El capitalismo tal cual es
Sobre los últimos acontecimientos en chile
33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad en el norte. 15 procesados por el denominado “caso bombas”. Más de 30 presos políticos Mapuche en huelga de hambre. Es el sistema mostrándose tal cual es. No debiera sorprendernos, pero tampoco podemos –ni podremos- acostumbrarnos. Los obreros atrapados bajo tierra no constituyen un caso excepcional, ni en chile ni el mundo. Son el ejemplo más duro de una realidad cotidiana que condena a la mayoría a padecer las consecuencias de un trabajo alienado, realizado con el objetivo de mantener la continua acumulación de riquezas -la razón de ser del capital- de unos pocos. Obviamente, aparecerá todo el círculo circense de la prensa basura y la casta política, derramando frases huecas, de falsa buena voluntad, prometiendo ayuda y mejoras generales, buscando a “los culpables” de este “accidente”. Como si no fueran ellos mismos los responsables; quienes se afanan en mantener este sistema, que se reproduce continuamente gracias al sacrificio nuestro. Y para mantener el orden, este sistema capitalista, apoyándose en su órgano político en que consiste el Estado, precisa contener cualquier atisbo de cuestionamiento, de resistencia y/o potencial combate al mismo. Es por ello que, al no tener manera de encontrar culpables por los diversos atentados a inmobiliaria privada (principalmente cajeros automáticos), que han dado lugar al manoseado “caso bombas”, éste elabora un absurdo montaje que criminaliza a personas por su identidad socio-política (anarquistas y agitadores sociales), entregando argumentos y “evidencia” que sólo la más estúpida y febril “mente” de un fiscal puede imaginar. Pero es que los mandamases necesitaban urgentemente de culpables; precisaban públicamente mostrarse -utilizando para ello la camarilla de periodistas serviles que conforman la gran parte de la prensa chilena (escrita, TV y radio)- como los guardianes del orden ciudadano y democrático (mismo orden, volvamos a insistir, que mantiene a 33 hermanos de clase sepultados bajo 700 metros). Y por si no bastara, como hace años el estado chileno lo viene haciendo (administrado ya sea por la concertación o por la coalición), se sigue reprimiendo brutalmente al pueblo Mapuche, que se resiste a entrar a formar parte del engranaje de la maquinaria capitalista y dejar sus tierras para el saqueo empresarial. Esta represión, el estado la ha ejercido a través de hostigamiento judicial, montajes, militarización de las comunidades en conflicto, asesinatos a comuneros Mapuche y, como no, el encarcelamiento (masivo) de quienes luchan, sirviéndose para ello de la Ley Anti-terrorista, heredada de la dictadura pinochetista, amoldada esta según los requerimientos del empresariado/estado para castigar el cuestionamiento radical de este sistema asesino. Precisamente, con el principal objetivo de derogar esta nefasta ley, enmarcado en la lucha general del Pueblo Mapuche que lucha por su autonomía, más de 30 presos políticos, en distintas cárceles del Estado, han iniciado hace varias semanas una huelga de hambre, que ha sido ocultada criminalmente por la prensa e ignorada por el gobierno de turno. Este es el rostro del Capitalismo. El estado, fiel aparato político garante de la dominación de clases, administrado hoy por el multimillonario Piñera, sigue la senda trazada por la concertación, encontrando a lo más lastimeras “críticas” de parte de la pretendida izquierda.
Ante esta contundentemente clara ofensiva capitalista, ante esta demoledora cotidianidad de explotación impune en el trabajo alienante, nosotros/as, como clase explotada, no hemos podido sin embargo articular una respuesta efectiva. El conjunto del pueblo explotado y oprimido se halla superficialmente impregnado de ideología dominante (egoísta, individualista, competitivo con sus iguales, atemorizado, etc.), atomizado y en gran medida indiferente a todo, cuando no sea porque los medios oficiales le ordenan lo contrario (principalmente, ante alguna tragedia de la cual éstos buscan sacar provecho, mostrándose en lo posible algo “humanos”, por ejemplo interrumpiendo la programación de sus matinales con algún contacto de sus corresponsales en el norte, simulando sus conductores caras de sincero afligimiento, para pasar en pocos segundos a indicarnos, con la más amplia sonrisa, las bondades del producto que sus patrocinadores quieren vendernos; O para hacer “cruzadas” que reducen a caridad los retazos de solidaridad que el pueblo tiene, como en las soporíferas y a la vez histéricas teletones).
