sábado, 4 de febrero de 2012

Egipto: "La revuelta continúa" + "Sobre la tragedia en Egipto" (acerca de los acontecimientos en el estadio de Port Said)

A continuación difundimos un interesante reportaje sobre las revueltas egipcias aparecido en Crimethinc y traducido al español por el sitio Alasbarricadas.org. Este también se encuentra disponible en Hommodolars.

Además, damos espacio a una breve nota que entrega antecedentes para comprender las razones tras la tragedia (o más bien masacre) ocurrida el miércoles pasado luego de un partido de fútbol en el estadio de la ciudad de Port Said, en la que murieron más de 70 personas y cientos quedaron heridas. En este sentido, contribuye a clarificar la relación -descrita también en el reportaje precedente- entre el fútbol, o más bien las hinchadas ("ultras") y el ambiente de agitación que se vive en las calles de Egipto.


Egipto: la revuelta continúa

Nota de ALB: Justo para el aniversario del comienzo de la insurrección egipcia, la web anarquista norteamericana Crimethinc recibió este reportaje de un compañero que ha participado en los últimos enfrentamientos en El Cairo del mes de diciembre. Nos ofrece una visión actualizada del contexto actual en Egipto, así como fotos e incluso una cobertura de video desde la línea de frente.
Hemos querido traducir este texto porque refleja bastante bien la complejidad de la situación, con agudas luchas sociales, y con una importante lucha política llevada acabo entre el antiguo régimen y los que se disputan el contro del nuevo. Estas luchas se desarrollan en un país del que anteriormente lo desconocíamos casi todo, en especial su contexto político. No queremos quitar ojo de lo que ocurra en aquellas tierras, puesto que su ejemplo logró incendiar el anodino panorama internacional en el 2011.


Egipcios levantando adoquines a su paso para combatir al ejército en el edificio del Gabinete. 
En vivo desde las calles de El Cairo

Cuando oíamos los disparos que salían desde el edificio del Gabinete, sabíamos que eran de fogueo. A pesar de haber visto a los militares utilizar balas de verdad en ese mismo día, teníamos una ingenua sensación de seguridad por las miles de personas que estábamos en las calles.

Cuando se oyeron gritos y se desató el pánico - ya que una persona que estaba cerca recibió un balazo en el cuello y corrió hacia las ambulancias de detrás de la multitud - seguimos en pie, junto con la mayoría de la gente. La calma que sentíamos era un testamento de una sensación de fuerza numérica que nunca habíamos sentido antes.

La escena era surrealista: unos cuantos centenares de personas en un momento dado intercambiando proyectiles con los soldados egipcios, mientras que otras miles estaban de pie solo a unos metros como colchón humano. Entre ellos, había vendedores callejeros que te vendían de todo, desde comida y té, hasta cascos y keffiyés.

Desde entonces nos hemos despertado con noticias de que el ejército había incendiado la ocupación que había afuera del edifico del Gabinete. Sabíamos que cuando anocheciera, las cosas podrían ser más difíciles para nosotros. Esquivar los proyectiles de los militares puede ser complicado en la oscuridad, y sin los medios de comunicación delante, los militares podrían incluso jugar más sucio. Pero la determinación de la gente era contagiosa, y no nos podíamos echar atrás.
Levantaos! Un enérgico manifestante a hombros de sus compañeros anima a cientos más cuando avanzan hacia el frente. 
Un año de revuelta

Hace un año, millones de egipcios tomaron las calles y ocuparon las plazas públicas como parte de la oleada de revueltas populares que se conocieron como la Primavera Árabe. Inspirados por el levantamiento en Tunicia, los egipcios superaron la parálisis del miedo y se enfrentaron a sus opresores cara a cara, enfrentándose con la policía en el 'día nacional de la policía'. La gente fue dispersada, pero los enfrentamientos continuaron en los barrios y en las calles de todo Egipto, haciendo que la policía permaneciera dispersa mientras se destruía la infraestructura policial y se preparaba a las masas para el "Día de Rabia". El 28 de enero, el pueblo de El Cairo retomó la plaza Tahrir, rompiendo las barricadas policiales mediante manifestaciones descentralizadas que salieron desde los barrios de toda la ciudad. Con la policía derrotada y superada, surgieron espontáneamente patrullas en los barrios para protegerse, mientras que Tahrir se transformó en una zona autónoma y en una ciudad-campamento. Dos semanas más tarde, las calles estallaron en una estruendosa celebración cuando Mubarak abandonó el poder.

