lunes, 26 de septiembre de 2011

Comunicado de Presxs en el actual contexto de agitación social + "La rebelión encapuchada" (Igor Goicovic)

Difusión de comunicado de compañeros presos durante los últimos agitados meses, en los cuales la represión y la criminalización han ido en aumento. Al respecto, conviene insistir en la denuncia hacia la prensa oficial y el ala izquierda del capital, que no dudan en tildar de "violentistas" o "vándalos" a quienes no protesten como la autoridad ordena que lo hagan (dentro del marco legal que el sistema se da a sí mismo para evitar desbordes que comprometan la continua acumulación de capital), allanando el camino para la represión estatal más dura. En este sentido, el artículo de Igor Goicovic es bastante sano y recomendable, constituyendo un aporte en esto momentos, sobre todo cuando desde la academia a lo más se escuchan algunas voces "críticas" que nos dicen que el movimiento estudiantil debe ser escuchado para "fortalecer la democracia" y para cuestionar el "modelo" (como si el problema fuera sólo el neoliberalismo extremo y no la lógica intrínseca del sistema capitalista).


Comunicado Compas Presos en el contexto de los últimos meses de revuelta

Para algunos de nosotros han pasado meses, para otros semanas o días de encierro en jaulas y patios de la cárcel-empresa Santiago 1.

Presos en medio de un contexto de agitación social, siendo detenidos en diferentes protestas y fechas. Con la intervención del Ministerio del Interior estas detenciones derivaron en prisión preventiva, en encierros decretados por plazos de investigación que van desde los 45 a los 100 días.

En este tiempo de prisión hemos sentido las muestras de apoyo y solidaridad expresadas de diversas formas, las cuales nos han llenado de fuerza para seguir firmes y dignos frente a quienes hacen de la tortura su trabajo.

Independientemente de que entre nosotros no nos conocíamos hasta ahora, y de nuestras diversas posiciones e historias, sabemos que estamos presos como parte del saldo represivo contra un movimiento de protesta social, represión que se llevó la vida de Manuel Gutiérrez y que mantiene bajo otras formas de control (arrestos domiciliarios, firmas quincenales) a otrxs compas.

Desde aquí hacemos un llamado a seguir solidarizando y agitando por nuestra salida a la calle.

¡A extender la solidaridad en todas sus formas!

¡Porque un movimiento que se olvida de sus presxs es un movimiento condenado al fracaso!


Zerman Elias, preso político libertario. (*Detenido en Parque Almagro en la ultima movilización estudiantil del 22 de septiembre. Acusado de lanzar una bomba molotov a los pacos)

Cristóbal Bravo, preso político antiautoritario. (*Detenido el 22 de septiembre. Acusado de agresión a un paco en el cementerio general en la marcha del 11 de septiembre. Arriesga hasta 10 años de cárcel)

Felipe Vittori, preso hare krishna. (*Secuestrado desde el 25 de agosto fuera de la Facultad de Cartografía de la UTEM, en el marco de movilización llamada por la cut. Acusado de portar y lanzar bombas molotov a los pacos)

Francisco Moreno, preso político. (*Detenido en marcha estudiantil el pasado 14 de Julio, acusado de homicidio frustrado contra un agente represor y porte de artefactos incendiarios [el ataque a policias fuera de la embajada de brasil])

Cárcel-empresa Santiago 1, 26 de septiembre de 2011.

Nota Hommodolars.org: Es preciso decir que estos son solo algunos de los compas que se mantienen en prision preventiva. A diferencia de otros años en que las movilizaciones arrastraban detenidos y estos eran soltados de inmediato, los cargos y sus prolongadas detenciones dan cuenta de un ambiente diferente. No negamos que se hayan lanzado bombas molotov, es un hecho. No negamos la falta de miedo ante la policia que ha llevado a que sus huestes terminen con varios heridos y el desgaste como hace poco dijo un paco, sea evidente. Mas aun, ya reprimen sin pudor, les da lo mismo las camaras o quienes sean los que estan a otro lado (cosa que antes hacian en las poblaciones) Lo importante es darse cuenta como a mayor fuerza de hermanos proletarios en la calle y en diferentes formas, el estado siempre reaccionara y se dejara ver como lo que es: el garante del orden, inseparable de la acumulacion de capital y con la funcion por excelencia de mantener el orden entendido como cotidianiedad, mundo separado de nosotros donde solo contemplamos nuestras energias objetivadas vueltas contra nuestra voluntad, separada y representada en una seudo realidad que nos lleva a la pasividad. La guerra esta mas que declarada.Es preciso decir que estos son solo algunos de los compas que se mantienen en prision preventiva. A diferencia de otros años en que las movilizaciones arrastraban detenidos y estos eran soltados de inmediato, los cargos y sus prolongadas detenciones dan cuenta de un ambiente diferente. No negamos que se hayan lanzado bombas molotov, es un hecho. No negamos la falta de miedo ante la policia que ha llevado a que sus huestes terminen con varios heridos y el desgaste como hace poco dijo un paco, sea evidente. Mas aun, ya reprimen sin pudor, les da lo mismo las camaras o quienes sean los que estan a otro lado (cosa que antes hacian en las poblaciones) Lo importante es darse cuenta como a mayor fuerza de hermanos proletarios en la calle y en diferentes formas, el estado siempre reaccionara y se dejara ver como lo que es: el garante del orden, inseparable de la acumulacion de capital y con la funcion por excelencia de mantener el orden entendido como cotidianiedad, mundo separado de nosotros donde solo contemplamos nuestras energias objetivadas vueltas contra nuestra voluntad, separada y representada en una seudo realidad que nos lleva a la pasividad. La guerra esta mas que declarada.
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La rebelión encapuchada (x Igor Goicovich)

En cada ocasión que los estudiantes y las organizaciones populares se movilizan en el espacio público, los medios de comunicación al servicio de las clases dominantes chillan al unísono: ¡Violencia! Se suceden las imágenes de jóvenes encapuchados que levantan barricadas, arrojan piedras sobre la fuerza pública y destruyen parte del equipamiento urbano. Los conductores de televisión, los reporteros en la calle y una variada gama de opinólogos condenan rápidamente los hechos. Se suceden sin ningún rigor conceptual anatemas tales como: “Violentistas”, “terroristas”, “anarquistas”, “lumpen”, “delincuentes”, etc. Pero nadie, no obstante, se ha preocupado de analizar de manera rigurosa las causas que precipitan la comisión de los actos violentos y mucho menos se ha intentado explicar el profundo trasfondo político que subyace a este tipo de protesta.

Quienes protagonizan este tipo de manifestaciones son personas (mayoritariamente jóvenes populares), profundamente molestas con el sistema de dominación de clase existente actualmente en el país. Están molestos con el modelo económico que los explota a ellos, a sus hermanos o sus padres; están molestos con la estructura inequitativa de la sociedad que condena a una parte importante de la población a la miseria o al endeudamiento crónico; están molestos con la represión policial, que golpea cotidianamente sus poblaciones; están molestos con el imaginario simbólico que recrea un mundo de fantasía que sólo se encuentra disponible para unos pocos privilegiados. Existe un largo acumulado de tensiones, frustraciones y desencantos que se han venido acentuando y que, hoy día, en el marco de las movilizaciones sociales (estudiantiles, medioambientales, indígenas y recientemente de trabajadores), se expresan como rebeldía popular.

