jueves, 23 de febrero de 2012

¿Colectivizar o Comunizar? (Gilles Dauvé)


Texto extraído del documento "Cuando las insurrecciones mueren" (1979) de Jean Barrot/Gilles Dauvé

Desde los tiempos de la Primera Internacional, el anarquismo ha contrapuesto la apropiación colectiva de los medios de producción a la estatización socialdemócrata. Ambas visiones, sin embargo, comparten el mismo punto de partida: la necesidad de una gestión colectiva. Pero el problema es: ¿gestión de qué? Por supuesto, lo que la socialdemocracia llevaba a cabo desde arriba, y burocráticamente, los proletarios españoles lo practicaron desde la base, armados, con cada individuo responsable ante los demás, y de esta manera quitando la tierra y las fábricas de las manos de una minoría especializada en la organización y la explotación de otros. En resumen, lo opuesto a la co-gestión de la Junta de Carbón por parte de los sindicalistas socialistas o estalinistas. Sin embargo, el hecho de que una colectividad, en vez del Estado o una burocracia, tome la producción de su vida material en sus propias manos no suprime, por sí mismo, el carácter capitalista de aquella vida.

El trabajo asalariado significa el pasaje de una actividad, independientemente de la que sea, arar un campo o imprimir un periódico, por la forma del dinero. Este dinero, mientras hace posible a la actividad, también es expandido por ella. Igualar los salarios, decidir todo colectivamente, y sustituir el dinero por cupones nunca fue suficiente para erradicar el trabajo asalariado. Lo que está unido por el dinero no puede ser libre, y tarde o temprano el dinero se convierte en su amo.

La sustitución de la asociación por la competencia en una base local fue una receta garantizada para el desastre. Porque, si bien la colectividad abole realmente la propiedad privada dentro de sí misma, también se establece como una entidad distinta y como un elemento particular en la economía global, y por lo tanto como una colectividad privada, obligada a comprar y vender, a comerciar con el mundo exterior, convirtiéndose de esta manera en una empresa que, guste o no, tiene que jugar su rol en la competencia regional, nacional y mundial, o desaparecer.

Uno sólo puede alegrarse de que una parte de España haya implosionado: lo que la opinión dominante llama “anarquía” es la condición necesaria para la revolución, como escribió Marx en su propio tiempo. Pero estos movimientos hicieron su impacto subversivo sobre la base de una fuerza centrífuga. Los rejuvenecidos lazos comunitarios también sirvieron para encerrar a cada uno en su pueblo y su barrio, como si el punto fuera descubrir un mundo perdido y una humanidad degradada, contraponer el barrio obrero a la metrópoli, la comuna autogestionada a los vastos dominios capitalistas, el campo de la gente sencilla a la ciudad comercializada, en pocas palabras el pobre al rico, el pequeño al grande y lo local a lo internacional, olvidando que una cooperativa es a menudo el camino más largo al capitalismo.

No hay revolución sin la destrucción del Estado. ¿Pero cómo? Terminando con las bandas armadas, deshaciéndose de hábitos y estructuras estatales, estableciendo nuevas maneras de debatir y decidir – todas estas tareas son imposibles si no van de la mano con la comunización. No queremos el “poder”; queremos el poder de cambiar toda la vida. Como proceso histórico que se extiende por generaciones, ¿puede uno imaginar seguir pagando salarios para la comida y la vivienda todo ese tiempo? Si la revolución es supuesta como política antes que social, esto crearía un aparato cuya única función sería la lucha contra los partidarios del viejo mundo, es decir una función negativa de represión, un sistema de control que no descansaría en otro contenido que su “programa” y su voluntad para realizar el comunismo el día en que las condiciones finalmente lo permitan. Así es como una revolución se ideologiza a sí misma y legitima el nacimiento de un estrato especializado al que se le asigna la supervisión de la maduración y la expectativa del siempre radiante pasado mañana. La misma esencia de la política es la incapacidad y la falta de deseo para cambiar algo: reconcilia lo que es separado sin ir más lejos que eso. El poder está allí, gestiona, administra, supervisa, adormece, reprime: es.

La dominación política (en la cual una escuela entera de pensamiento ve el problema NÚMERO UNO) fluye de la incapacidad de los seres humanos para hacerse cargo de ellos mismos, y de organizar sus vidas y su actividad. Esta dominación persiste sólo a través del desposeimiento radical que caracteriza al proletario. Cuando cada uno participa en la producción de su existencia, la capacidad para la presión y la opresión ahora en las manos del Estado dejará de ser operativa. Es porque la sociedad del trabajo asalariado nos priva de nuestros medios de vida, de producción y de comunicación, faltando muy poco para la invasión del -alguna vez- espacio privado y de nuestras vidas emocionales, que el Estado es todopoderoso. La mejor garantía contra la reaparición de una nueva estructura de poder sobre nosotros es la apropiación más profunda posible de las condiciones de existencia, en cada nivel. Por ejemplo, aun si no queremos a cada uno generando su propia electricidad en sus sótanos, la dominación del Leviathan también viene del hecho de que la energía (un término significativo, pues ‘power’ en inglés también significa poder) nos hace dependientes de complejos industriales que, nucleares o no, inevitablemente permanecen externos a nosotros y fuera de cualquier control.

Concebir la destrucción del Estado como una lucha contra la policía y las fuerzas armadas es confundir la parte con el todo. El comunismo es primero que nada actividad. Un modo de vida en el cual los hombres y las mujeres producen su existencia social paraliza o reabsorbe el surgimiento de poderes separados.

La alternativa planteada por Bordiga: “¿Debemos tomar la fábrica o debemos tomar el poder?” (Il Soviet, 20 de Febrero de 1920) puede y debe ser superada. No decimos: no importa quien gestione la producción, sea un comité ejecutivo o un consejo, porque lo que cuenta es tener la producción sin valor. Decimos: mientras la producción de valor continúe, mientras esté separada del resto de la vida, mientras la humanidad no produzca colectivamente sus maneras y sus medios de existencia, mientras haya una “economía”, cualquier consejo está condenado a perder su poder en las manos de un comité ejecutivo. Aquí es donde nos diferenciamos tanto de “consejistas” como de “bordiguistas”, y el por qué los primeros nos llaman bordiguistas y los segundos, consejistas.

Tomado de Metiendo Ruido.

sábado, 18 de febrero de 2012

Más aportes en torno al "Decrecimiento": Entrevista a Anselm Jappe

Como complemento a las notas críticas desarrolladas por Miguel Amorós hacia la nueva ideología decrecentista, que difundimos hace un tiempo, dejamos esta entrevista a Anselm Jappe, aparecida en el dossier sobre "decrecimiento" que realizara El Viejo Topo, que contribuye no tan sólo a una correcta ponderación de los análisis y propuestas decrecentistas, sino también a una comprensión general e integral de las nuevas luchas anticapitalistas y "ambientalistas".

¿A qué atribuye usted el “boom” del discurso sobre el decrecimiento?