Un año más tarde, acaba de concluir la tercera ronda de las elecciones, aunque los militares aún conservan el poder político. También mantienen más de 12.000 presos políticos, que han sido rápidamente condenados en tribunales militares. Las calles de El Cairo están llenas de grafitis y de restos de las protestas políticas que derivaron en combates callejeros. Muros de bloques de hormigón bloquean las carreteras en donde militares y policías se enfrentaron a los manifestantes solo hace unos meses; las aceras y escaleras de mármol permanecen destrozadas donde los militantes callejeros improvisaron hace poco su munición. Algunas asambleas de barrio se han transformando en "comités populares de defensa de la revolución", que cubren desde los servicios básicos hasta el gobierno local. Mientras tanto, se han formado más de 100 sindicatos independientes, rompiendo el anterior monopolio del estado sobre el trabajo organizado.


Egypt Street View from CrimethInc. Workers' Collective on Vimeo.

Jóvenes lanzan molotovs y piedras al ejército sobre el tercer muro militar entre Tahrir y los edificios del gobierno en las cercanías, durante los enfrentamientos de diciembre.

Desde (A) pintadas en las paredes de los edificios del gobierno hasta la explosión de sindicatos independientes y federados, se pueden ir viendo tendencias anarquistas en Egipto en tanto que su pueblo lucha por lograr un cambio revolucionario después de su gran momento. Pero no es la primera vez que hay corrientes anarquistas, tanto implícitas como explícitas, en el paisaje político egipcio.

Los anarquistas griegos en El Cairo y Alejandría fueron clave para crear el primer sindicato egipcio, el sindicato de enrolladores de cigarros, en 1899. Los anarquistas italianos también estuvieron implicados en el movimiento sindical egipcio, hasta los años 1950s, pero el movimiento sindical independiente fue destruido tras del golpe militar de 1952. El movimiento sindical independiente resurgió a finales de 2006, aunque en realidad terminó de materializarse a finales de 2008.

Los sindicatos jugaron un papel clave en el éxito del levantamiento del 25 de enero. Desde el 7 de febrero, comenzó una huelga en el transporte público en el área metropolitana de El Cairo, junto con numerosas protestas laborales en el Canal de Suez - y otras acciones industriales en todo el país - que ayudaron a derrocar a Mubarak el 11 de febrero.

La revolución también ha provocado el nacimiento de la primera federación sindical independiente de la historia egipcia. Desde su fundación, en el quinto día de la revolución, se han formado más de 100 sindicatos y asociaciones profesionales independientes, entre ellas una del transporte público. También ha llevado a las autoridades a disolver la junta directiva de la Federación de Trade Unios Egipcia (ETUF), que ha monopolizado el movimiento sindical por ley desde 1957.

Pero las revoluciones no sólo se circunscriben al puesto de trabajo. Aunque las huelgas y otras acciones industriales presionaron económicamente al régimen, el éxito de que los egipcios tuvieron al liberar las calles del control policial se debe en gran medida a otro grupo organizado. Los "ultras", los fanáticos extremos del fútbol, que eran uno de los grupos mejor preparados y más coordinados en las marchas hacia Tahrir. Se convirtieron en la línea de frente en la batalla contra la policía para reconquistar el acceso a la plaza. Organizados via mensajes de foros de internet, después de que uno de ellos fuera asesinado en Tahrir, llegaron con fuerza el Día de Rabia. Mantuvieron una fuerte presencia en la plaza durante la ocupación, especialmente en los momentos en los que los ocupantes estaban más amenazados por la violencia estatal y para-estatal.

Antes del pasado enero, los "ultras" eran vistos como unos hooligans apolíticos de fútbol que nadie quería que causaran problemas. Sin embargo, eran uno de los pocos grupos sociales en Egipto con experiencia en enfrentamientos contra la policía, y su papel central para tomar las calles aumentó enormemente su popularidad. Los grupos ultras tienen decenas de miles de miembros en todo Egipto, muchos de los cuales se identifican como anarquistas. Entre las organizaciones ultras se rechaza situarse en el espectro político, sus tácticas y modos de organización son extremadamente anti-autoritarios. Se organizan sin líderes ni jerarquías, rechazan patrocinios financieros, luchan contra la comercialización del deporte, y viven sus vidas en conflicto con las fuerzas de seguridad del estado. "All Cops Are Bastards" (ACAB) es un lema central entre los ultras, y mediante cánticos y grafitis han popularizado este lema en la sociedad egipcia.