Se trata de una rebelión espontánea, en la cual no se visibiliza con claridad ningún tipo de centralidad ideológica. No, a lo menos, como se observó en América Latina y Chile entre las décadas de 1960 y 1980. Tampoco se pude negar la existencia de organizaciones sociales y políticas que se reconocen en núcleos ideológicos, como el anarquismo o el marxismo, que participan activamente en los enfrentamientos callejeros. Pero, a mi juicio, estas organizaciones no poseen hoy día un control efectivo sobre dicho enfrentamiento. Es más, una parte de las acciones violentas que se han podido observar recientemente carecen de conducción política y de orientación ideológica: Por ejemplo, los ataques a pequeños establecimientos comerciales y el saqueo de colegios en la periferia urbana. No obstante, en estas acciones, así como en los ataques contra los grandes supermercados, las cadenas de farmacias, las instituciones financieras o los centros comerciales, existe un denominador común: La rabia. De ahí que estas acciones continúen expresando el profundo descontento social que la inequidad ha venido construyendo.

Es más, la espontaneidad de las acciones violentas remite, incluso, a la forma escasamente estructurada que poseen los ataques contra los dispositivos represivos del Estado. La masa arremete contra carabineros sin planificación operativa alguna y, normalmente, armada sólo con los recursos que provee el medio urbano (piedras y adoquines). Por lo mismo, se puede caracterizar como una violencia de baja intensidad. Particularmente si la ponemos en relación con los conflictos sociales y políticos que se viven actualmente en Colombia, México o Brasil.

Cabe señalar que este tipo de manifestaciones no son en absoluto novedosas. Por el contrario, a partir de la segunda mitad del siglo XIX se hicieron particularmente recurrentes. Cada vez que se producía una crisis económica que afectaba a la subsistencia de las clases populares o en cada oportunidad en que la legitimidad del régimen político experimentó un importante grado de deterioro, la furia popular irrumpió en el espacio público. Sólo por mencionar algunos hitos emblemáticos podemos referir, el motín de los tranvías de 1888, la huelga de la carne de 1905, el motín urbano de abril de 1957 y las protestas populares contra la Dictadura Militar del ciclo 1983-1987. En todas esas ocasiones, y en muchas más que podríamos enumerar, los manifestantes saquearon o intentaron saquear los establecimientos comerciales de la burguesía, atacaron tanto la sede de gobierno como los palacios señoriales en los cuales se regocijaba y ostentaba impúdicamente su riqueza la oligarquía, se enfrentaron con las fuerzas represivas del Estado y destruyeron parte del equipamiento u ornamentación pública. En todas esas oportunidades, además, la represión, al igual que hoy, actuó con particular saña y alevosía. Es importante señalar que en este tipo de manifestaciones siempre los muertos se encuentran en las filas de los que protestan; no de quienes reprimen. Por el contrario, quienes históricamente han masacrado al pueblo han recibió premios y ascensos; como fue el caso de Roberto Silva Renard, el general responsable de la matanza de la Escuela Domingo Santa María de Iquique en 1907. Mientras que hoy día los crímenes alevosos, como el de Manuel Gutiérrez, son calificados como “violencia innecesaria causando la muerte”, lo cual supone para el criminal, en el peor de los casos, una condena de tres años de prisión.

En el contexto de esta asimetría de fuerzas y de recursos los medios de comunicación al servicio de la burguesía cumplen la tarea de criminalizar la protesta popular. Pero lo que sucede hoy día con los medios de comunicación no es muy diferente de lo que ocurría a comienzos del siglo XX, en el contexto de la emergencia de la llamada “cuestión social”. Efectivamente, las protestas obreras, que demandaban mejores condiciones laborales y de vida, no sólo eran violentamente reprimidas; también eran criminalizadas. Quienes protestaban eran “enemigos de la patria, de la propiedad y de la religión”. Hoy, como ayer, existe un control monopólico sobre los principales medios de comunicación; tanto impresos (El Mercurio y COPESA), como en radio y televisión. Ello hace que la línea editorial referida a la conflictividad social se uniforme: Las demandas son “desmedidas”, los estudiantes son “intransigentes”, las propuestas están “ideologizadas”, etc. Luego, ante la imposibilidad de invisibilizar la protesta, se instala el discurso homogenizador en torno a las formas correctas de movilizarse: Lo lúdico, lo festivo, lo carnavalesco. Y, de la misma manera, se encuadra el “sentido” de la manifestación: Que sea autorizada, que se desarrolle donde las autoridades quieren, que programáticamente se ajuste a lo que el sistema puede ofrecer y que se autoregule en su trayectoria y desarrollo. En consecuencia, toda manifestación que rompa con las “formas políticamente correctas de expresarse” es rápidamente anatemizada y criminalizada. No obstante, lo que más llama la atención es esta verdadera ausencia de profesionalismo o rigor de los periodistas adscritos a estas cadenas, que no sólo no hacen su pega, sino que se convierten más bien en espurios portavoces del gobierno o de los patrones. A ese efecto habría que destacar que situaciones de violencia “estructural”, como la desigual distribución de la riqueza, la explotación laboral, la expoliación comercial de las grandes cadenas de retail o la usurpación y represión de que han sido objeto históricamente los mapuche, o no concitan el interés periodístico o son rotuladas con eufemismos. Por ejemplo, estos medios jamás han hablado en el caso de Manuel Gutiérrez de asesinato o de alevosía. Se han referido a su deceso como “la muerte del joven poblador”; como si se hubiese muerto en su cama de causas naturales. Pero si han enfatizado en el arrepentimiento que habría mostrado el carabinero que lo mató.

Estas violencias estructurales son, sin lugar a dudas, un factor clave en el desencadenamiento de las violencias reactivas que protagonizan los jóvenes populares.

Otro aspecto particularmente preocupante es la configuración de un escenario de enfrentamiento “horizontal” entre quienes participan de las manifestaciones populares. Al respecto creo que es necesario considerar dos situaciones. Por una parte, se puede observar un importante grado segmentación social entre quienes protestan. Efectivamente, una parte de los estudiantes adscritos a las carreras profesionales aparentemente más exitosas (medicina, ingenierías, derecho, etc.), provienen de estratos socioeconómicos más acomodados o dotados de un mayor “capital cultural”. Estos estudiantes universitarios se refieren a los jóvenes no universitarios (secundarios y subocupados), como: “flaites”, “sopaipillas”, “lumpen”, etc., reproduciendo, de esta forma, el discurso estigmatizador y criminalizador del gobierno y los patrones. Luego, encuadrados en el discurso de la “manifestación políticamente correcta”, se pueden llegar a convertir en delatores (cuando señalan a sus compañeros a la policía), o en agentes directos de la represión (cuando detienen y entregan a la misma policía a estos compañeros). Hay mucha irresponsabilidad en el gobierno, en los medios de comunicación e incluso entre algunos dirigentes sociales, cuando impelen a estas personas a enfrentarse con los manifestantes encapuchados. El día de mañana si se llega a producir un enfrentamiento fatal la responsabilidad política estará entre quienes incitan al conflicto fratricida.

Otra línea de interpretación remite a los dos fundamentos constitutivos de la sociedad de clase en Chile: El orden público y la propiedad. Si debemos reconocerle un mérito a la oligarquía primero y la burguesía después, fue haber elevado estos dos principios a la condición de valores naturales; alcanzado incluso un importante nivel de transversalización social. Muchos creen, hoy día, que tienen algo que perder: Un auto, un pequeño negocio, la casa. Y lo meritorio del sistema fue haber instalado en este sector de la sociedad que la amenaza la constituye el “otro” desprovisto o precarizado. De aquí surge el viejo y reiterado discurso fascistoide de la “mano dura”. Cualquier amenaza a la propiedad deviene en amenaza al orden público. En consecuencia el recurso a la represión se valida ampliamente.