¿Nos debemos entonces tragar nuestra impotencia? ¿Debemos sucumbir ante los “hechos”? ¿Encerrarnos en una hedonista seudo-libertad individual que el sistema puede, en algunos casos, ofrecer (volcarse por entero en la familia, en la casa, el auto y en el sueño de una vejez a bordo de cruceros por el mundo), unirse al coro del reformismo lastimero o depositar nuestra fe en quizá que líder político, espiritual o del más allá? ¿Criticar desde algún oscuro rincón con la ira de quien se convence de que nada se puede hacer? ¿Nos sumamos al gran rebaño de la masa alienada? Creemos que no. Sabemos que no. Afirmamos que esto tiene un límite. Límite que precisamente se haya en la conciencia/actividad de quienes son el sustento de este sistema: El proletariado. Los/as explotados/as y oprimidos/as. Debemos enfatizar en el aspecto totalizante de la dominación capitalista, en la alienación global a que nos pretende someter. Pero si anteriormente hemos dicha que nuestra clase está superficialmente bañada de la ideología del capital, es porque realmente su integración no es total. Ya lo demostraron los hechos tras el terremoto en ciudades de la octava región: la idealización de ciudadanos completamente apegados a la legalidad se les desmoronó por todas partes cuando la población en masa saqueó todo gran centro comercial. Ese ciudadano que semanas antes había acudido a votar ordenadamente por Piñera, dando un “ejemplo internacional de comportamiento democrático”, de un momento a otro se encontraba rompiendo vitrinas y cargando cuanto pudiera. Por supuesto, aquello no es un fenómeno que podamos leer como una conciente revuelta proletaria. Aún en esos actos la ideología dominante se expresa. Pero no hay tal ciudadano-consumidor completamente sumiso. Se puede constatar un auge de movilizaciones populares, el desarrollo de luchas parciales de variados sectores, que comienzan a asustar a la clase dirigente. Nuestra confianza en un cambio radical de este sistema está en el desarrollo integral de estas luchas. En la transformación y superación de estas movilizaciones en un movimiento clasista y revolucionario. En esta tarea creemos que debemos hoy abocarnos, en la construcción de herramientas teórico-prácticas en el seno de la clase, rescatando en este sentido el aporte de las luchas históricas del pueblo, aquí y en todo el mundo. Es en ese desarrollo revolucionario en el cual las relaciones sociales que conforman el sistema capitalista se debilitan y destruyen. Es en ese proceso en el que se construye el comunismo, la anarquía. Pero ello no dice que debamos dejar de lado las acciones solidarias con quienes son reprimidos hoy precisamente por formar parte de las respuestas radicales al capitalismo, ni tampoco hacia quienes diariamente padecen las consecuencias del trabajo alienante. Al contrario; necesariamente el proceso de conformación de la clase en sujeto revolucionario conciente comprende estas acciones. Contra la represión directa hacia hermanos de clase, debemos manifestar nuestra más clara solidaridad revolucionaria, entendida esta dentro de la acción integral que dará paso a la construcción comunista revolucionaria, al enfrentamiento directo contra el capital/estado y sus servidores. No hay accidentes laborales. Es terrorismo empresarial. Ellos son los terroristas, quienes hacen del terror una constante en nuestras sociedades. Pero estos terroristas comienzan a aterrorizarse. Démosles más motivos para ello.