Los ultras fueron los primeros en utilizar el grafiti para difundir la brutalidad policial y pedir libertad de expresión, y esto les atrajo simpatizantes y nuevos miembros en los años anteriores a la revolución. Hoy, ACAB, es el grafiti más común en El Cairo, y se pinta en las paredes de todo Egipto. Los ultras siguen siendo una poderosa fuerza social que le da dientes al movimiento, apareciendo a las manifestaciones con bengalas, cócteles molotov, petardos y canciones de desafío que se han adoptado ampliamente.
Toma de material: después de uno de los muchos enfrentamientos con la seguridad del estado que llevó a que un oficial fuera atrapado y que se le quitara su uniforme; un manifestante triunfal se fotografía con su material antidisturbios.
El movimiento revolucionario nacido en Tahrir también atrajo a muchos que tradicionalmente estaban excluidos de la organización política clásica: los millones de personas que sobrevivían a través de la acción directa y que subsistían con tan solo un dolar al día. Los niños de la calle y los chabolistas que hicieron de Tahrir su casa se quedaron allí una vez que la fiesta había terminado. Las condiciones que les llevaron a levantarse no habían cambiado con la caída de un político, así que su ocupación continuó. La juventud callejera, incluso de hasta seis años, continuó siendo una de las combatientes más valientes y comprometidas en esta revolución, levantando adoquines del suelo y corriendo delante de la policía con escudos auto-fabricados, keffiyes, y hondas. Los medios de comunicación egipcios los desprecian como busca-problemas sin motivaciones políticas, o dicen que les han pagado, o que se les obliga a combatir. Pero al verlos esquivar balas de verdad entre nubes de gas lacrimógeno, hace que estos jóvenes egipcios parezcan palestinos lanzadores de piedras que tanto les inspira.

En la caótica extensión de los barrios autconstruidos de alrededor de El Cairo la auto-organización es un medio de supervivencia diaria. Los que no tienen casa las construyen en tierras ocupadas u ocupan estructuras vacías. Pinchan el agua y la electricidad cuando las autoridades se las cortan, y se enfrentan a la policía cuando hacen redadas en los barrios para desalojar o privarlos de los servicios esenciales. Bolsas de comunidades cercadas, habitadas por las clases superiores de El Cairo, se aislan de las clases excluidas y hacen visible la intensa estratificación de la riqueza en la sociedad egipcia actual.

Pero una parte de la creciente sub-clase egipcia, animada por la revolución, está pasando a la ofensiva. Han comenzado una oleada de ocupaciones de edificios de apartamentos vacíos bien orquestada en áreas mejores. Hace unos pocos meses tuvo lugar una toma coordinada de 2.000 viviendas en el barrio 6th of October City, que provocó una importante confrontación con miles de soldados desplegados para desalojarlos. Los ocupas defendieron sus nuevas casas con armas de fuego y cócteles molotov. Otros irrumpieron en los edificios de apartamentos de Sheikh Zeyad City, ocupando los pisos y demandando viviendas permanentes. Estas acciones de alto perfil son un testimonio de la creciente fuerza de diferentes comunidades que se organizan horizontalmente y actúan colectivamente.

Y no se queda esto en los barrios de chabolas. Examinando la construcción de la mayoría del Cairo contemporáneo, se podría decir que el desarrollo informal se ha desarrollado con una mínima o nula asistencia del estado, en su mayoría a través de la organización de los propietarios de los solares vecinos o con un desarrollo espontáneo tutelado por la intervención y negociación de los vecinos. Esto ha llevado a un sistema altamente funcional de vencindarios, aunque con algunos problemas comunes que tienen que ver con asuntos como la planificación de las zonas verdes, la anchura de las calles, y la altura de los edificios. Aún así, se han resuelto gran cantidad de necesidades sin una acción real del gobierno, y definitivamente se ve una evidencia de algún tipo de planificación y cooperación popular a nivel local.

Durante la ocupación original de Tahrir, el auto-gobierno de los barrios convirtió en una necesidad. Las, ya mínimas, infraestructuras de gobierno cesaron de funcionar, e incluso policías de paisano tomaron parte en los saqueos organizados para aterrorizar a la gente. En cuestión de una sola noche aparecieron comités populares de barrio por todo el país. La gente salió de sus casas a la calle en medio de un bloqueo total de telefonía movil y de internet, e instalaron puntos de control y sistemas de comunicaciones para defender sus barrios de la policía y de otros elementos anti-sociales.