En realidad, la parte del público que actualmente es sensible al discurso del decrecimiento es aún bastante restringido. Sin embargo, esta parte está creciendo. Ello refleja una toma de conciencia frente a los desarrollos más importantes de los últimos decenios: sobre todo la evidencia que el desarrollo del capitalismo nos arrastra hacia una catástrofe ecológica y que no serán unos nuevos filtros o unos coches menos contaminantes los que resolverán el problema. Hay un recelo difuso incluso respecto a la idea de que un desarrollo económico perpetuo sea deseable y al mismo tiempo una insatisfacción con las críticas al capitalismo que reprochan esencialmente su distribución injusta de la riqueza o solamente sus excesos, como las guerras y las violaciones de los “derechos humanos”. El interés por el concepto de decrecimiento traduce la impresión creciente de que es toda la dirección del viaje emprendido por nuestra sociedad la que es falsa, por lo menos desde hace unos decenios. Y que estamos ante una “crisis de civilización”, de todos sus valores, también en el nivel de la vida cotidiana (culto al consumo, la rapidez, la tecnología etc.).

Hemos entrado en una crisis que es económica, ecológica y energética al mismo tiempo y el discurso sobre el decrecimiento considera todos estos factores en su interacción en vez de querer reactivar el crecimiento con “tecnologías verdes”, como lo hace una parte del ecologismo, o de proponer una gestión diferente de la sociedad industrial, como lo hace una parte de la critica heredera del marxismo.

El decrecimiento gusta también porque propone modelos de comportamiento individual que se pueden empezar a practicar hoy y aquí, pero sin limitarse a ellos, y porque redescubre virtudes esenciales como la convivialidad, la generosidad la sencillez voluntaria y la donación. Pero atrae igualmente por su rostro amable, que hace creer que se puede alcanzar un cambio radical con un consenso generalizado, sin atravesar antagonismos y evitando fuertes enfrentamientos. Se trata de un reformismo que se quiere auténticamente radical.

¿Cómo se sitúa usted en relación con los debates decrecentistas? ¿Le convencen sus análisis y propuestas?

El pensamiento del decrecimiento tiene sin duda el mérito de querer romper con el productivismo y el economicismo que constituyeron durante mucho tiempo el fondo común de la sociedad burguesa y de su crítica marxista.

La crítica profunda del modo de vida capitalista parece estar, en general, más presente en los decrecentistas que, por ejemplo, en los partidarios del neo-obrerismo, que continúan creyendo que el desarrollo de las fuerzas productivas (particularmente en su forma informática) conducirá a la emancipación social. Los decrecentistas intentan descubrir elementos de una sociedad mejor en la vida de hoy — a menudo procedentes de la herencia de sociedades precapitalistas, como la actitud frente a la donación. Pues no corren el riesgo, como otros, de apostar por perseguir la descomposición de todas las formas de vida tradicionales y la barbarie que supuestamente prepare un renacimiento milagroso (como por ejemplo la revista Tiqqun y sus sucesores en Francia). EI problema es que los teóricos del decrecimiento se pierden en vaguedades en lo que concierne a las causas de la dinámica del crecimiento.

En su crítica de la economía política, Marx ya ha mostrado que la sustitución de la fuerza de trabajo humano por el empleo de la tecnología reduce el “valor” representado en la mercancía, lo que empuja al capitalismo a aumentar permanentemente la producción. Son las categorías básicas del capitalismo — el trabajo en abstracto, el valor, la mercancía, el dinero, que no pertenecen en absoluto a todo modo de producción, sino únicamente al capitalismo — las que engendran su ciego dinamismo. Más allá del límite externo, constituido por el agotamiento de los recursos, el sistema capitalista contiene desde su inicio un límite interno: la obligación de reducir — a causa de la competencia — el trabajo vivo que constituye al mismo tiempo la única fuente del valor. Desde hace unos decenios este límite parece haber sido alcanzado y la producción del valor “real” fue ampliamente sustituido por su simulación en la esfera financiera. Además, los límites externo e interno empezaban a aparecer a plena luz en el mismo momento: alrededor de 1970. La obligación de crecer es pues consustancial con el capitalismo. El capitalismo solamente puede existir como huida hacia delante y como crecimiento material perpetuo para compensar la disminución del valor. Así, un decrecimiento verdadero solamente es posible a costa de una ruptura total con la producción de mercancías y del dinero. Pero los “decrecentistas” retroceden generalmente ante esta consecuencia que les puede parecer demasiado “utópica”. Algunos se han adscrito al eslogan: “salir de la economía”. Pero la mayoría permanece en el marco de una “ciencia económica alternativa y parece creer que la tiranía del crecimiento es solamente una especie de malentendido que se podría atacar sistemáticamente a fuerza de coloquios científicos que discuten sobre la mejor manera de calcular el PIB.

Muchos decrecentistas caen en la trampa de la política tradicional y quieren participar en las elecciones o entregan cartas firmadas dirigidas a parlamentarios. A veces incluso es el suyo un discurso un poco “snob’ con el que los ricos burgueses aplacan su sentimiento de culpa recuperando ostensiblemente las verduras desechadas al cierre del mercado. Y si la voluntad de eludir la división entre izquierda y derecha puede parecer inevitable, hay que preguntarse por qué la “Nueva Derecha” ha mostrado interés por el decrecimiento, así como preguntarse por el riesgo de caer en una apología acrítica de sociedades “tradicionales” en el Sur del mundo.

En pocas palabras, diría que el discurso de los decrecentistas me parece más prometedor que muchas otras formas de la crítica social contemporánea, pero aún queda mucho que desarrollar y sobre todo deben perder sus ilusiones sobre la posibilidad de domesticar a la bestia capitalista sólo con buena voluntad.

Ha mencionado unos puntos débiles y otros positivos en la teoría del decrecimiento. Pero, ¿no testimonia el eslogan “salir de la economía” una cierta ignorancia de la dificultad de crear islotes de decrecimiento en el capitalismo? Otras formas de la crítica social contemporánea saben de los procesos contradictorios dentro de las sociedades capitalistas y de la importancia de las luchas sociales, un aspecto que parece subvalorado en el discurso decrecentista. ¿Lo cree así?

Hay una cierta necedad en creer que el decrecimiento podría convertirse en la política oficial de la Comisión Europea o algo parecido. Un “capitalismo decreciente” sería una contradicción en los términos, tan imposible como un “capitalismo ecológico”. Si el decrecimiento no quiere reducirse a acompañar y justificar el ”creciente” empobrecimiento de la sociedad — y este riesgo es real: una retórica de la frugalidad podría dorar la píldora a los nuevos pobres (que pueden llegar a tener que hurgar en el cubo de la basura) y transformar lo que es una imposición en una apariencia de elección – tiene que prepararse para los enfrentamientos y los antagonismos. Pero estos antagonismos no coinciden ya con los tradicionales, constituidos por la “lucha de clases”.

Una superación necesaria del paradigma productivista - y de los modos de vida correspondientes - encontrará resistencia en todos los sectores sociales. Una parte de las “luchas sociales” actuales en todo el mundo, es esencialmente la lucha por el acceso a la riqueza capitalista, sin cuestionar el carácter de esta supuesta riqueza. Un trabajador chino o indio tiene mil razones para reivindicar un mejor salario, pero si lo recibe se comprará probablemente un coche y contribuirá así al “crecimiento” y a sus consecuencias nefastas en los terrenos ecológico y social. Esperemos que las luchas para mejorar la situación de los explotados y de los oprimidos se desarrollen simultáneamente con esfuerzos para superar el modelo social fundado en un consumo individual excesivo. Quizás ciertos movimientos de campesinos en el Sur del mundo van ya en esta dirección, sobre todo si recuperan ciertos elementos de las sociedades tradicionales como la propiedad colectiva de la tierra, o la existencia de formas de reconocimiento del individuo que no están relacionadas con su fortuna en el mercado.

