecha, como se ha podido comprobar recientemente en varias ocasiones), que niegan el antagonismo de clase y en la ilusión de que se puede cambiar el capitalismo democráticamente, a través de las mismas instituciones estatales que sirven para perpetuarlo (parlamento, sistema judicial…). Esta ideología destruye la conciencia de clase y nos divide en múltiples identidades, sociales, laborales, corporativas,… creadas por el sistema que miran por sus intereses grupales, parcializando las luchas del proletariado y reventando cualquier atisbo de solidaridad de clase.

Parece que para algunos ya no somos todos una misma clase, el proletariado que depende de que la burguesía, que posee los medios de vida y de producción, necesite, o no, comprar su fuerza de trabajo. Nos forjan identidades como mineros, trabajadores públicos, interinos, camareros, parados, etc. y nos impulsan a organizarnos como tal. Debemos pararnos a pensar que hoy somos interinos, pero mañana podemos ser camareros o parados, o estar pasando la noche en un cajero o muriendo de frió bajo cualquier puente.

Ese discurso niega toda lucha que se desarrolle fuera de los marcos democráticos, niega la constitución de nuestra clase en fuerza para abolir todas las clases y todo sistema de dominación y explotación. Nos hace creer que la única manera de luchar es defender la democracia, asumida como referente abstracto universal paraíso terrenal que cumple el mismo papel que antiguamente ocupaba la religión. Desde la extrema derecha hasta la izquierda “combativa” claman hoy por más democracia, por una democracia participativa, democracia real. La Democracia dios supremo de la modernidad que librará al capitalismo de sus contradicciones proporcionando un rostro humano (ejército pacífico, propiedad privada sin robos, trabajo sin explotación, producción mercantil sin destrucción de la vida y la naturaleza,…) y todo ello a sin tocar un ápice de las estructuras de dominación, ni del sistema mercantil que produce todas estas contradicciones.

Se nos dice que no hay crisis del modo de producción capitalista sino que el problema es que la democracia ha sido secuestrada por los mercados, cuando la democracia es en realidad una forma de dominación de la que se ha dotado el capital que va unida a la sociedad mercantil desde sus inicios y se generaliza con ella.

Se nos llama en esta fecha simbólica, el 23f, para mostrarnos la supuesta dualidad democracia vs. totalitarismo, cuando sabemos que ni la democracia excluye la violencia ni el totalitarismo, ni los regímenes democráticos y los totalitarios son opuestos, sino formas que se alternan y complementan con la única función de perpetuar la dictadura totalitaria del capital. Se nos llama a rechazar el supuesto golpe de estado de esos mercados, basándose en que esa fecha, fue la de la consolidación de la democracia frente a un ataque contra esta. Esa consolidación de la democracia fue el último paso que llevó a cabo el capitalismo para firmar finalmente la derrota de las luchas del proletariado contra el capital. La derrota de una lucha por acabar con las cadenas que nos atan a este mundo de esclavitud, miseria y muerte. Así pues, reivindicando la democracia, pedimos a gritos el mantenimiento de esas cadenas y el fortalecimiento del estado.

Hasta que no empecemos una lucha real, rompiendo con ideologías que no quieren sino perpetuar nuestra miseria, – los falsos críticos del sistema -y decidamos SALIR A POR TODO a acabar con quien nos roba la vida a través del trabajo y la mercancía, a acabar con quien según sus necesidades nos usa o nos tira a la basura, nos usa como máquinas, a acabar con los que controlan las formas de supervivencia atándonos a su esclavitud asalariada.

Mientras no destruyamos este sistema de muerte, no tomaremos el control de nuestras vidas y no seremos lo que nunca hemos podido ser: seres humanos.

NI SOMOS CIUDADANOS NI QUEREMOS SERLO

¡NO SE PUEDE! HUMANIZAR EL CAPITALISMO

EL CAPITALISMO NO SE REFORMA, SE DESTRUYE

UNÍOS HERMANOS PROLETARIOS