En Tahrir, también surgió otra comunidad autónoma. Se crearon en las tiendas clínicas y logística diversa para atender las necesidades de los manifestantes, mientras que aparecieron grupos de debate, conferencias, conciertos, biblioteca, escuela, e incluso un "Cinema Tahrir" que se aseguraban de que la plaza fuera un lugar para la educación política y para la forja de relaciones profundas. Al igual que las protestas Occupy que inspiraron, estas iniciativas estaban apoyadas por donaciones y por voluntarios auto-organizados. La ayuda mutua y la asociación voluntaria era la norma, y la lógica del capitalismo y las relaciones de poder se desvaneció. Pero la ocupación no se dio sin controversias. Los ladrones y los matones eran un problema persistente en Tahrir, uno de ellos provocó incluso la creación de una cárcel y la aparición de vigilantes de seguridad y de un sistema de justicia con varios grados de respeto por los derechos humanos. Aún así, muchos anarquistas egipcios correctamente señalaban que la ocupación de Tahrir y la consiguiente ocupación del Gabinete fueron exitosos experimentos de anarquía.

Las tiendas surgían de entre las ruinas quemadas de la plaza Tahrir, destruida por una invasión militar solo unas horas antes.
Hace un año, los revolucionarios de Egipto convirtieron Tahrir en su hogar. Pero a unas pocas manzanas de allí, recientemente otra ocupación tambaleó los cimientos del poder. La gente harta ya del poder militar y desencantada con las elecciones ocupó las entradas del edificio del gabinete para evitar que tuvieran lugar nuevas reuniones y para protestar contra el poder militar. A primeras horas del 16 de diciembre, esta ocupación se convirtió en el último titular de noticias de la guerra social en Egipto. Los militares secuestraron y golpearon seriamente a un ocupante, luego incendiaron del todo la ocupación, iniciándose así cinco días de intensas batallas callejeras. A diferencia de los enfrentamientos anteriores, la gente ya no estaba enfrentándose a las universalmente despreciadas fuerzas policiales, sino al ejército.

La gente se levantó con la noticia de que los manifestantes estaban siendo atacados y pronto se dirigieron a la escena, en donde una ciudad de tiendas de campaña había sido reducida a hogueras y cenizas en la calle. Las piedras volaban a través de las ventanas del edificio del gabinete contra los soldados que se habían retirado adentro, y la gente en la calle continuaba congregándose hasta ser millares. Durante los siguientes cinco días, Tahrir se convirtió en el punto de convergencia, y punto de partida, de una batalla de 24 horas con los militares. Se intalaron clínicas de primeros auxilios y los bancos cerraron. La juventud podía verse rompiendo los cajeros automáticos y astillando el marmol de las paredes y sacando adoquines del suelo para utilizarlos como proyectiles. El edificio del gabinete fue incendiado repetidamente con cócteles molotov, mientras que los soldados lanzaban grandes trozos de asfalto desde los tejados indiscriminadamente contra la multitud, hiriendo a decenas de personas. En algunos puntos, la gente parecía estar ganando, en otros el ejército parecía que tenía las cosas controladas, pero no había lugar a dudas de que ésta no era una simple protesta: era una conflicto a gran escala.

Joven egipcio con dos balas que los militares le habían disparado a él y a sus compañeros en aquel día durante los enfrentamientos de alrededor de la plaza Tahrir.
La multitud fue empujada hacia Tahrir, pero incluso aunque los militares comenzaron a utilizar munición real y una fuerza letal, su primer intento de limpiar la plaza fracasó. Cuando las piedras llovieron desde todas las direcciones, se retiraron a las ruinas del edificio del gabinete. Para formalizar "las tablas", se levantó un enorme muro de hormigón, bloqueando totalmente la carretera entre Tahrir y el gabinete. Pero, simplemente, la lucha siguió en otra calle. Al día siguiente, los militares lograron limpiar Tahrir y quemar completamente la infraestructura de la ocupación. Pero llegaron nuevos grupos a combatirlos y fueron expulsados otra vez. Mientras tanto la televisión estatal estaba fomentando teorías de la conspiración sobre los manifestantes, mostrando a niños manifestantes que decían haber sido pagados para luchar en las calles; mientras tanto los medios independientes estaba documentando abusos, heridos, y las razones reales detrás del conflicto. La imagen de una mujer agarrada y apaleada por la policía cuando se levantó su niqab y mostró su sujetador azul, eventualmente provocó el final de la batalla callejera. En respuesta a esta imagen y a los informes sobre abusos sexuales durante su detención, se convocó una manifestación de mujeres y se encaró decisivamente contra un humillado ejército, terminando la confrontación con los militares en victoria en su quinto día.