Anselm Jappe es filósofo. Publicó una monografía sobre Guy Debord en Anagrama y es colaborador de publicaciones como Il Manifesto y EXIT!.Enseña estética en la Academia di belle Arti di frosinone (Italia).

domingo, 12 de febrero de 2012

Perú: Posiciones revolucionarias frente a la lucha contra las mineras

¡NO SOMOS ANTISISTEMA, EL SISTEMA ES ANTINOSOTROS!

La historia se repite. En los últimos años vemos un incremento en la inversión de capitales mineros en esta región del mundo llamada Perú (Huancayo, Puno, Arequipa y actualmente Cajamarca) acompañadas de movilizaciones y  frontales protestas masivas. En un contexto social de crisis económica mundial, donde el poder económico empresarial hace lo posible e imposible para salvaguardar sus ganancias a costa de la existencia y explotación de las grandes mayorías descamisadas y trabajadoras del mundo entero; la extracción de oro y plata, resulta ser un negocio beneficioso para los monopolios que se dedican a este rubro. 

Este país es un excelente lugar para sacar un lucrativo dinerito a través de las minas. Unas cuantas decenas de millones de dólares distribuidos en: permisos al gobierno de turno, expediciones de exploración, maquinaria pesada, estructuras especializadas, mano de obra barata, su respectiva aceitadita y queda todo listo; esas decenas se pueden convertir en miles de millones. Aunque hay un ligero inconveniente en dicha actividad; los pobladores de dichos lugares que se encuentran cerca de los yacimientos mineros, que se rehúsan a que sus tierras sean depredadas y sus condiciones de vida rebajadas a la miseria absoluta.

Aquí no repetiremos lo que, hasta un buen demócrata liberal nos puede decir: que las mineras con-taminan el medio de vida de los pueblos de los alrededores, que llenan el lugar gases tóxicos, que envenenan el aire, que infectan el agua de los ríos y lagunas con mercurio y demás químicos, que queman los suelos y subsuelos, que fuerzan la extinción de especies animales y vegetales. Lo que todos buscamos es explicarnos el fondo del problema, ya que sus consecuencias, nefastas y morta-les, son de conocimiento general y público. 

Los empresarios, de cualquier rama de la producción, buscan siempre gastar menos para ganar más. En el caso de las mineras, estas irrumpen, por encima y en contra de lo que podríamos llamar “naturaleza” y “humanidad”. Todo lo que se encuentra en medio es convertido en mercancía, hasta nosotros mismos. El capital vuelve mercancía hasta lo menos pensado (agua en frasco, banco de esperma, etc.). Lo importante es ganar y acumular dinero, si mueren o no animales y plantas, hombres-mujeres y sus respectivas comunidades no es problema suyo. Entendamos entonces que no se trata aquí de buenos o malos empresarios, de escrupulosos o negligentes políticos, de empresas responsables o capitalistas ambiciosos; es la lógica de este mundo mercantilizar todo, imponer las necesidades del mercado ante las necesidades humanas, colectivas y naturales. Aquí no hay que denunciar a un proyecto minero o a un presidente mentiroso, aquí hay que negar con actos reales la misma lógica de la existencia de la humanidad bajo la dictadura democrática del dinero, y las condi-ciones mismas que permiten nuestro sometimiento. Nuestro problema no es tal o cual empresario, sino el gran andamiaje llamado capital. 

En cada conflicto social entre los intereses de los pueblos en preservar su supervivencia contra los intereses mineros que buscan desarrollarse a costa de la destrucción del habitad natural, el Estado, supuesto órgano neutro de la sociedad, nos demuestra al fin y al cabo, detrás del velo de la impar-cialidad, a quien realmente sirve y obedece. Es ahí cuando muestra explícitamente que su única su función es defender el sistema que lo alimenta, hacer respetar la propiedad privada, imponer el trabajo asalariado, permitir la mercantilización de todo lo existente, apoyar la destrucción directa o indirecta de lo que tenga que ser destruido en defensa del progreso. Por más que el gobierno sea de derecha o izquierda, nunca expulsará al capital minero (aunque si lo expulsara la esencia del sistema será la misma), y menos cambiará la vida comprada y maquinizada que tenemos, en el “mejor de los casos” pondrá ciertas medidas ecológicas y medio-ambientales para que la población quede medianamente apaciguada; aunque siempre depende de cuánto dinero haya en juego y qué cueste más… las medidas ambientales o la represión en las calles. Los ejemplos sobran, sin ir muy lejos, hemos sido testigos de cómo el gobierno aprista llevó a cabo una masacre en Bagua, reprimió bru-talmente las protestas en Puno y ahora el gobierno encabezado por Ollanta impone el “Estado de Emergencia” ante las protestas de los pobladores en Cajamarca. 

Como podemos entender, si queremos que sea sólo un penoso momento en la historia, la vida mercantilizada; debemos de actuar por nosotros mismos, es inconcebible e injustificable quedarse con la boca cerrada, los brazos cruzados y el cerebro nublado ante la arremetida directa y legalizada que efectúa la empresa minera Yanacocha en Cajamarca contra la sobrevivencia de la precaria población campesina y la multitud socialmente marginal de esta región… Decimos que es inconcebible no porque sintamos lastima por estas personas que sufren en carne propia la dictadura del dinero sobre su vida ni porque nos creamos sus defensores… Decimos que es injustificable porque nosotros también, en formas diferentes pero igual de contundentes y subyugantes, somos golpeados por esta sociedad organizada para el lucro, para la acumulación financiera, para la mercantilización de todo lo que se pueda y quieran poner a la venta. No podemos entonces permitir que seamos arrastrados por las fuerzas ciegas de la economía mercantil y su consecuente orga-nización social.

Nos solidarizamos con el sufrimiento de los pobladores afectados en Conga, pero nos solidarizamos en el sentido integral y real… estamos empujados a ser causa común contra esta forma democráticamente organizada que tiene este sistema para imponernos su lógica, a ser causa común contra las condiciones de vida que nos imponen, a ser causa común en la búsqueda de la salida a nuestros problemas; cerremos filas ante el enemigo de la vida y respondamos con un gran golpe contundente y mortal contra la raíz y las ramas del sistema, contra la parte y el todo, a todo nivel, en todo espacio, creando y basándonos en la historia de rebeldía de los apartados, de los excluidos y desposeídos. Sólo así veremos el fin de nuestra esclavitud asalariada, veremos el inicio de una ver-dadera vida, que hasta ahora nos ha sido negada, a los de la inmensa mayoría de la humanidad.

No nos dejemos engañar entonces por movilizaciones como ¡Conga no va!, si bien nos solidarizamos con la resistencia de los pueblos al exterminio masivo en las garras del capital, denunciamos la política y mistificaciones, de los mesías de siempre, que plantean la posibilidad de la coexistencia entre el mundo burgués y la naturaleza (incluidos nosotros dentro de ella). La politiquería se aprovecha de las reacciones desesperadas de los que somos atacados brutalmente por el Totalitarismo Mercantil, creando el fetiche de la lucha salvadora, de la política del cambio, de la política popular, cuando nunca se ataca la base misma del sistema, cuando nunca se plantea seriamente la posibilidad latente que tenemos en nuestras manos de derrumbar el mundo creado para el lucro y la codicia,  y construir nuestro mundo, un mundo humano, natural y colectivo, un mundo donde decidamos libremente nuestro destino. 