En este contexto la violencia encapuchada se convierte, también, en una rebelión simbólica y cultural. Es la rebelión contra todas las formas inveteradas que ha asumido la subordinación; es el rechazo al “mandé patrón”, “como usted diga jefe”, “perdone mi cabo”. El encapuchamiento rompe con toda forma de subordinación y en cuanto ruptura constituye una disonancia no sólo para el Estado y los patrones, sino que, también, para quienes han internalizado el discurso oficial. No obstante encapucharse es un acto político, en cuanto expresa la voluntad de rebelión frente a las condiciones estructurales de la violencia (económica, social y política) y, por otro lado, es un gesto de desafío frente a la pusilanimidad con la cual se ha hecho política en Chile.

Dr. Igor Goicovic.
Académico de la Universidad de Santiago de Chile.
Director del Magister en Historia de la Usach.



martes, 20 de septiembre de 2011

Panfletos: DE LA LUCHA ESTUDIANTIL A LA LUCHA DE CLASES - ¡FIN AL LUCRO, GUERRA A LA BURGUESIA!

Difusión de panfletos repartidos durante jornadas de protesta en Valpo.


¡De la Lucha Estudiantil a la Lucha de Clases! ¡De la movilización a la Revolución!

"Estamos tocando a tu puerta, esto va a comenzar: Es la lucha de clases" (The Apostles - Pigs for slaughter)

Son millones l@s proletari@s que con desición y sin permiso alguno salen a las calles a enfrentar el mundo que los domina. Aunque las razones varíen de forma y color, los estallidos se multiplican por el ancho y largo del mundo, la revuelta toma forma y se dirige directamente a destruir todo aquello que represente nuestra subyugación a este mundo de mercancías.

L@s charlatanes de siempre - la prensa oficial y "alternativa" - tratan ilusamente de disfrazar el carácter antagónico y general de la revuelta. Nos dicen que en medio oriente las luchas son religiosas o contra ciertos dictadores y tiranos; que en Grecia, Inglaterra y el resto de Europa se trata de jóvenes inmigrantes y marginad@s afectad@s por el desempleo y la crisis; aquí mismo hablándonos de delincuentes e infiltrad@s -"inútiles subversiv@s"- que desvirtúan y empañan la causa estudiantil. L@s poderos@s persisten en hacernos pensar que entre una lucha y otra no hay horizonte común, que entre un país y otro no hay explotador@s es común y que solo la vía pacifica es la forma de expresar el descontento "democráticamente" (disociando de esta forma violencia y no-violencia, partes integrales de toda lucha). La estrategia del poder es la de hacernos asumir este discurso y llevarlo a la practica en nuestras propias movilizaciones, separándonos nosotr@s mism@s de la lucha de nuestr@s herman@s de clase. La estrategia del poder radica en negar lo máximo su realidad total, social y mundial y por ende su negación histórica: La vieja LUCHA DE CLASES.

Aun así la práctica nos demuestra todo lo contrario a lo que nos dicen: Es la misma causa apuntando a l@s mism@s enemig@s; son l@s proletari@s empujad@s por la irreconciabilidad entre sus necesidades y deseos contra la necesidad avasalladora del mercado por lucrar con todo vestigio de vida a cualquier costo. Son las manifestaciones de la opresión burguesa las que están siendo atacadas al rededor del mundo: policías, comisarías y cárceles; multitiendas, bancos y empresas; instituciones del poder burgués y de sus partidos políticos. Aunque la causa que rebalse el vaso sea distinta en cada lugar (reivindicaciones estudiantiles, la muerte de un joven en manos de la policía, estados dictatoriales, etc.) la historia es la misma en todos lados: son l@s proletari@s hart@s de su realidad y de los llamados a la calma y la paciencia quienes toman las calles y arremeten contra todo símbolo de su miseria.

Hoy esta es también nuestra realidad local, la causa estudiantil a sobrepasado toda parcializacion e intento de apagar la rabia de las calles: el olor a lacrimógena se siente, las consignas aunque aun débiles se leen en las murallas y tomas, las piedras y vidrios se ven tras los enfrentamientos y quizás lo mas importante: la discusión se retoma en las calles, nadie esta indiferente a las movilizaciones.

Son cada vez mas quienes rompen con el discurso inmovilizante de la prensa y el poder, para salir a exigir lo que se considera propio; he ahí las principales fuerzas y debilidades del movimiento. Su fuerza es la de seguir en pie, sin dar brazo a torcer, a pesar de los costos, en sus reivindicaciones y exigencias; al entender que la lucha es la que puede cambiar las condiciones materiales de nuestra existencia y no la actividad fúnebre/ciudadana del voto, la apatía y la delegación. Su fuerza es la de la clase proletaria alrededor del mundo que ya no tiene nada que creer, ni nada que pactar con la clase que la explota. Aun así, son las debilidades las que siguen tiñendo de amarillo los avances del movimiento: su exceso de confianza (cuando solo la confianza ya es desastrosa) en la estructura institucional, en el Estado como regulador de los excesos del empresariado, en el mito interclasista del ascenso social y de la vía universitaria como forma de mejorar las condiciones de subsistencia. Estas son las principales debilidades del movimiento estudiantil, pero que son herencia de todo el viejo discurso socialdemócrata que se pretende revolucionario. Los jóvenes que hoy salimos a las calles hemos crecido con la mentira de una Unidad Popular que con nacionalizaciones y estatificaciones lo único que hizo fue sepultar el intento revolucionario de una clase social entera por cambiar el rumbo de la historia.

¿Acaso se piensa que una sociedad completa basada en el mercado nos va a educar para algo que no sea ser mercancías más rentables? ¿Acaso se piensa que con educación gratis o con mejores condiciones en los colegios seremos algo distinto de lo que ya somos ahora, es decir, material dispuesto para la creación de la riqueza de otros?

Compañer@s, aprendamos de nuestros herman@s ingles@s, aunque ahí el Estado cubre educación, salud y desempleo, la miseria no escapa a la vida de l@s proletari@s y su revuelta lo demuestra a todas luces. Profesionales o no, educad@s por municipios, particulares o por el Estado, llegada la hora seremos la misma mierda que llevamos siendo por siglos: Asalariad@s, con el único derecho de recibir lo indispensable para seguir siéndolo.

Compas, hoy l@s "dirigentes estudiantiles" evalúan el dialogo con el gobierno (¡como si no llevasen dialogando ya desde meses mediante l@s representantes de sus partidos!) poco a poco intentan hacer que nuestra lucha se encuadre dentro de los canones que nos permiten nuestr@s patron@s y gobernantes, llamándonos a la calma, a no radicalizarnos, a volver a la normalidad, a denunciar a l@s infiltrad@s, etc... Debemos romper con ell@s y también con el aislamiento como "lucha estudiantil".

Compañer@s, el llamado es a no decaer, a seguir y superar la movilización, pasar del conflicto estudiantil al conflicto como clase relacionándonos con otros sectores en lucha. Lo mas probable es que las exigencias como estudiantado no se vean realizadas por las nuevas reformas (¡ningún cambio real se logra con reformas!), aun así, no nos decepcionemos de la lucha, se ha ido demasiado lejos como para que las reivindicaciones sean acogidas por cualquier gobierno. Si se ha denunciado el lucro en la educación, seamos capaces de denunciarlo en todas las áreas de nuestras vidas, como condición indispensable para la vida del capitalismo.

