Más allá del sentido común, pero no sin él
Ricardo Fuego
Quienes queremos cambiar el mundo estamos familiarizados con una batalla que supuestamente viene de hace mucho: la que existe entre los reformistas (que se llaman a sí mismos "realistas") y los revolucionaristas (que se llaman a sí mismos "revolucionarios").
En el entorno anticapitalista es de conocimiento común la crítica revolucionaria al reformismo. El reformismo piensa que todos los problemas sociales únicamente necesitan de reformas aplicadas sobre el actual sistema. Por lo tanto, no es necesaria ninguna revolución social que transforme radicalmente las relaciones sociales y con la naturaleza, pues todo ello puede evitarse con el plan de reformas adecuado llevado adelante por la gente adecuada.
Lo que no es tan conocido en el entorno anticapitalista es la crítica hecha hacia el revolucionarismo. "En vez de hacer cosas aquí y ahora se la pasan haciendo propaganda de las bondades de la sociedad futura, se la pasan debatiendo entre convencidos aislados de los procesos populares, y se pelean por punto y coma." ¿Y saben que? A pesar de que esas críticas suelen hacerlas de manera demagógica y para acallar cuestiones que ellos no quieren debatir, la verdad es que no están muy errados.
Realmente, ¿hasta cuando se puede seguir recurriendo a "la estupidez de las masas" o su actitud "borrega" y "burguesa" para explicar la situación no sólo de ínfima minoría sino de aislamiento por parte de los anticapitalistas? Esas "explicaciones" anteriores son más bien expresión de impotencia que de una actividad teórica seria (actividad que tiene que ser motivada por algo más que odio y rechazo a la sociedad actual).
Los explotados son seres humanos que toman elecciones racionales. Los más pobres entre ellos todos los días se ven forzados a pensar en cómo hacer para comer, y para tener un mínimo de éxito en ese objetivo por fuerza tienen que tomar decisiones prácticas coherentes con una estrategia de supervivencia. Podrá cuestionarse esa estrategia de supervivencia, podrá también cuestionarse que muchas elecciones puntuales dentro de esa estrategia se basan en datos erróneos o incompletos, pero hay que reconocer la racionalidad en esas decisiones, porque sino no se entiende nada.
Si las propuestas que los explotados que luchan reciben de los sectores "revolucionarios" no les convencen y prefieren las ofrecidas por sectores reformistas, no es por estupidez, es porque esas propuestas son más cercanas a sus necesidades reales (y su conciencia sobre ellas). Es porque esas propuestas, irracionales a largo plazo, son más racionales a corto plazo.
Todo esto el "revolucionario medio" no lo piensa. ¿Por qué? Porque está demasiado ocupado en competir contra "el reformismo" o contra otras sectas "revolucionarias" en vez de comprender los procesos sociales y buscar la ocasión para intervenir con un máximo de eficacia. Por eso la realidad histórica le pasa por el costado, salvo cuando hay alguna insurrección digna de su análisis (y ahí tiene la oportunidad de llegar a la misma conclusión de siempre sobre "la necesidad de que toda insurrección se extienda y se profundice para convertirse en la verdadera y única revolución que termine con el capitalismo" y patatín y patatán).
Yo creo que la confusión arranca cuando las personas que por h o por b llegan a las ideas revolucionarias las toman como principio para la acción "revolucionaria" posterior, y se olvidan del proceso vivencial por el que ellas mismas pasaron para llegar a esas ideas.
La historia de las ideas revolucionarias indica que estas fueron el resultado, y no el comienzo, de procesos históricos revolucionarios. Similarmente, cada persona que llega a adoptar las ideas revolucionarias anteriormente vivió un proceso personal que le llevó a un salto cualitativo en su crítica de la realidad social.
Sin embargo, una vez "convertido" a las nuevas ideas, el "revolucionario" se olvida de las circunstancias históricas y personales especiales que favorecieron que él llegara a conclusiones revolucionarias sobre la sociedad, y termina asignándole todo el mérito de su salto cualitativo a la coherencia lógica de las ideas revolucionarias y especialmente de algunos textos y autores. En este mito sobre el poder racional de las ideas revolucionarias se basa el afán por "difundir la Idea".
En vez de ponerse en la piel y en la cabeza de los demás, y ver cómo puede ayudar a las personas de carne y hueso, desde su nivel de conciencia real, a llevar adelante su propio proceso, pretende que las ideas revolucionarias reemplacen a las ideas que tiene la gente. Exactamente lo mismo pasa con los métodos de lucha: se pretende que la gente reemplace métodos "reformistas" por "revolucionarios", formas de organización "jerárquicas" por "horizontales", actitudes "autoritarias" por "libertarias", simplemente a base de repetir las bondades de las segundas y los males de las primeras.
Como una praxis cimentada en estas ideas está destinada a fracasar miserablemente, el círculo se cierra con la convicción (ahora "comprobada en la práctica") de la estupidez y poca conciencia de las masas, que no fueron capaceas de elevarse al nivel de los revolucionarios. La persistencia en este fracaso lleva a tres salidas desesperadas: el sectarismo, el oportunismo o el abandono (y retroceso).
¿Hay salida a esta trampa? Sí la hay, pero hay que estar dispuesto a pagar el precio. Significa abandonar la seguridad psicológica que da la dependencia en doctrinas e ideologías. Significa tomar dolorosa conciencia de la miseria no sólo intelectual sino práctica del "ambiente revolucionario".
Pero es mucho más lo que se gana. Se gana autonomía mental (pensar por uno mismo), se gana el ver las posibilidades que hay de participar en procesos de cambio social efectivo que antes despreciábamos o no podíamos ver, se gana el conocer a buena gente dentro de estos procesos que, si le falta acervo crítico y claridad sobre lo que hay que destruir para que lo nuevo aflore, le sobra voluntad de crear y de construir. Gente cuya motivación no es el rechazo a lo actual sino la aspiración a algo superior.