Esto es lo que se encuentra en líneas generales detrás de los conflictos producidos por la minería. Esta es la verdadera faz del capitalismo: explotación y ganancia. Por tanto, la única acción realmen-te legítima que pueda permitir una nueva forma de mundo es atacando al capital, a su producción, a su cotidianidad… A realizar acciones entonces, que vayan fuera de la oferta y la demanda, de la venta y compra. Por todo el mundo recorre el hartazgo, la cólera, la indignación, por las calles del mundo banderas sin colores van buscando su color, vamos creando nuestra lucha, vamos encontrándonos con nuestra propia fuerza dormida, que creían nos la quitaban por completo con el trabajo, pero estamos aquí inconformes y rebeldes, escarbando en nuestro pasado para construir una nueva historia. “Radicalicemos nuestras luchas. Es decir, vayamos a la raíz de los conflictos. Rescatemos las experiencias positivas de cada movimiento y sacudámonos de todo lastre politiquero, que sólo intenta limitar y castrar nuestras luchas, vaciándolas de contenido a cambio de –en el mejor de los casos– obtener migajas por un breve tiempo, mientras arriba se atragantan con el pastel.” “Reconozcámonos como explotados/as y construyamos de forma autónoma los caminos para dejar de serlo. De otra manera, este proceso de movilizaciones no pasará de ser una anécdota en la cotidianidad de la explotación estatal/capitalista.” 

Queda claro que los problemas diarios que sufren los pobladores que viven cerca a los proyectos mineros no se inician con las minas, la vida en sí misma (tal y como la conocemos) ya es un problema, es una carga, somos números, mercancías, factores, que se compran y venden. Los conflictos producidos en relación a la minería sólo evidencia la contradicción latente que existe entre el dinero y el hombre, entre la empresa y la naturaleza, entre el capital y la vida.

Tenemos aun sangre en las venas, tanta como para decidir no seguir aguantando más destrucción de lagunas; contaminación de ríos, de aire, de tierra; envenenamiento de plantas y animales; extinción forzosa de ecosistemas; y unido a esto… tampoco queremos seguir siendo sometidos a vidas rutinarias, obligados a vendernos al mejor postor, a comprar nuestras alegrías en los mercados, tener trabajos sofocantes, humillantes. Estamos artos de que nos pinten nuestra miseria diaria de colores y que nos mientan con sus espectáculos, haciéndonos creer que si queremos una vida mejor tenemos que votar por la izquierda o derecha, estamos cansados de vivir en la fantasía, cansados de ilusiones forzadas, cansados del mito del pobre que se vuelve rico, cansados de trabajar y dormir para trabajar, cansados de comer para ir a morir en el trabajo.

Contacto: comitedeurgencia@gmail.com

CAPITAL MINERO  VS. PUEBLO INDIGNADO
(MÁS ALLÁ DE LO EVIDENTE)


La historia se repite. Estos últimos años ha habido un incremento de inversión de capita-les mineros en esta región del mundo. Huancayo, Puno, Arequipa y actualmente Caja-marca; pueblos enteros movilizados realizando protestas masivas y radicales contra la presencia de la extracción y contaminación minera cerca a sus medios de vida. En un contexto de crisis económica mundial, donde se busca salvar los mercados e intereses empresariales a costa de la existencia de las grandes mayorías trabajadoras del mundo entero (ahí están las medidas de austeridad en Europa, donde el proletariado ha respondido con organización y violencia) la extracción de oro y plata resultan ser muy be-neficiosos para los monopolios que se dedican a este rubro.

El Perú es un excelente lugar para invertir capital minero. Unos cuantos cientos de millones de dólares distribuidos en: permisos al gobierno de turno, expediciones de exploración, maquinaria pesada, estructuras especializadas, mano de obra barata y queda todo listo… esos cientos se pueden convertir en miles de millones. El único problema, el único pequeño y fastidioso inconveniente podrían ser los habitantes que se encuentran cerca de los yacimientos mineros.

 Aquí no repetiremos lo que, hasta lo que un buen demócrata puede decir… que las mineras contaminan el medio de vida de los pueblos que se encuentran cerca, que lle-nan el lugar de esmog, gases tóxicos, que envenenan el aire, que infectan el agua de los ríos o lagunas con mercurio y algunos otros químicos, que queman los suelos y subsuelos, que hacen inevitable la extinción forzada de especies animales y vegetales. Lo que se busca es mostrar cuál es la verdadera raíz del problema, ya que sus consecuencias, nefastas y mortales, son de conocimiento general y público.

El capital es un sistema vivo, que sólo puede reproducirse a costa del trabajo de masas, mundialmente dispersas, de sectores de la población que no tengan nada más que in-tercambiar que su vida misma. El empresario particular, de cualquier sector o rama de la producción, busca siempre gastar menos para ganar más, de esta forma la mercancía que ofrece podrá ser rápidamente consumida en el mercado y monopolizará su ámbito de comercialización, el mercado de tal o cual producto en venta. En el caso de las mineras, estas irrumpen, como cualquier otro sector capitalista, por encima y en contra de lo que podríamos llamar “naturaleza” y “humanidad”. El capital vuelve mercancía hasta lo menos pensado (agua en frasco, banco de esperma, etc.) Lo importante es ganar, es obtener beneficio, si mueren o no animales y plantas, hombres-mujeres y sus respectivas comunidades no es problema suyo. Entendamos bien que no se trata aquí de buenos o malos empresarios, de escrupulosos o negligentes políticos, de empresas responsables o capitalistas ambiciosos… es la lógica de este mundo mercantilizar todo, es la lógica del mundo burgués imponer las necesidades del mercado ante las necesidades humanas y naturales. Aquí no hay que denunciar a un proyecto minero o a un presidente mentiroso, aquí hay que denunciar a la misma lógica de la existencia de la humanidad bajo la dictadura de la economía. 

En cada conflicto social donde se manifiestan los intereses de los pueblos en preservar su existencia bajo la producción agrícola y los intereses mineros que tienden a la des-trucción de estos mismos lugares, el Estado, supuesto órgano neutro de la sociedad, muestra al conjunto de la sociedad a qué clase pertenece, sirve y obedece. Es que jus-tamente su función es velar por el sistema que lo mantiene existiendo, por la propiedad privada, por el trabajo asalariado, por la mercantilización de todo lo existente, por la destrucción indirecta de lo que tenga que ser destruido en defensa del progreso (capitalista). El Estado, por más que lo presida un partido de izquierda o de derecha, nunca expulsará al capital minero, a lo mucho le pondrá ciertas medidas ecológicas y medio-ambientales para que la población quede medianamente tranquila; aunque siempre depende de cuánto dinero haya en juego y qué cueste más… las medidas ambientales o la represión en las calles.