Nuestra lucha es una lucha histórica y mundial, por ella han pasado generaciones asesinadas y encarceladas, pero que nos acompañan hoy en todo enfrentamiento con el orden. Aprendamos de ellas y de las que hoy luchan por todo el planeta, reconozcámonos como parte de una misma clase y avancemos así hacia un real cambio social. Rompamos con la mentira de los medios de comunicación, de los partidos y sus representantes; su mentira es la única forma de mantenernos cautiv@s, dividid@s e incapaces de tomar protagonismo en la historia.

Expandamos el dialogo y la discusión, mantengamos y multipliquemos los contactos y las redes aun acabándose las movilizaciones, creemos nuestros propios medios de comunicarnos al margen de los del poder y el espectáculo, cuestionémonos sobre fondo y forma, descubramos los caminos para tomar con nuestras manos el rumbo de nuestras vidas, aboliendo el Estado, sus instituciones, el trabajo asalariado, el lucro y la sociedad de clases, condición indispensable para la vida libre en comunidad.

CONTRA EL LUCRO SOBRE NUESTRAS VIDAS: REVOLUCION PROLETARIA, INTERNACIONALISTA Y ANTI-ESTATAL.
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¡Fin al Lucro! ¡Guerra a la Burguesia!

¿Acaso se piensa que una sociedad completa basada en el mercado nos va a educar para algo que no sea ser mercancias mas rentables? ¿Acaso se piensa que con educación gratis o con mejores condiciones en los colegios seremos algo distinto de lo que ya somos ahora, es decir, material dispuesto para la creación de la riqueza de otros?

El lucro no es "algo" que se pueda eliminar de una area específica de la sociedad capitalista, sino una condición indispensable para su funcionamiento.

¡Y ESTA EN TODAS LAS AREAS DE NUESTRAS VIDAS!

- En la alimentación cuando nos llenan de productos tóxicos solo para reducir gastos y elevar la ganancia de los productos.

- En nuestro tiempo cuando este está completamente condicionado por nuestras actividades laborales y el consumo.

- En la salud cuando los bolsillos de doctores y banqueros se llenan a medida que se llenan los hospitales y cementerios.

- En la vivienda cuando nuestros hogares se parecen cada vez mas a ratoneras solo para sacar el máximo de casas por un mínimo espacio.

- En la diversión cuando el dinero es el principal mediador de toda actividad recreativa. Desde que nacemos hasta después de morir, desde que despertamos hasta que nos acostamos, toda nuestra existencia está totalmente condicionada por el trabajo y el consumo ¡por el lucro que le generamos l@s proleteri@s a la burguesia!

Para eliminar el lucro de nuestra realidad debemos partir por entender su funcionamiento y su implicancia en el desarrollo de la sociedad, reconocerlo como motor de la explotacioón total de la clase dominante sobre l@s proletari@s, l@s animales, el medioambiente ¡y todo aquello que le genere ganancias!

¡La emancipacion del proletariado es y sera obra de l@s proletari@s!

CONTRA EL LUCRO SOBRE NUESTRAS VIDAS: REVOLUCION PROLETARIA INTERNACIONALISTA Y ANTI-ESTATAL

martes, 13 de septiembre de 2011

Acerca del progresismo de moda

Populismo histérico y Ventajas de la comunidad


La semana pasada era peligroso hacer, en el lugar de trabajo, cualquier crítica al sistema social imperante; pero hoy día está bien visto hablar contra el lucro en la educación, y por qué no, criticar dos o tres cosas más que impiden a todos los ciudadanos participar plenamente de las bondades del sistema.

Así, ése que ayer trabajaba pensando en fútbol para impedirse a sí mismo pensar en la pérdida de su vida, hoy dispone de nuevos temas –el plebiscito, la nacionalización del cobre, la próxima caída del gobierno- para conjurar la misma pesadilla. Equipado con esas novedades –que ahora sí le piden una participación más activa e incluso algún riesgo–, puede seguir existiendo como agente económico privado, reanimado por el espectáculo de la política que se sacude al ritmo de la crisis de reproducción social del capitalismo planetario.

La verdad es que, aquél que súbitamente se volvió progresista, o recordó que siempre lo había sido, seguirá estando despojado de su propia vida, convertido en una partícula de valor empleada en la producción de valores que nunca poseerá, aislado en medio de una muchedumbre de empleados contratados y despedidos de a uno. Seguirá siendo un asalariado, es decir un ser deshumanizado. Sólo que ahora será un asalariado de izquierda.

Ahora bien, en el caso del vecino esa actitud ingenuamente oportunista es un reflejo de pura desesperación. Puede verse como la reverberación discursiva de una necesidad vital que en lo inmediato es indiscutible: hay que conseguir que la educación sea gratuita para que a lo mejor los hijos no se hundan en la miseria material, para que a lo mejor el sueldo alcance para vivir con dignidad, para que así, quizás, algún día no tengamos que pagar para que los médicos martiricen nuestros cuerpos en inhumanos recintos sanitarios… gratuitos.

El izquierdismo en tanto ideología organizada, es otra cosa: es la afirmación, nada ingenua, de que el modo de producción dominante no puede ni debe ser puesto en tela de juicio sino hasta que se haya desarrollado plenamente. Éste es el axioma que compromete en el mismo proyecto progresista a demócratas radicales, ciudadanistas y algunos ultraizquierdistas. Si a ellos se les pregunta por qué en su discurso no tiene cabida la crítica del trabajo asalariado, de la producción de mercancías, del valor; en una palabra, la crítica del capital, dirán sencillamente que comprenden muy bien esas críticas, pero que aún no es tiempo de hacerlas públicas, que es inútil tratar de hacérsela entender a la gente común. Y ante la lógica pregunta de ¿qué falta para que llegue el momento de difundir esa crítica?, responderán: Chile no ha tenido aún su revolución burguesa, no “tenemos” una verdadera burguesía moderna, ni un Estado legítimo y eficiente, ni un genuino Capital Industrial Nacional, ni ingenieros, ni Educación,  ni una elevada Cultura que nos permita pensar siquiera en una crítica del capitalismo… Y esa es la verdadera naturaleza del izquierdismo, que en Chile al igual que en Venezuela y en todas partes, no puede sino echar mano al populismo histérico, el forcejeo político y la reivindicación económica patriotera para ordenar a las masas tras la bandera de su “proyecto-país”.

En efecto, esos grandes objetivos siempre sirven, cuando ya no sirven las telenovelas, para obstaculizar la toma de consciencia de los explotados acerca de su verdadero, inmediato y universal problema: la forma alienada de sus relaciones humanas, la transformación de su actividad psicofísica en mercancía transable en el mercado de trabajo, la propiedad privada de los recursos productivos. Sólo para eso existen los “problemas nacionales” y todos sus derivados, de izquierda y de derecha: para impedir que los hombres y mujeres subviertan la forma deshumanizada de su actividad diaria, en su lugar de trabajo principalmente. Para que no cuestionen la educación en tanto domesticación de masas, ni el trabajo como sumisión a una objetividad alienada: sino que en cambio se contenten con criticar la injusta administración de esas entidades supuestas naturales, idílicas y dignificantes.