Como ha sido el caso durante el siglo pasado, la mujer ha estado en la línea de frente de esta revolución, liderando manifestaciones y cánticos, escribiendo y distribuyendo octavillas, combatiendo a la policía, realizando tareas de medios independientes, y participando en los comités populares. Al desafiar la cultura del patriarcado, que aún persiste en la mayoría de la sociedad egipcia, la mujer denuncia los estereotipos sexistas con sus acciones y se empodera para espolear la revolución en todas las esferas de la vida diaria.

Hoy en día hay algunas mujeres en los niveles más altos del gobierno. Pero igual que sus compañeros masculinos que abandonaron las calles por el proceso político, están a punto de descubrir la amarga realidad que se esconde tras la "democracia". Al ir concluyendo las elecciones, se ha visto claramente que los ganadores del proceso de "democratización" egipcio han sido, los otrora prohibidos, Hermanos Musulmanes. No se debe exclusivamente a que hubiera muchos revolucionarios boicoteando las elecciones. El partido "Justicia y Libertad" de la Hermandad Musulmana, tenía la capacidad financiera para pagar la enorme campaña que les permitió comprar los votos de muchos egipcios. En Egipto, como en otras democracias capitalistas, el axioma "un dolar=un voto" suena tan alto como siempre. Aunque las condiciones económicas fueron la mejor mecha para el levantamiento de hace un año, la Hermandad Musulmana tiene exactamente las mismas políticas económicas que sus predecesores. Tantos egipcios que votaron al partido - debido al profundo y largo conflicto con sus anteriores dirigentes - tendrán que volver a las calles a combatir a su gobierno una vez más en el futuro.
Vota a Nadie: grafiti cerca de Tahrir animando a boicotear las elecciones
Entre las extensas corrientes implícitamente anti-autoritarias, también han crecido organizaciones más explícitamente anarquistas en el proceso revolucionario egipcio. Individualidades anarquistas han desempeñado papeles clave en la revolución, desde organizar protestas y la logísta de las ocupaciones hasta hacer una cobertura mediática independiente. Mientras tanto, también una creciente organización anarcosindicalista llamada Movimiento Socialista Libertario ha estado organizado conferencias y asambleas. Tiene miembros en El Cairo y Alejandía, y conexiones con las redes anarquistas internacionales. El MSL está comenzando también a ganarse enemigos, entrando en conflicto con la Hermandad Musulmana y otros.

Según algunos manifestantes empoderados van creando organizaciones, coordinando acciones directas y cada vez van siendo más precisos al pedir cambios revolucionarios, también va creciendo la represión institucionalizada. La gente creó su propia ley sindical, mientras que las leyes militares criminalizaban las huelgas; se han creado medios independientes con nuevas cuotas de popularidad, mientras que los medios de comunicación del estado son más flagrantes en sus mentiras contra el movimiento de protesta; y la gente continúa combatiendo la autoridad en las calles, mientras hay 12.000 personas encerradas y privadas de toda garantía en los tribunales militares. La sociedad egipcia está viviendo realidades divergentes. Por un lado, la gente está determinada para concluir la revolución que comenzó hace un año; por el otro, las elecciones enmascaran la continuación de la dominación del estado y la cooptación del potencial de un orden social emergente.

Conclusión sin aliento: Continuará...

La revolución ha estado viva en todo momento. La determinación de la gente en las calles para concluir lo que comenzaron el año pasado se encontró con la urgencia que sentíamos por parte de nuestros compañeros para actualizar la revolución en la sociedad general. Todo momento era una oportunidad para tomar el futuro, todo el mundo lo sabía.

Antes de que estallaran los enfrentamientos, nos pasábamos toda la noche hablando de la revolución, analizando el presente y haciendo estrategias para el futuro. Sólo me podía imaginar que había miles de conversaciones como esa teniendo lugar en todo Egipto. Cuando nos despedimos - que espero que sea un "hasta luego" - había una gravedad en el momento. Mientras que mis nuevos amigos pueden estar celebrando victorias en la calle, e incluso pueden ganar esta batalla a largo plazo, algunos pueden morir, resultar heridos, o prisioneros de los militares en los días y meses futuros. Los mismos riesgos corremos todos, una vez que comencemos a "luchar como un egipcio". Las pirámides no fueron construidas en un día, y la épica tarea de desmantelarlas nos puede llevar una temporada aún, pero Egipto está en vías de hacerlo.