Cuando la población de los lugares afectados sale a las calles a imponer su “derecho democrático a la vida”, toda la izquierda y clase política socialdemócrata entra a la caza de ingenuos e incautados. Se mezclan los sectores progresistas de la iglesia, con ONGs, sindicatos, frentes regionales y partidos de todos matices izquierdistas.  Todos estos bus-cando dirigir la ira del pueblo, encauzándolas a su beneficio particular, a su interés organizacional que puede variar en algunos casos en forma pero en el fondo todos son parte del mismo espectáculo, son parte de la política capitalista y por lo tanto defienden en esencia al sistema y su forma establecida de avance y desarrollo. “El ecologismo que sólo cuestiona los aspectos técnicos de la dominación global, está actuando como jardi-nero esclavo de las mansiones de los ricos. Los conflictos ambientales deben ser abordados de manera integral como parte de la explotación total a que nos somete el capitalismo y sus Estados. La única forma de superarlos es la acción integral y autónoma de nuestra clase, desechando toda mediación, creando desde ya las condiciones para una sociedad libre de alienación, empleando las medidas de fuerza que sean necesarias y coherentes para conseguir nuestra auto-liberación.”(1)

Es necesario solidarizarse con el atentado directo del capital a la vida de estas comuni-dades, que si bien cuentan con propiedad privada, sólo existen para sobrevivir, arreglán-doselas inestablemente, subsistiendo a duras penas a lo único que tiene. Si bien entendemos que estas comunidades luchan por defender su propiedad, su pedazo de tierra y vemos que esto los encadena a reproducir a cierto nivel el mercantilismo y su lógica, entendemos más aún el ataque que reciben por parte del interés financiero capi-talista. Nosotros diariamente, los proletarios del mundo, nos vemos amenazados por el régimen cotidiano de existencia. Aquí el problema es uno solo, es el sistema que niega la posibilidad de cubrir nuestras necesidades realmente naturales imponiéndonos sus necesidades, todo lo que consumimos realmente no nos sirve a nosotros, no sirve para la sociedad, sirve para las arcas de la burguesía.

No nos dejemos engañar entonces por movilizaciones como ¡Conga no va!, si bien nos solidarizamos con la resistencia de los pueblos al exterminio masivo en las garras del capital, denunciamos la política y mistificaciones de la izquierda, planteando que es posible la coexistencia entre el mundo burgués y la naturaleza (incluidos nosotros dentro de ella). El reformismo se aprovecha de las reacciones desesperadas de los atacados brutalmente por el sistema creando el fetiche de la lucha salvadora, de la política del cambio, de la política popular, cuando nunca se ataca la base misma del sistema. El pretexto siempre es y será que los procesos son largos y que de a poquitos, entrado en la política que el mismo sistema te brinda, se podrá mejorar todo… obviamente no dicen que se podrá mejorar todo para la economía burguesa.

Esto es lo que se encuentra en líneas generales detrás de los conflictos producidos por la minería. Esta es la verdadera faz del capital: explotación y ganancia. La única acción realmente legítima que pueda permitir una nueva forma de vida es atacando al capital, a su producción, a su cotidianidad… a realizar acciones entonces, que vayan fuera de la oferta y la demanda, de la venta y compra, del reformismo político. Como dicen nuestros compañeros del R.A.P.  “Radicalicemos nuestras luchas. Es decir, vayamos a la raíz de los conflictos. Rescatemos las experiencias positivas de cada movimiento y sacudámonos de todo lastre politiquero, que sólo intenta limitar y castrar nuestras luchas, vaciándolas de contenido a cambio de –en el mejor de los casos– obtener migajas por un breve tiempo, mientras arriba se atragantan con el pastel.” “Reconozcámonos como explotados/as y construyamos de forma autónoma los caminos para dejar de serlo. De otra manera, este proceso de movilizaciones no pasará de ser una anécdota en la cotidianidad de la explotación estatal/capitalista.
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Notas:

sábado, 4 de febrero de 2012

Egipto: "La revuelta continúa" + "Sobre la tragedia en Egipto" (acerca de los acontecimientos en el estadio de Port Said)

A continuación difundimos un interesante reportaje sobre las revueltas egipcias aparecido en Crimethinc y traducido al español por el sitio Alasbarricadas.org. Este también se encuentra disponible en Hommodolars.

Además, damos espacio a una breve nota que entrega antecedentes para comprender las razones tras la tragedia (o más bien masacre) ocurrida el miércoles pasado luego de un partido de fútbol en el estadio de la ciudad de Port Said, en la que murieron más de 70 personas y cientos quedaron heridas. En este sentido, contribuye a clarificar la relación -descrita también en el reportaje precedente- entre el fútbol, o más bien las hinchadas ("ultras") y el ambiente de agitación que se vive en las calles de Egipto.


Egipto: la revuelta continúa

Nota de ALB: Justo para el aniversario del comienzo de la insurrección egipcia, la web anarquista norteamericana Crimethinc recibió este reportaje de un compañero que ha participado en los últimos enfrentamientos en El Cairo del mes de diciembre. Nos ofrece una visión actualizada del contexto actual en Egipto, así como fotos e incluso una cobertura de video desde la línea de frente.
Hemos querido traducir este texto porque refleja bastante bien la complejidad de la situación, con agudas luchas sociales, y con una importante lucha política llevada acabo entre el antiguo régimen y los que se disputan el contro del nuevo. Estas luchas se desarrollan en un país del que anteriormente lo desconocíamos casi todo, en especial su contexto político. No queremos quitar ojo de lo que ocurra en aquellas tierras, puesto que su ejemplo logró incendiar el anodino panorama internacional en el 2011.


Egipcios levantando adoquines a su paso para combatir al ejército en el edificio del Gabinete. 
En vivo desde las calles de El Cairo

Cuando oíamos los disparos que salían desde el edificio del Gabinete, sabíamos que eran de fogueo. A pesar de haber visto a los militares utilizar balas de verdad en ese mismo día, teníamos una ingenua sensación de seguridad por las miles de personas que estábamos en las calles.

Cuando se oyeron gritos y se desató el pánico - ya que una persona que estaba cerca recibió un balazo en el cuello y corrió hacia las ambulancias de detrás de la multitud - seguimos en pie, junto con la mayoría de la gente. La calma que sentíamos era un testamento de una sensación de fuerza numérica que nunca habíamos sentido antes.

La escena era surrealista: unos cuantos centenares de personas en un momento dado intercambiando proyectiles con los soldados egipcios, mientras que otras miles estaban de pie solo a unos metros como colchón humano. Entre ellos, había vendedores callejeros que te vendían de todo, desde comida y té, hasta cascos y keffiyés.

Desde entonces nos hemos despertado con noticias de que el ejército había incendiado la ocupación que había afuera del edifico del Gabinete. Sabíamos que cuando anocheciera, las cosas podrían ser más difíciles para nosotros. Esquivar los proyectiles de los militares puede ser complicado en la oscuridad, y sin los medios de comunicación delante, los militares podrían incluso jugar más sucio. Pero la determinación de la gente era contagiosa, y no nos podíamos echar atrás.
Levantaos! Un enérgico manifestante a hombros de sus compañeros anima a cientos más cuando avanzan hacia el frente. 
Un año de revuelta

Hace un año, millones de egipcios tomaron las calles y ocuparon las plazas públicas como parte de la oleada de revueltas populares que se conocieron como la Primavera Árabe. Inspirados por el levantamiento en Tunicia, los egipcios superaron la parálisis del miedo y se enfrentaron a sus opresores cara a cara, enfrentándose con la policía en el 'día nacional de la policía'. La gente fue dispersada, pero los enfrentamientos continuaron en los barrios y en las calles de todo Egipto, haciendo que la policía permaneciera dispersa mientras se destruía la infraestructura policial y se preparaba a las masas para el "Día de Rabia". El 28 de enero, el pueblo de El Cairo retomó la plaza Tahrir, rompiendo las barricadas policiales mediante manifestaciones descentralizadas que salieron desde los barrios de toda la ciudad. Con la policía derrotada y superada, surgieron espontáneamente patrullas en los barrios para protegerse, mientras que Tahrir se transformó en una zona autónoma y en una ciudad-campamento. Dos semanas más tarde, las calles estallaron en una estruendosa celebración cuando Mubarak abandonó el poder.