Se centran todos los ataques en el gobierno, en la derecha, en la constitución “ilegítima” (¿sería más legítima si la hubieran votado en condiciones más transparentes unos cuantos millones de hombres y mujeres atomizados?), en la desigual distribución de capital, en la falta de democracia y de ciudadanía… para amordazar a los explotados en su limitada condición de ciudadanos, condición que consagra y hace parecer como algo natural su debilidad y su aislamiento.

Por el contrario, sólo puede haber transformación radical de la sociedad a partir de nuevas relaciones materiales entre los hombres y mujeres, y eso sólo puede ocurrir si cambia el uso que hacen de su actividad y de su tiempo. Que eso les lleve a pasar por encima del derecho de propiedad de la clase explotadora, es una mera consecuencia que conducirá desde luego a un enfrentamiento armado, y al desmantelamiento del estado. Pero ésos son efectos de un movimiento anterior, cuya premisa es otra, más profunda: ningún cambio significativo sobrevendrá porque sean distribuidos gratuitamente los frutos del trabajo enajenado (por más que en lo inmediato la gratuidad de la educación, la salud y lo demás suponga ventajas dinerarias para unos seres totalmente despojados de comunidad); es la actividad humana misma la que debe fluir libremente sin intermediación del dinero.

Una vez que se haya asumido esto, las categorías de la actividad social que hoy dominan el horizonte y las reivindicaciones – salario, distribución del ingreso, educación, salud – se revelarán como lo que realmente son: medios para nuestra reproducción como masa trabajadora esclava. Medios que deben ser superados.

A propósito de estas cuestiones, dos lecturas sugeridas:


jueves, 8 de septiembre de 2011

11 de septiembre: "A profundizar la ruptura total con la sociedad de clases"

Texto aparecido hace ya un tiempo (año 2009), incluido en el Nº 1 de Comunismo Difuso (del que prontamente debiera salir un nuevo número), que señala varias cuestiones esenciales a tener en cuenta para la comprensión proletaria del germinal proceso revolucionario chileno desarrollado en los años '60-'70 y truncado sangrientamente con el golpe militar del 11 de septiembre de 1973; Estas son, principalmente, el rol de la izquierda del capital en la UP y posterior lucha contra la dictadura, desarrollo de la autoactividad proletaria, crítica de la democracia y necesidad de la ruptura radical con la reproducción del capitalismo en todos los ámbitos, entroncando con las luchas presentes el esfuerzo de quienes combatieron desde abajo a los esbirros del estado del régimen militar (del que la camarilla hoy gobernante es directa sucesora), padeciendo en muchos casos la tortura, prisión, asesinato y desaparición.


36 años del golpe de Estado en Chile:
A profundizar la ruptura total con la sociedad de clases

«Cuanto más desarrollada, más ‘pura’ es la democracia, más abierta y cruel es la lucha de clases, y más claramente se manifiesta la ‘pureza’ de la opresión del capital y la dictadura de la burguesía»

(Internacional Comunista, Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura proletaria, 1919).

Resulta imposible comprender tanto lo que fueron el régimen de la Unidad Popular y la dictadura liderada por Pinochet, sin referirse a la naturaleza de clase del reformismo de izquierda y al nuevo ciclo de agitación proletaria que se inició en todo el globo a partir de los últimos años de la década del 60 y la manera en que afectó la dominación capitalista global.

Si ya el mismo Marx había definido a la socialdemocracia como la unión entre sectores proletarios que limaban la punta de su programa socialista con sectores pequeño-burgueses que radicalizaban sus demandas democráticas, durante el siglo XX la socialdemocracia y sus variantes de izquierda (el “leninismo” -segunda gran deformación del marxismo- en todas sus formas) pasaron a desempeñar abiertamente el rol de contención y encuadre de los proletarios, poniéndolos al servicio del modo de producción capitalista (privado, de Estado o mixto).

Contención: para evitar la ruptura comunista. Encuadre: haciendo que los trabajadores se sientan orgullosos de ser un engranaje del sistema capitalista, e integrándolos al mismo mediante sus partidos y sindicatos.

Si algo pudiera darnos nostalgia del período histórico abierto a fines de los 60 y que para nosotros en Chile se cerró violentamente en 1973, no se trata de los partidos de la izquierda estatalista que tuvimos durante la mayor parte del siglo XX, ni las bondades de un capitalismo diferente del actual, pero que esencialmente es lo mismo: un régimen de explotación y dominación de la mayoría a costa de unas cuantas familias.

Lo que se puede echar de menos de esa época son los niveles de conciencia de clase y auto-actividad proletaria por el socialismo desde abajo, que en el llamado “segundo asalto proletario contra la sociedad de clases” se empezaron a instaurar por todas partes, en las calles, fábricas, escuelas y cárceles. Esta oleada de comunismo en actos se hizo fuerte a partir de 1967/68 y duró casi una década. Luego de eso, el capitalismo tuvo profundas reestructuraciones que han implicado una verdadera “contra-revolución” donde se ha impuesto el modelo llamado “neoliberal”.

Pero el capitalismo es, al mismo tiempo, en parte invariante, y en parte tremendamente flexible. Y dado que la nostalgia es reaccionaria, tenemos que sacar nuestra poesía del futuro, pero el conocimiento y valoración de las distintas etapas previas de la lucha de clases debe alimentar nuestras conversaciones, debates y reflexiones. Atacar toda mistificación, para reconocer en cada momento las fuerzas que en realidad estaban en pugna, asumiendo que en un sentido histórico hay sólo dos grandes bandos: los que quieren mantener el orden social clasista, y los que queremos derribarlo.

En el primer bando debemos inscribir a todos los partidos, sindicatos y organizaciones que representan la izquierda del capital, incluyendo por supuesto ahí a la llamada “Unidad Popular”: una versión renovada de los frentes populares con los que la contra-revolución estalinista impuso la colaboración de clases a partir de los años 30.

En el segundo bando, debemos rastrear por debajo de toda esa mierda reformista para encontrarnos con la autoactividad proletaria expresada en expropiaciones y luchas colectivas, y que se intentó organizar en cordones industriales y comandos comunales.

Lamentablemente, en estas experiencias de contrapoder proletario la clase se vio aislada y saboteada por los partidos que decían representarla: no podía ser de otra forma, y es por eso que llamamos “izquierda del capital” a toda esa bosta que ya era maloliente en 1970 y que reciclada ha llegado hasta nuestros tiempos encumbrándose en el poder estatal para administrar mejor el capitalismo total.

Pese a los esfuerzos de muchos militantes de base, el proletariado fue arrojado sin armas (ni materiales ni “ideológicas”) al callejón sin salida de la reacción, confirmando una vez más la famosa sentencia conocida por todo movimiento revolucionario: “quienes hacen revoluciones a medias, cavan su propia tumba”.

Por eso, cuando se habla de “derrota”, hay que distinguir: pese al fracaso de las ilusiones socialdemócratas sobre la llamada “vía chilena al socialismo”, el reformismo en realidad no fracasó, puesto que su misión real que es la de administrar por la izquierda el funcionamiento del capitalismo,
fue exitoso en su desarme del proletariado, y las consecuencias las sufrió toda la clase, no sólo en ese momento, sino que hasta el día de hoy.

Al efecto, basta con recordar cómo en el Cordón Cerrillos el 11 en la mañana la resistencia espontánea y heroica de obreros y obreras que levantaron barricadas sin esperar órdenes de arriba no se vio acompañada de la entrega de armas por parte de los partidos y orgánicas que supuestamente se habían estado preparando para una situación de crisis.