Ante esta contundentemente clara ofensiva capitalista, ante esta demoledora cotidianidad de explotación impune en el trabajo alienante, nosotros/as, como clase explotada, no hemos podido sin embargo articular una respuesta efectiva. El conjunto del pueblo explotado y oprimido se halla superficialmente impregnado de ideología dominante (egoísta, individualista, competitivo con sus iguales, atemorizado, etc.), atomizado y en gran medida indiferente a todo, cuando no sea porque los medios oficiales le ordenan lo contrario (principalmente, ante alguna tragedia de la cual éstos buscan sacar provecho, mostrándose en lo posible algo “humanos”, por ejemplo interrumpiendo la programación de sus matinales con algún contacto de sus corresponsales en el norte, simulando sus conductores caras de sincero afligimiento, para pasar en pocos segundos a indicarnos, con la más amplia sonrisa, las bondades del producto que sus patrocinadores quieren vendernos; O para hacer “cruzadas” que reducen a caridad los retazos de solidaridad que el pueblo tiene, como en las soporíferas y a la vez histéricas teletones).
¿Nos debemos entonces tragar nuestra impotencia? ¿Debemos sucumbir ante los “hechos”? ¿Encerrarnos en una hedonista seudo-libertad individual que el sistema puede, en algunos casos, ofrecer (volcarse por entero en la familia, en la casa, el auto y en el sueño de una vejez a bordo de cruceros por el mundo), unirse al coro del reformismo lastimero o depositar nuestra fe en quizá que líder político, espiritual o del más allá? ¿Criticar desde algún oscuro rincón con la ira de quien se convence de que nada se puede hacer? ¿Nos sumamos al gran rebaño de la masa alienada? Creemos que no. Sabemos que no. Afirmamos que esto tiene un límite. Límite que precisamente se haya en la conciencia/actividad de quienes son el sustento de este sistema: El proletariado. Los/as explotados/as y oprimidos/as. Debemos enfatizar en el aspecto totalizante de la dominación capitalista, en la alienación global a que nos pretende someter. Pero si anteriormente hemos dicha que nuestra clase está superficialmente bañada de la ideología del capital, es porque realmente su integración no es total. Ya lo demostraron los hechos tras el terremoto en ciudades de la octava región: la idealización de ciudadanos completamente apegados a la legalidad se les desmoronó por todas partes cuando la población en masa saqueó todo gran centro comercial. Ese ciudadano que semanas antes había acudido a votar ordenadamente por Piñera, dando un “ejemplo internacional de comportamiento democrático”, de un momento a otro se encontraba rompiendo vitrinas y cargando cuanto pudiera. Por supuesto, aquello no es un fenómeno que podamos leer como una conciente revuelta proletaria. Aún en esos actos la ideología dominante se expresa. Pero no hay tal ciudadano-consumidor completamente sumiso. Se puede constatar un auge de movilizaciones populares, el desarrollo de luchas parciales de variados sectores, que comienzan a asustar a la clase dirigente. Nuestra confianza en un cambio radical de este sistema está en el desarrollo integral de estas luchas. En la transformación y superación de estas movilizaciones en un movimiento clasista y revolucionario. En esta tarea creemos que debemos hoy abocarnos, en la construcción de herramientas teórico-prácticas en el seno de la clase, rescatando en este sentido el aporte de las luchas históricas del pueblo, aquí y en todo el mundo. Es en ese desarrollo revolucionario en el cual las relaciones sociales que conforman el sistema capitalista se debilitan y destruyen. Es en ese proceso en el que se construye el comunismo, la anarquía. Pero ello no dice que debamos dejar de lado las acciones solidarias con quienes son reprimidos hoy precisamente por formar parte de las respuestas radicales al capitalismo, ni tampoco hacia quienes diariamente padecen las consecuencias del trabajo alienante. Al contrario; necesariamente el proceso de conformación de la clase en sujeto revolucionario conciente comprende estas acciones. Contra la represión directa hacia hermanos de clase, debemos manifestar nuestra más clara solidaridad revolucionaria, entendida esta dentro de la acción integral que dará paso a la construcción comunista revolucionaria, al enfrentamiento directo contra el capital/estado y sus servidores. No hay accidentes laborales. Es terrorismo empresarial. Ellos son los terroristas, quienes hacen del terror una constante en nuestras sociedades. Pero estos terroristas comienzan a aterrorizarse. Démosles más motivos para ello.
Redes por la Autonomía Proletaria – RAP
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