Un año más tarde, acaba de concluir la tercera ronda de las elecciones, aunque los militares aún conservan el poder político. También mantienen más de 12.000 presos políticos, que han sido rápidamente condenados en tribunales militares. Las calles de El Cairo están llenas de grafitis y de restos de las protestas políticas que derivaron en combates callejeros. Muros de bloques de hormigón bloquean las carreteras en donde militares y policías se enfrentaron a los manifestantes solo hace unos meses; las aceras y escaleras de mármol permanecen destrozadas donde los militantes callejeros improvisaron hace poco su munición. Algunas asambleas de barrio se han transformando en "comités populares de defensa de la revolución", que cubren desde los servicios básicos hasta el gobierno local. Mientras tanto, se han formado más de 100 sindicatos independientes, rompiendo el anterior monopolio del estado sobre el trabajo organizado.


Egypt Street View from CrimethInc. Workers' Collective on Vimeo.

Jóvenes lanzan molotovs y piedras al ejército sobre el tercer muro militar entre Tahrir y los edificios del gobierno en las cercanías, durante los enfrentamientos de diciembre.

Desde (A) pintadas en las paredes de los edificios del gobierno hasta la explosión de sindicatos independientes y federados, se pueden ir viendo tendencias anarquistas en Egipto en tanto que su pueblo lucha por lograr un cambio revolucionario después de su gran momento. Pero no es la primera vez que hay corrientes anarquistas, tanto implícitas como explícitas, en el paisaje político egipcio.

Los anarquistas griegos en El Cairo y Alejandría fueron clave para crear el primer sindicato egipcio, el sindicato de enrolladores de cigarros, en 1899. Los anarquistas italianos también estuvieron implicados en el movimiento sindical egipcio, hasta los años 1950s, pero el movimiento sindical independiente fue destruido tras del golpe militar de 1952. El movimiento sindical independiente resurgió a finales de 2006, aunque en realidad terminó de materializarse a finales de 2008.

Los sindicatos jugaron un papel clave en el éxito del levantamiento del 25 de enero. Desde el 7 de febrero, comenzó una huelga en el transporte público en el área metropolitana de El Cairo, junto con numerosas protestas laborales en el Canal de Suez - y otras acciones industriales en todo el país - que ayudaron a derrocar a Mubarak el 11 de febrero.

La revolución también ha provocado el nacimiento de la primera federación sindical independiente de la historia egipcia. Desde su fundación, en el quinto día de la revolución, se han formado más de 100 sindicatos y asociaciones profesionales independientes, entre ellas una del transporte público. También ha llevado a las autoridades a disolver la junta directiva de la Federación de Trade Unios Egipcia (ETUF), que ha monopolizado el movimiento sindical por ley desde 1957.

Pero las revoluciones no sólo se circunscriben al puesto de trabajo. Aunque las huelgas y otras acciones industriales presionaron económicamente al régimen, el éxito de que los egipcios tuvieron al liberar las calles del control policial se debe en gran medida a otro grupo organizado. Los "ultras", los fanáticos extremos del fútbol, que eran uno de los grupos mejor preparados y más coordinados en las marchas hacia Tahrir. Se convirtieron en la línea de frente en la batalla contra la policía para reconquistar el acceso a la plaza. Organizados via mensajes de foros de internet, después de que uno de ellos fuera asesinado en Tahrir, llegaron con fuerza el Día de Rabia. Mantuvieron una fuerte presencia en la plaza durante la ocupación, especialmente en los momentos en los que los ocupantes estaban más amenazados por la violencia estatal y para-estatal.

Antes del pasado enero, los "ultras" eran vistos como unos hooligans apolíticos de fútbol que nadie quería que causaran problemas. Sin embargo, eran uno de los pocos grupos sociales en Egipto con experiencia en enfrentamientos contra la policía, y su papel central para tomar las calles aumentó enormemente su popularidad. Los grupos ultras tienen decenas de miles de miembros en todo Egipto, muchos de los cuales se identifican como anarquistas. Entre las organizaciones ultras se rechaza situarse en el espectro político, sus tácticas y modos de organización son extremadamente anti-autoritarios. Se organizan sin líderes ni jerarquías, rechazan patrocinios financieros, luchan contra la comercialización del deporte, y viven sus vidas en conflicto con las fuerzas de seguridad del estado. "All Cops Are Bastards" (ACAB) es un lema central entre los ultras, y mediante cánticos y grafitis han popularizado este lema en la sociedad egipcia.

Los ultras fueron los primeros en utilizar el grafiti para difundir la brutalidad policial y pedir libertad de expresión, y esto les atrajo simpatizantes y nuevos miembros en los años anteriores a la revolución. Hoy, ACAB, es el grafiti más común en El Cairo, y se pinta en las paredes de todo Egipto. Los ultras siguen siendo una poderosa fuerza social que le da dientes al movimiento, apareciendo a las manifestaciones con bengalas, cócteles molotov, petardos y canciones de desafío que se han adoptado ampliamente.
Toma de material: después de uno de los muchos enfrentamientos con la seguridad del estado que llevó a que un oficial fuera atrapado y que se le quitara su uniforme; un manifestante triunfal se fotografía con su material antidisturbios.
El movimiento revolucionario nacido en Tahrir también atrajo a muchos que tradicionalmente estaban excluidos de la organización política clásica: los millones de personas que sobrevivían a través de la acción directa y que subsistían con tan solo un dolar al día. Los niños de la calle y los chabolistas que hicieron de Tahrir su casa se quedaron allí una vez que la fiesta había terminado. Las condiciones que les llevaron a levantarse no habían cambiado con la caída de un político, así que su ocupación continuó. La juventud callejera, incluso de hasta seis años, continuó siendo una de las combatientes más valientes y comprometidas en esta revolución, levantando adoquines del suelo y corriendo delante de la policía con escudos auto-fabricados, keffiyes, y hondas. Los medios de comunicación egipcios los desprecian como busca-problemas sin motivaciones políticas, o dicen que les han pagado, o que se les obliga a combatir. Pero al verlos esquivar balas de verdad entre nubes de gas lacrimógeno, hace que estos jóvenes egipcios parezcan palestinos lanzadores de piedras que tanto les inspira.

En la caótica extensión de los barrios autconstruidos de alrededor de El Cairo la auto-organización es un medio de supervivencia diaria. Los que no tienen casa las construyen en tierras ocupadas u ocupan estructuras vacías. Pinchan el agua y la electricidad cuando las autoridades se las cortan, y se enfrentan a la policía cuando hacen redadas en los barrios para desalojar o privarlos de los servicios esenciales. Bolsas de comunidades cercadas, habitadas por las clases superiores de El Cairo, se aislan de las clases excluidas y hacen visible la intensa estratificación de la riqueza en la sociedad egipcia actual.

Pero una parte de la creciente sub-clase egipcia, animada por la revolución, está pasando a la ofensiva. Han comenzado una oleada de ocupaciones de edificios de apartamentos vacíos bien orquestada en áreas mejores. Hace unos pocos meses tuvo lugar una toma coordinada de 2.000 viviendas en el barrio 6th of October City, que provocó una importante confrontación con miles de soldados desplegados para desalojarlos. Los ocupas defendieron sus nuevas casas con armas de fuego y cócteles molotov. Otros irrumpieron en los edificios de apartamentos de Sheikh Zeyad City, ocupando los pisos y demandando viviendas permanentes. Estas acciones de alto perfil son un testimonio de la creciente fuerza de diferentes comunidades que se organizan horizontalmente y actúan colectivamente.