Durante la dictadura, el reformismo siguió desarmando a los proletarios: ahora se trataba de luchar a favor de la democracia, contra Pinochet, y no contra el capitalismo.

La izquierda del capital se dedicó a castrar la lucha de masas contra la dictadura promoviendo el “antifascismo”, en rigor una nefasta ideología secretada por el cerdo estalinista de Dimitrov para justificar la colaboración de clases. De ahí sus límites: fue una lucha “contra Pinochet” (una persona), por la “democracia” a secas. Y cuando esa palabra se usa sin apellido, se trata siempre de la democracia burguesa.

Por eso es que a 20 años de la “salida democrática” en que Pinochet le entregó el mando a uno de los principales golpistas del 73 (Patricio Aylwin), podemos comprobar que en democracia la dominación capitalista es más total, más invisible, más perfecta. Así, la democracia se ha mostrado en varios sentidos como más represiva que la dictadura. 2 ejemplos:

-En “dictadura”, para entrar a los campus universitarios se requería, formalmente al menos, de la autorización de las autoridades universitarias. En el primer año del gobierno de Aylwin el fascista Espina hizo aprobar una Ley que autoriza a la policía a ingresar a donde quiera si considera que hay “delito flagrante”.

-El sistema penal, esa picadora de carne proletaria, encerraba a menos de 20 mil personas en 1990. Ahora hay más de 53 mil presos, y una avalancha de vigilancia y represión dirigida especialmente contra los sectores antagonistas.

La dominación capitalista es siempre una mezcla de dictadura y democracia: necesita la democracia para legitimarse como una sociedad racional y dialogante; y la dictadura, porque el capitalismo nace del uso de la fuerza, primero una suma de “fuerzas privadas”, y luego al crear su Estado, convierte esa violencia en “fuerza pública” y espectáculo punitivo.

En el momento actual, el nivel de insatisfacción ante la colonización destructiva de todo por el capital (dictadura del trabajo y el tiempo muerto), los gritos de protesta y los ataques difusos contra el sistema están empezando a incrementarse notablemente. Y a diferencia del lastre democrático burgués que operó en dictadura y hasta bien entrados los 90, ahora el antagonismo y los ataques contra el aparato represivo del Estado y el Capital no provienen de organizaciones “leninistas” que pretendían representarnos, sino que de individuos y colectivos organizados anárquicamente en torno o objetivos comunes que directamente enlazan con el programa comunista de abolición de todo tipo de poder separado y de sociedades de clases.

Mientras tanto, en el patio trasero del movimiento social, los reformistas actuales nos dicen que el problema son los restos de dictadura que aún quedan, y que debemos profundizar la democracia. De la misma forma, ayer decían que el problema no era el capital, sino el imperialismo. Que el problema no era el trabajo, sino la falta de planificación de la Economía. Pero ahora hacen evidentemente el ridículo.

Recordemos que el propio Lenin en 1919 decía que tenemos todo el derecho a usar la violencia para “derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia”. Es más, si queremos evitar la violencia que implica el funcionamiento “normal” de la economía autonomizada (30.000 niños muertos al día), la única manera es interrumpir el progreso, hacer que la sociedad del capital deje de funcionar.

Dado el incremento drástico de la criminalización de la lucha social, conducida por la prensa y TV burguesas y su policía fascista, es totalmente legítima toda respuesta enmarcada en la violencia proletaria -si bien en cada momento hay formas que son mejores que otras, y confiamos en que en el verdadero movimiento anticapitalista por el comunismo desde abajo esto es bien sabido-. Cada uno a lo suyo. Lo importante es empezar a golpear fuerte, y golpear juntos. Además de la “contra-represión” (nuestro derecho a defendernos a priori de la represión ejercida en nuestra contra por los proles desclasados que son los degolladores de verde y los de la PeDofIlia), ataques descentralizados en los barrios altos, irrupciones imprevistas en donde nadie nos espera, uso de artefactos adecuados para defenderse atacando (por ejemplo, grandes tiestos de pintura en las manifestaciones callejeras para ser usados contra quienes nos traten de disolver), etc. etc. etc. Pues el proletariado es por sobre todo creativo y emplea todas las formas de lucha, pero ahora ya.

Así que, ante un nuevo aniversario de una de las maniobras más violentas de la clase dominante en contra nuestra, recordamos a los luchadores caídos trayéndolos directamente a las luchas del presente.

«El curso general de la revolución proletaria es igual en todo el mundo: empieza a preparar inmediatamente la extinción completa de todo Estado»
(Internacional Comunista, 1919).

CONTRA LA POLICÍA FASCISTA: PIQUETES COMUNISTAS

CONTRA LA DICTADURA DEMOCRÁTICA DEL CAPITAL Y POR EL COMUNISMO ANÁRQUICO: CREAR COMUNIDADES DE LUCHA, AMPLIANDO Y RADICALIZANDO LA NEGACIÓN EN ACTOS DE LA SOCIEDAD MERCANTIL Y AUTORITARIA.

Con amor y rabia,
Varios regionales del partido comunista difuso / Redes por la Autonomía Proletaria (RAP).


lunes, 5 de septiembre de 2011

Artículos críticos en torno a la denominada "Tragedia aérea de Juan Fernández"

Algunas ideas necesarias en torno a la cobertura político-mediática y la reacción social desigual frente a determinadas "tragedias".

CAPITALISMO, CATÁSTROFE Y ATONTAMIENTO DE MASAS

Tomado de punkfreejazzdub

“En el plano de los medios de pensamiento de las poblaciones contemporáneas, la primera causa de decadencia se refiere claramente al hecho de que ningún discurso difundido por medio del espectáculo da opción a respuesta; y la lógica sólo se ha formado socialmente en el diálogo. Cuando se ha extendido el respeto hacia aquel que habla desde el espectáculo, a quien se atribuye importancia, riqueza, prestigio, la autoridad misma, se extiende también entre los espectadores el deseo de ser tan ilógicos como el espectáculo como medio de mostrar un reflejo individual de esa autoridad.(...)” (Guy Debord, Comentarios a la sociedad del espectáculo, 1988). 

“Las ideologías y hábitos burgueses que las clases dirigentes de la sociedad imponen mediante su prensa, su cine, su radio, su deporte y sus escuelas…por esa vaga, inerte y asfixiante atmósfera ideológica, sin contenido intelectual, que mantiene sumidas las conciencias en la penumbra de las mentiras interesadas y de las verdades a medias…porque la esclavitud de las masas es ante todo espiritual” (Laín Díez, Una lección del 1º de mayo, 1949). 

No hubo duelo nacional por Manuel Gutiérrez. Y al igual que con el caso de Pinochet -cuyos acólitos más fieles no se horrorizaron ante su política sistemática de tortura, ejecución y desaparición de opositores pero sí ante la magnitud de los robos perpetrados-, el general Gordon (pariente cercando del torturador de la dictadura Humberto Gordon) tuvo que renunciar no por la responsabilidad de Carabineros en el asesinato de Manuel, sino que por la denuncia de una irregularidad que, por lo que el mismo ex General Director Alberto Cienfuegos declaró en TV, es bastante usual a esos niveles en dicha institución. 