The Wall Must Fall from CrimethInc. Workers' Collective on Vimeo.

El muro debe caer! Activistas egipcios desmantelan el muro que les separaba del ejército. 
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Sobre la tragedia en Egipto

Nota aparecida en diariosdefutbol.com


“Siempre hemos estado con vosotros cuando nos habéis necesitado. Ahora que os necesitábamos nosotros, no os hemos encontrado”. Con esta pancarta los hinchas de Al Ahly egipcio recibieron a sus jugadores tras el primer partido de fútbol que su equipo jugó tras el derrocamiento de Hosni Mubarak. La frase revelaba una herida abierta entre la afición más fiel y el equipo más importante no solo de Egipto, sino probablemente de toda África. ¿Qué había sucedido? Que mientras los hinchas del Al Ahly se manifestaron como tales desde el comienzo de las revueltas de la Plaza Tahrir de El Cairo y lucharon con sus camisetas rojas por el derrocamiento del dictador (“afrontando las balas de goma, los potentísimos gases lacrimógenos e incluso el fuego real con la tranquilidad de quienes llevan años haciéndolo” explica Enric González en El País), los jugadores del equipo no aparecieron públicamente durante las dos semanas en las que una mezcla indescriptible de incertidumbre y esperanza que emanaba desde esa plaza se hizo con el país y, me atrevo a afirmar, con todo el mundo.

Hay que tener en cuenta que la herida tenía su sentido. El Al Ahly es conocido como “equipo del pueblo”. La gran mayoría de la población (fundamentalmente las clases más desfavorecidas) se sienten representadas en su camiseta roja y la significación del club y su carga simbólica explotan, precisamente, esa unión con el pueblo. ¿Cómo era entonces, que ahora que el pueblo les necesitaba, los jugadores desaparecieran?

Se podrá argumentar que los actores del fútbol no deben tomar partido en asuntos políticos. Pero el argumento falla en la medida en que lo acontecido el pasado año en Egipto empapó a absolutamente todos los estamentos sociales. Incluido, por supuesto, el fútbol. Sí se manifestó, así, pero en sentido contrario, el entonces seleccionador nacional egipcio Hassan Shehata, quien apareció en primera fila de las movilizaciones pro-Mubarak que intentaban demostrar lo indemostrable: que el pueblo estaba con el dictador. Tras la caída del opresor, ese explícito apoyo, junto a los malos resultados recientes de “Los Faraones” le costó el puesto. Tras su cese, su destino no podía ser otro: el Zamalek le acogió como el héroe que para el equipo de los ricos de El Cairo siempre ha sido.

Desde el derrocamiento de Mubarak la tensión en el fútbol egipcio se ha disparado. Siempre ha existido la tensión entre Zamalek-Al Ahly, que se podía traducir perfectamente en una dicotomía dirigentes-oprimidos, y así se extendía a otros campos en una traducción de la brecha que separaba a todo el país: los (pocos, aún poderosos) que apoyaban la salvaje dictadura y los (muchos, aún por diversas razones) que ayudaron a terminar con la misma.

La tragedia de ayer, por lo que nos informan, no fue sino precisamente una consecuencia de la actual fractura social que vive Egipto, llevada a un estadio de fútbol (donde esa tensión siempre ha estado latente). Todo parece indicar que los hinchas del Al-Masry, equipo tradicionalmente cercano al régimen de Mubarak, organizaron una encerrona contra los jugadores y seguidores del Al-Ahly, en una manera particular de vengarse contra los acontecimientos que hace un año terminaron con el dictador al que ellos sí apoyaban. El resultado es la tragedia humana que conmueve hoy al mundo entero y ante la que poco podemos decir.

Sí afirmaremos, no obstante, que realizar una lectura del hecho en clave profiláctica, afirmando la necesidad de separar fútbol y política, es caer en un error recurrente. El fútbol (en particular el estadio del Al Ahly) fue durante los últimos años de la dictadura uno de los pocos espacios en los que la población egipcia podría expresarse con relativa libertad. Es precisamente la represión de la libertad la que provoca estos actos, y no el hecho de que unos hinchas u otros demuestren una determinada identidad (también política) en sus cánticos, pancartas y lemas.

Así quienes hoy aprovechando la sensibilidad ante las imágenes que las televisiones nos ofrecen afirman que no es bueno mezclar fútbol y política, les queremos responder solamente que lo que no es bueno son las dictaduras y los posos de odio, miedo y violencia que dejan tras de sí.

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