Y no se queda esto en los barrios de chabolas. Examinando la construcción de la mayoría del Cairo contemporáneo, se podría decir que el desarrollo informal se ha desarrollado con una mínima o nula asistencia del estado, en su mayoría a través de la organización de los propietarios de los solares vecinos o con un desarrollo espontáneo tutelado por la intervención y negociación de los vecinos. Esto ha llevado a un sistema altamente funcional de vencindarios, aunque con algunos problemas comunes que tienen que ver con asuntos como la planificación de las zonas verdes, la anchura de las calles, y la altura de los edificios. Aún así, se han resuelto gran cantidad de necesidades sin una acción real del gobierno, y definitivamente se ve una evidencia de algún tipo de planificación y cooperación popular a nivel local.

Durante la ocupación original de Tahrir, el auto-gobierno de los barrios convirtió en una necesidad. Las, ya mínimas, infraestructuras de gobierno cesaron de funcionar, e incluso policías de paisano tomaron parte en los saqueos organizados para aterrorizar a la gente. En cuestión de una sola noche aparecieron comités populares de barrio por todo el país. La gente salió de sus casas a la calle en medio de un bloqueo total de telefonía movil y de internet, e instalaron puntos de control y sistemas de comunicaciones para defender sus barrios de la policía y de otros elementos anti-sociales.

En Tahrir, también surgió otra comunidad autónoma. Se crearon en las tiendas clínicas y logística diversa para atender las necesidades de los manifestantes, mientras que aparecieron grupos de debate, conferencias, conciertos, biblioteca, escuela, e incluso un "Cinema Tahrir" que se aseguraban de que la plaza fuera un lugar para la educación política y para la forja de relaciones profundas. Al igual que las protestas Occupy que inspiraron, estas iniciativas estaban apoyadas por donaciones y por voluntarios auto-organizados. La ayuda mutua y la asociación voluntaria era la norma, y la lógica del capitalismo y las relaciones de poder se desvaneció. Pero la ocupación no se dio sin controversias. Los ladrones y los matones eran un problema persistente en Tahrir, uno de ellos provocó incluso la creación de una cárcel y la aparición de vigilantes de seguridad y de un sistema de justicia con varios grados de respeto por los derechos humanos. Aún así, muchos anarquistas egipcios correctamente señalaban que la ocupación de Tahrir y la consiguiente ocupación del Gabinete fueron exitosos experimentos de anarquía.

Las tiendas surgían de entre las ruinas quemadas de la plaza Tahrir, destruida por una invasión militar solo unas horas antes.
Hace un año, los revolucionarios de Egipto convirtieron Tahrir en su hogar. Pero a unas pocas manzanas de allí, recientemente otra ocupación tambaleó los cimientos del poder. La gente harta ya del poder militar y desencantada con las elecciones ocupó las entradas del edificio del gabinete para evitar que tuvieran lugar nuevas reuniones y para protestar contra el poder militar. A primeras horas del 16 de diciembre, esta ocupación se convirtió en el último titular de noticias de la guerra social en Egipto. Los militares secuestraron y golpearon seriamente a un ocupante, luego incendiaron del todo la ocupación, iniciándose así cinco días de intensas batallas callejeras. A diferencia de los enfrentamientos anteriores, la gente ya no estaba enfrentándose a las universalmente despreciadas fuerzas policiales, sino al ejército.

La gente se levantó con la noticia de que los manifestantes estaban siendo atacados y pronto se dirigieron a la escena, en donde una ciudad de tiendas de campaña había sido reducida a hogueras y cenizas en la calle. Las piedras volaban a través de las ventanas del edificio del gabinete contra los soldados que se habían retirado adentro, y la gente en la calle continuaba congregándose hasta ser millares. Durante los siguientes cinco días, Tahrir se convirtió en el punto de convergencia, y punto de partida, de una batalla de 24 horas con los militares. Se intalaron clínicas de primeros auxilios y los bancos cerraron. La juventud podía verse rompiendo los cajeros automáticos y astillando el marmol de las paredes y sacando adoquines del suelo para utilizarlos como proyectiles. El edificio del gabinete fue incendiado repetidamente con cócteles molotov, mientras que los soldados lanzaban grandes trozos de asfalto desde los tejados indiscriminadamente contra la multitud, hiriendo a decenas de personas. En algunos puntos, la gente parecía estar ganando, en otros el ejército parecía que tenía las cosas controladas, pero no había lugar a dudas de que ésta no era una simple protesta: era una conflicto a gran escala.

Joven egipcio con dos balas que los militares le habían disparado a él y a sus compañeros en aquel día durante los enfrentamientos de alrededor de la plaza Tahrir.
La multitud fue empujada hacia Tahrir, pero incluso aunque los militares comenzaron a utilizar munición real y una fuerza letal, su primer intento de limpiar la plaza fracasó. Cuando las piedras llovieron desde todas las direcciones, se retiraron a las ruinas del edificio del gabinete. Para formalizar "las tablas", se levantó un enorme muro de hormigón, bloqueando totalmente la carretera entre Tahrir y el gabinete. Pero, simplemente, la lucha siguió en otra calle. Al día siguiente, los militares lograron limpiar Tahrir y quemar completamente la infraestructura de la ocupación. Pero llegaron nuevos grupos a combatirlos y fueron expulsados otra vez. Mientras tanto la televisión estatal estaba fomentando teorías de la conspiración sobre los manifestantes, mostrando a niños manifestantes que decían haber sido pagados para luchar en las calles; mientras tanto los medios independientes estaba documentando abusos, heridos, y las razones reales detrás del conflicto. La imagen de una mujer agarrada y apaleada por la policía cuando se levantó su niqab y mostró su sujetador azul, eventualmente provocó el final de la batalla callejera. En respuesta a esta imagen y a los informes sobre abusos sexuales durante su detención, se convocó una manifestación de mujeres y se encaró decisivamente contra un humillado ejército, terminando la confrontación con los militares en victoria en su quinto día.


Como ha sido el caso durante el siglo pasado, la mujer ha estado en la línea de frente de esta revolución, liderando manifestaciones y cánticos, escribiendo y distribuyendo octavillas, combatiendo a la policía, realizando tareas de medios independientes, y participando en los comités populares. Al desafiar la cultura del patriarcado, que aún persiste en la mayoría de la sociedad egipcia, la mujer denuncia los estereotipos sexistas con sus acciones y se empodera para espolear la revolución en todas las esferas de la vida diaria.