El problema en este caso es que lo pillaron, y la noticia estalló en un momento delicado en que el régimen muestra una gran torpeza en el manejo del arte de gobernar. Así y todo, Hinzpeter hizo pucheros y despidió con grandes golpeteos en la espalda a este general que pasa a engrosar la lista de los siniestrados de dicha institución tan siniestra. No es que nos tomemos en serio las leyes ni la democracia, pero creemos que en una democracia burguesa más seria y menos decadente que esta, el Ministro del Interior también hubiera tenido que renunciar. En fin… 

En contraste con el caso de Manuel Gutiérrez, sí tenemos ahora duelo nacional por los 21 muertos de la “tragedia aérea de Juan Fernández”. Toda tragedia es dolorosa, y no seremos nosotros los que mostremos indiferencia o indolencia ante la muerte. De hecho, el dato duro de que el funcionamiento normal de la economía-mundo capitalista causa más de 30.000 muertes al día, en su mayoría de niños, es una de las razones más poderosas para oponerse a dicho sistema como tal. Por lo mismo no deja de llamar la atención el contraste entre ambas situaciones: cuando mataron a Manuel vimos el hecho en las noticias, donde se hablo muy poquito sobre quién era ese adolescente, para centrarse en el “drama” de la institución más respetada por los “chilenos” (es decir, proletarios sin conciencia de clase), y luego de la renuncia de Gordon la noticia quedó completamente eclipsada por los hechos de Juan Fernández. En el sistema burgués de las libertades y derechos proclamados formalmente como iguales para todos, algunas muertes pesan más que otras, y eso es lo que vemos estos días en las pantallas de televisión. 

Una razón de fondo para la reacción de masas frente a los hechos del viernes 2 de septiembre radica en que dado que en la sociedad del capitalismo espectacular la gente sobrevive en torno al trabajo asalariado, se compensa dicha falta de vida auténtica contemplando imágenes de la vida vivida por famosos, faranduleros y atontadores profesionales de masas, y de ahí el carácter semidivino que seres por lo demás totalmente banales adquieren una vez que el rebaño se ha acostumbrado a contemplarlos como un elemento que agrega brillo y entretención en sus monótonas vidas cotidianas. Dado que este accidente de aviación golpeó justo en medio de la industria del atontamiento nacional, todos los medios masivos de desinformación hacen ahora una especie de cadena nacional por la beatificación de Camiroaga, Bruce et al. 

Mención aparte merece el caso del “empresario ejemplar” Felipe Cubillos: hijo de un fascista feroz, amiguete cercano del Almirante Merino y su entorno de golpistas, y que luego ejerció como Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Pinochet; hermano de la exparlamentaria de la UDI Marcela Cubillos, actual pareja del Ministro de defensa Allamand: otro momio de larga y destacada trayectoria. 

Los medios han difundido una carta reciente de Cubillos titulada “Soy un indignado” que debiera estudiarse seriamente en las escuelas de materialismo histórico como ejemplar insuperable de conciencia de clase burguesa. En ella se declara un “indignado”, pero no en contra del sistema capitalista que por más muerte y destrucción que siembre ha tratado tan bien a los suyos, sino que reclama contra el hecho de que mientras él y otros “buenos ciudadanos” se han dedicado a “levantar Chile” construyendo escuelas, miles de estudiantes se encuentren en riesgo de perder el año escolar a causa de las movilizaciones, y muchos de sus amigos empresarios (o “emprendedores” como él los llama) estén en riesgo de tener que cerrar su negocio escolar sui se sigue atacando el “lucro”. En este punto su instinto/conciencia de clase no falla: ¿cómo va a seguir lucrando su clase si los estudiantes se niegan a ser formados? ¿en qué va a quedar la economía nacional si uno de sus primeros eslabones interrumpe el circuito normal de socialización/encuadramiento/proletarización? ¡Dios nos libre…! 

No es muy original, en cambio, en el reclamo ciudadano más sentido: la denuncia del vandalismo, de los ataques a la policía y la destrucción de comercios y propiedad pública y privada. Pero estas quejas resultan interesantes proviniendo del hijo legítimo de uno de los responsables directos del bombardeo a La Moneda, donde la destrucción fue harto más que “simbólica”, pero como era lo que convenía a los intereses de su clase en ese momento histórico, no hay problema. Por otra parte, sobre el “vandalismo” en las calles su cuñado Allamand tiene mucho que aportar, tal cual lo ha relatado en su libro “No virar izquierda”, publicado en 1974 y del cual algunos extractos han sido difundidos en los medios de contrainformación (ver “Violencia reaccionaria en las calles de Santiago”, http://hommodolars.org/web/spip.php?article3250). 

El problema de los ilegalismos cometidos por su propia clase es resuelto en este documento con un mecanismo curioso: Cubillos los llama “seudoempresarios” (“que engañan a la gente, sobre todo a los más pobres, renegociándoles sus condiciones sin ni siquiera preguntarles”). O sea que hay una profunda distinción entre los empresarios buenos (“emprendedores”, como él) y los malos (que en rigor no son empresarios, sino “seudoempresarios”). 

Por último, en relación al asesinato de Manuel Gutiérrez por agentes de Estado, Cubillos se preocupa de cortar la responsabilidad en el nivel individual, y amenaza con que de ir más arriba deberíamos llegar hasta a los convocantes de las movilizaciones: “Soy un indignado, porque un joven inocente ha perdido su vida tan sólo por haber estado en el lugar y momento equivocados (mientras escribo esta columna nos acabamos de enterar de que la bala que mató al joven Manuel Gutiérrez salió del arma de un carabinero; ojalá tengamos la mesura para condenar un hecho puntual y no a una institución completa, pues si es así escalemos también hasta los organizadores de las protestas)”. 

El país está a punto de canonizar a este sujeto, que tan bien representa la minoría que domina, y que ha sido exitosa en generar emulación, admiración y babosería en amplias masas de la población. Quien no se sume a esa campaña será tratado de resentido, antipatriota, vago, insensible, etc. Por mi parte, creo que la carta estaría mucho mejor titulada si en vez de “soy un indignado” se llamara “soy un momio culeado”, un fiel representante de su clase, que tiene la capacidad de ser menos del 3% de la población y generar pese a ello una admiración nacional gracias a la hegemonía que sabe ejercer y a la fiel ayuda del servilismo idiota de una cuota importante de los dominados. 
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Sobre el aprovechamiento político y comunicacional del “ÚLTIMO VUELO DEL HALCÓN"

Tomado de MetiendoRuido

Que los medios de comunicación dominantes son un poder en sí mismos, no es una novedad. Que son funcionales al poder,  tampoco. El propio auto reconocimiento de ellos como un “cuarto poder”, no nos debe sorprender. Sin embargo, hay situaciones en las que uno se cuestiona y se hace preguntas.

Nadie condena el hecho de la muerte de una persona, siempre es un hecho lamentable. Pero cabe preguntarse ¿se da la misma cobertura a los naufragios que terminan con la vida de pescadores artesanales todos los años?, ¿Se dio la misma cobertura en los medios de la muerte de Manuel Gutiérrez? ¿Salieron más de 20 páginas en LUN hablando de su muerte y de su vida? Claramente, para la prensa, no tiene la misma importancia la muerte de Felipe Camiroaga, frente a la muerte de Manuel Gutierrez. Si aceptamos que la muerte de una persona es mas importantes que otra, estamos aceptando que la vida de una persona vale más que otra. Y eso es lo que efectivamente está sucediendo. Para los medios de comunicación hegemónicos la vida de algunos vale mas que la de otros.

¿Por qué la de muerte de rostros de televisión y personajes influyentes es más importante que la muerte de un joven de 16 años?

Podríamos decir que existen dos aristas en juego. En primer lugar, vale considerar la condición de clase de los involucrados en el accidente. Por un lado, tenemos la muerte de un joven de sectores populares, de un nivel socioeconómico bajo, en definitiva pobre, por otro, tenemos a gente de niveles socio-económicos altos, pertenecientes a cúpulas de poder y medios de comunicación. La balanza está claramente desequilibrada. Para la actual sociedad, dividida en clases sociales, resulta más importante la vida de quienes tienen una condición socioeconómica mayor.

La segunda arista se puede encontrar por medio de la formulación de la siguiente pregunta. ¿Cuál de los dos
hechos es más provechoso políticamente para los poderosos? Sin duda la muerte de Manuel Gutiérrez no agradaba mucho a la clase política chilena. Su muerte restaba legitimidad al actual sistema político y social. El fallecimiento de un niño, a manos de carabineros, en ningún caso es un hecho que pueda ser capitalizado por la clase política. El hecho nos devela un sistema que utiliza la violencia para solucionar los problemas y desigualdades sociales. Nos permite visibilizar el carácter represivo de un Estado que deja que carabineros utilice su fuerza indiscriminadamente contra civiles inocentes. Es un hecho que resta legitimidad al gobierno, que lo obliga a dar explicaciones y les hace perder su preciada estabilidad social, su “paz” como ellos la llaman.

Tampoco conviene a los poderes empresariales que la clase política sea desacreditada, ni deslegitimada, pues es ella la que mantiene, en forma actual, el modelo social que les entrega las grandes ganancias que ostentan, en desmedro de los sectores populares, exactamente del que provenía Manuel. Por consiguiente, tampoco favorece a los medios de comunicación, ya que al verse afectados, la clase política y colateralmente los empresarios, los medios también ven disminuidos sus intereses y ganancias. No debemos olvidar que los medios de comunicación hegemónicos obtienen sus recursos de la publicidad del Estado y las mega empresas. En ningún caso darán cobertura a la muerte de personas que puedan deslegitimar a la clase política y a la empresarial (a menos, claro está, de que exista presión social de por medio).

Ni siquiera se le dio la importancia política de que fue asesinado por carabineros. Institución, que con la complacencia de los medios, se lavó las manos con la renuncia del general en Jefe de carabineros Gordon. La clase política chilena también se lavó las manos, externalizando sus responsabilidades a la institución de carabineros. Ningún político pagará por la muerte del joven Manuel.

Sin embargo, la muerte de una persona, de la cual se puede sacar provecho por parte de la clase política y empresarial si puede ser explotada por los medios de comunicación. La muerte de Camiroaga y el resto de la tripulación entregan varios beneficios al sistema social imperante. En primer lugar, aumenta el rating de los canales de televisión, los cuales juegan con el morbo y la farandulización de la realidad para obtener mayores niveles de sintonía, por otro lado la clase política asume una posición de voceros oficiales y legítimos frente a la muerte de los involucrados en el accidente de Juan Fernández, en termino simple ganan tribuna gratis y adquieren el rol de mediadores entre un accidente y la “pena” de la sociedad. Por último, la muerte de los rostros de televisión y empresarios da espacio para que se posterguen otros hechos noticiosos que no son del agrado de la clase política, un ejemplo claro es el conflicto estudiantil.

Los medios de comunicación prestaron casi nula cobertura a la reunión entre los actores educativos y el gobierno. Reunión masivamente esperada por más de tres meses por amplios sectores de la sociedad. La muerte de Camiroaga y el resto de tripulantes se transformó en la única noticia relevante en el acontecer nacional, desplazando el resto de problemáticas. Esto nos confirma la capacidad que poseen los medios de comunicación hegemónicos para establecer las pautas informativas a nivel nacional. Los amplios sectores de la sociedad tienen que atenerse a la pauta editorial de los medios, los cuales, como acabamos de ver, siguen los intereses de otros grupos sociales como lo son el Estado y las mega empresas, sus principales entes financiadores.

Por último cabe una reflexión moral dentro de la problemática. ¿Cuál muerte es más importante a nivel moral para la sociedad? En el caso de la muerte de los tripulantes del avión, estamos frente a un penoso acontecimiento fortuito, o sea es una acción que se produjo debido a un accidente. Sin embargo la muerte de Manuel Gutiérrez, no responde a un accidente, sino que a un modelo de sociedad. Un modelo que implanta soluciones sociales a través de la violencia. La muerte de Manuel no fue un accidente, más bien responde a decisiones políticas del gobierno. La decisión confrontacional y represiva del gobierno frente a la protesta social es lo que determinó el asesinato de una persona inocente. Frente a los dos sucesos ¿Cuál debería importarnos más como sociedad? Creemos que precisamente aquellos que podemos evitar como colectividad, aquellos que podemos combatir y en el único caso en donde podemos tener incidencia y ejercer presión social para que nunca vuelvan a ocurrir, es decir: el de la muerte de Manuel Gutiérrez.

En un momento álgido de la política nacional, en la que Chile (como tanto les gusta a los chilenos) ha sido reconocido a nivel mundial, los medios más que informar, desinforman. Y más que desinformar, engañan y encubren. La creciente indefensión informativa de la sociedad civil es preocupante. La capacidad de los medios hegemónicos para implantar temas es sorprendente. La situación se produce por la nula soberanía comunicacional que tenemos nosotros y nosotras. Los canales de televisión y los diarios nacionales de mayor popularidad pertenecen a mega-consorcios comunicacionales que tienen una visión común frente a los problemas. Permanentemente fabrican consenso al implantar la falsa idea de que existe libertad de opinión y diversidad en las fuentes de información. Sin embargo la verdad es que la mayoría sigue la misma pauta editorial, supeditada a los intereses de sus dos grandes auspiciadores: El Estado y el Mercado. Nunca debemos confiar en lo dicho por los medios hegemónicos, ya que su accionar no busca la difusión sincera de la información, sino la diseminación de una comunicación que no afecte los intereses de los poderosos.

No nos cansaremos de acusar, en definitiva, al aparato estatal y sus formas políticas e ideológicas de manejar a las personas. Debemos denunciar acá no solo a los medios en forma aislada, como que fueran ellos el único problema, sino a lo que está detrás: un sistema político, social, económico y cultural que nos ataca día a día, que nos engaña día a día, que nos hace ignorantes y sumisos. Que nos hace entristecer o alegrarnos con estupideces, que juega con nuestros sentimientos de manera morbosa y burda. Estamos frente a medios que encubren y respaldan a las instituciones que nos oprimen (policía, Iglesia, Estado, la transnacional, etc). Frente a la realidad descrita resulta importantísimo el empoderamiento comunicacional e informativo de la sociedad civil. La creación de medios de comunicación al servicio de la población es trascendental para romper el cerco informativo y construir comunicación original y critica.

Hace poco tiempo el gobierno ha decretado 2 días de duelo nacional para los muertos en la tragedia de la isla Juan Fernández. Sin embargo, para Manuel Gutierrez, Claudia Lopez, Rodrigo Cisternas, Daniel Menco, Matias Catrileo y los tantos que han muerto a manos de carabineros no hubo duelo nacional. No nos queda más que llevar sus muertes en nuestra memoria, ya que ninguna ceremonia institucional los recordara y sus muertes solo quedaran como una cifra amarga en esta supuesta democracia.

Escrito por algunos estudiantes de la toma del departamento de Historia de la Universidad de Concepción