Hoy en día hay algunas mujeres en los niveles más altos del gobierno. Pero igual que sus compañeros masculinos que abandonaron las calles por el proceso político, están a punto de descubrir la amarga realidad que se esconde tras la "democracia". Al ir concluyendo las elecciones, se ha visto claramente que los ganadores del proceso de "democratización" egipcio han sido, los otrora prohibidos, Hermanos Musulmanes. No se debe exclusivamente a que hubiera muchos revolucionarios boicoteando las elecciones. El partido "Justicia y Libertad" de la Hermandad Musulmana, tenía la capacidad financiera para pagar la enorme campaña que les permitió comprar los votos de muchos egipcios. En Egipto, como en otras democracias capitalistas, el axioma "un dolar=un voto" suena tan alto como siempre. Aunque las condiciones económicas fueron la mejor mecha para el levantamiento de hace un año, la Hermandad Musulmana tiene exactamente las mismas políticas económicas que sus predecesores. Tantos egipcios que votaron al partido - debido al profundo y largo conflicto con sus anteriores dirigentes - tendrán que volver a las calles a combatir a su gobierno una vez más en el futuro.
Vota a Nadie: grafiti cerca de Tahrir animando a boicotear las elecciones
Entre las extensas corrientes implícitamente anti-autoritarias, también han crecido organizaciones más explícitamente anarquistas en el proceso revolucionario egipcio. Individualidades anarquistas han desempeñado papeles clave en la revolución, desde organizar protestas y la logísta de las ocupaciones hasta hacer una cobertura mediática independiente. Mientras tanto, también una creciente organización anarcosindicalista llamada Movimiento Socialista Libertario ha estado organizado conferencias y asambleas. Tiene miembros en El Cairo y Alejandía, y conexiones con las redes anarquistas internacionales. El MSL está comenzando también a ganarse enemigos, entrando en conflicto con la Hermandad Musulmana y otros.

Según algunos manifestantes empoderados van creando organizaciones, coordinando acciones directas y cada vez van siendo más precisos al pedir cambios revolucionarios, también va creciendo la represión institucionalizada. La gente creó su propia ley sindical, mientras que las leyes militares criminalizaban las huelgas; se han creado medios independientes con nuevas cuotas de popularidad, mientras que los medios de comunicación del estado son más flagrantes en sus mentiras contra el movimiento de protesta; y la gente continúa combatiendo la autoridad en las calles, mientras hay 12.000 personas encerradas y privadas de toda garantía en los tribunales militares. La sociedad egipcia está viviendo realidades divergentes. Por un lado, la gente está determinada para concluir la revolución que comenzó hace un año; por el otro, las elecciones enmascaran la continuación de la dominación del estado y la cooptación del potencial de un orden social emergente.

Conclusión sin aliento: Continuará...

La revolución ha estado viva en todo momento. La determinación de la gente en las calles para concluir lo que comenzaron el año pasado se encontró con la urgencia que sentíamos por parte de nuestros compañeros para actualizar la revolución en la sociedad general. Todo momento era una oportunidad para tomar el futuro, todo el mundo lo sabía.

Antes de que estallaran los enfrentamientos, nos pasábamos toda la noche hablando de la revolución, analizando el presente y haciendo estrategias para el futuro. Sólo me podía imaginar que había miles de conversaciones como esa teniendo lugar en todo Egipto. Cuando nos despedimos - que espero que sea un "hasta luego" - había una gravedad en el momento. Mientras que mis nuevos amigos pueden estar celebrando victorias en la calle, e incluso pueden ganar esta batalla a largo plazo, algunos pueden morir, resultar heridos, o prisioneros de los militares en los días y meses futuros. Los mismos riesgos corremos todos, una vez que comencemos a "luchar como un egipcio". Las pirámides no fueron construidas en un día, y la épica tarea de desmantelarlas nos puede llevar una temporada aún, pero Egipto está en vías de hacerlo.


The Wall Must Fall from CrimethInc. Workers' Collective on Vimeo.

El muro debe caer! Activistas egipcios desmantelan el muro que les separaba del ejército. 
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Sobre la tragedia en Egipto

Nota aparecida en diariosdefutbol.com


“Siempre hemos estado con vosotros cuando nos habéis necesitado. Ahora que os necesitábamos nosotros, no os hemos encontrado”. Con esta pancarta los hinchas de Al Ahly egipcio recibieron a sus jugadores tras el primer partido de fútbol que su equipo jugó tras el derrocamiento de Hosni Mubarak. La frase revelaba una herida abierta entre la afición más fiel y el equipo más importante no solo de Egipto, sino probablemente de toda África. ¿Qué había sucedido? Que mientras los hinchas del Al Ahly se manifestaron como tales desde el comienzo de las revueltas de la Plaza Tahrir de El Cairo y lucharon con sus camisetas rojas por el derrocamiento del dictador (“afrontando las balas de goma, los potentísimos gases lacrimógenos e incluso el fuego real con la tranquilidad de quienes llevan años haciéndolo” explica Enric González en El País), los jugadores del equipo no aparecieron públicamente durante las dos semanas en las que una mezcla indescriptible de incertidumbre y esperanza que emanaba desde esa plaza se hizo con el país y, me atrevo a afirmar, con todo el mundo.

Hay que tener en cuenta que la herida tenía su sentido. El Al Ahly es conocido como “equipo del pueblo”. La gran mayoría de la población (fundamentalmente las clases más desfavorecidas) se sienten representadas en su camiseta roja y la significación del club y su carga simbólica explotan, precisamente, esa unión con el pueblo. ¿Cómo era entonces, que ahora que el pueblo les necesitaba, los jugadores desaparecieran?

Se podrá argumentar que los actores del fútbol no deben tomar partido en asuntos políticos. Pero el argumento falla en la medida en que lo acontecido el pasado año en Egipto empapó a absolutamente todos los estamentos sociales. Incluido, por supuesto, el fútbol. Sí se manifestó, así, pero en sentido contrario, el entonces seleccionador nacional egipcio Hassan Shehata, quien apareció en primera fila de las movilizaciones pro-Mubarak que intentaban demostrar lo indemostrable: que el pueblo estaba con el dictador. Tras la caída del opresor, ese explícito apoyo, junto a los malos resultados recientes de “Los Faraones” le costó el puesto. Tras su cese, su destino no podía ser otro: el Zamalek le acogió como el héroe que para el equipo de los ricos de El Cairo siempre ha sido.

Desde el derrocamiento de Mubarak la tensión en el fútbol egipcio se ha disparado. Siempre ha existido la tensión entre Zamalek-Al Ahly, que se podía traducir perfectamente en una dicotomía dirigentes-oprimidos, y así se extendía a otros campos en una traducción de la brecha que separaba a todo el país: los (pocos, aún poderosos) que apoyaban la salvaje dictadura y los (muchos, aún por diversas razones) que ayudaron a terminar con la misma.

La tragedia de ayer, por lo que nos informan, no fue sino precisamente una consecuencia de la actual fractura social que vive Egipto, llevada a un estadio de fútbol (donde esa tensión siempre ha estado latente). Todo parece indicar que los hinchas del Al-Masry, equipo tradicionalmente cercano al régimen de Mubarak, organizaron una encerrona contra los jugadores y seguidores del Al-Ahly, en una manera particular de vengarse contra los acontecimientos que hace un año terminaron con el dictador al que ellos sí apoyaban. El resultado es la tragedia humana que conmueve hoy al mundo entero y ante la que poco podemos decir.

Sí afirmaremos, no obstante, que realizar una lectura del hecho en clave profiláctica, afirmando la necesidad de separar fútbol y política, es caer en un error recurrente. El fútbol (en particular el estadio del Al Ahly) fue durante los últimos años de la dictadura uno de los pocos espacios en los que la población egipcia podría expresarse con relativa libertad. Es precisamente la represión de la libertad la que provoca estos actos, y no el hecho de que unos hinchas u otros demuestren una determinada identidad (también política) en sus cánticos, pancartas y lemas.

Así quienes hoy aprovechando la sensibilidad ante las imágenes que las televisiones nos ofrecen afirman que no es bueno mezclar fútbol y política, les queremos responder solamente que lo que no es bueno son las dictaduras y los posos de odio, miedo y violencia que dejan tras de sí.