La cuestión es, ¿vos estás listo?
En el entorno anticapitalista es de conocimiento común la crítica revolucionaria al reformismo. El reformismo piensa que todos los problemas sociales únicamente necesitan de reformas aplicadas sobre el actual sistema. Por lo tanto, no es necesaria ninguna revolución social que transforme radicalmente las relaciones sociales y con la naturaleza, pues todo ello puede evitarse con el plan de reformas adecuado llevado adelante por la gente adecuada.
Lo que no es tan conocido en el entorno anticapitalista es la crítica hecha hacia el revolucionarismo. "En vez de hacer cosas aquí y ahora se la pasan haciendo propaganda de las bondades de la sociedad futura, se la pasan debatiendo entre convencidos aislados de los procesos populares, y se pelean por punto y coma." ¿Y saben que? A pesar de que esas críticas suelen hacerlas de manera demagógica y para acallar cuestiones que ellos no quieren debatir, la verdad es que no están muy errados.
Realmente, ¿hasta cuando se puede seguir recurriendo a "la estupidez de las masas" o su actitud "borrega" y "burguesa" para explicar la situación no sólo de ínfima minoría sino de aislamiento por parte de los anticapitalistas? Esas "explicaciones" anteriores son más bien expresión de impotencia que de una actividad teórica seria (actividad que tiene que ser motivada por algo más que odio y rechazo a la sociedad actual).
Los explotados son seres humanos que toman elecciones racionales. Los más pobres entre ellos todos los días se ven forzados a pensar en cómo hacer para comer, y para tener un mínimo de éxito en ese objetivo por fuerza tienen que tomar decisiones prácticas coherentes con una estrategia de supervivencia. Podrá cuestionarse esa estrategia de supervivencia, podrá también cuestionarse que muchas elecciones puntuales dentro de esa estrategia se basan en datos erróneos o incompletos, pero hay que reconocer la racionalidad en esas decisiones, porque sino no se entiende nada.
Si las propuestas que los explotados que luchan reciben de los sectores "revolucionarios" no les convencen y prefieren las ofrecidas por sectores reformistas, no es por estupidez, es porque esas propuestas son más cercanas a sus necesidades reales (y su conciencia sobre ellas). Es porque esas propuestas, irracionales a largo plazo, son más racionales a corto plazo.
Todo esto el "revolucionario medio" no lo piensa. ¿Por qué? Porque está demasiado ocupado en competir contra "el reformismo" o contra otras sectas "revolucionarias" en vez de comprender los procesos sociales y buscar la ocasión para intervenir con un máximo de eficacia. Por eso la realidad histórica le pasa por el costado, salvo cuando hay alguna insurrección digna de su análisis (y ahí tiene la oportunidad de llegar a la misma conclusión de siempre sobre "la necesidad de que toda insurrección se extienda y se profundice para convertirse en la verdadera y única revolución que termine con el capitalismo" y patatín y patatán).
Yo creo que la confusión arranca cuando las personas que por h o por b llegan a las ideas revolucionarias las toman como principio para la acción "revolucionaria" posterior, y se olvidan del proceso vivencial por el que ellas mismas pasaron para llegar a esas ideas.
La historia de las ideas revolucionarias indica que estas fueron el resultado, y no el comienzo, de procesos históricos revolucionarios. Similarmente, cada persona que llega a adoptar las ideas revolucionarias anteriormente vivió un proceso personal que le llevó a un salto cualitativo en su crítica de la realidad social.
Sin embargo, una vez "convertido" a las nuevas ideas, el "revolucionario" se olvida de las circunstancias históricas y personales especiales que favorecieron que él llegara a conclusiones revolucionarias sobre la sociedad, y termina asignándole todo el mérito de su salto cualitativo a la coherencia lógica de las ideas revolucionarias y especialmente de algunos textos y autores. En este mito sobre el poder racional de las ideas revolucionarias se basa el afán por "difundir la Idea".
En vez de ponerse en la piel y en la cabeza de los demás, y ver cómo puede ayudar a las personas de carne y hueso, desde su nivel de conciencia real, a llevar adelante su propio proceso, pretende que las ideas revolucionarias reemplacen a las ideas que tiene la gente. Exactamente lo mismo pasa con los métodos de lucha: se pretende que la gente reemplace métodos "reformistas" por "revolucionarios", formas de organización "jerárquicas" por "horizontales", actitudes "autoritarias" por "libertarias", simplemente a base de repetir las bondades de las segundas y los males de las primeras.
Como una praxis cimentada en estas ideas está destinada a fracasar miserablemente, el círculo se cierra con la convicción (ahora "comprobada en la práctica") de la estupidez y poca conciencia de las masas, que no fueron capaceas de elevarse al nivel de los revolucionarios. La persistencia en este fracaso lleva a tres salidas desesperadas: el sectarismo, el oportunismo o el abandono (y retroceso).
¿Hay salida a esta trampa? Sí la hay, pero hay que estar dispuesto a pagar el precio. Significa abandonar la seguridad psicológica que da la dependencia en doctrinas e ideologías. Significa tomar dolorosa conciencia de la miseria no sólo intelectual sino práctica del "ambiente revolucionario".
Pero es mucho más lo que se gana. Se gana autonomía mental (pensar por uno mismo), se gana el ver las posibilidades que hay de participar en procesos de cambio social efectivo que antes despreciábamos o no podíamos ver, se gana el conocer a buena gente dentro de estos procesos que, si le falta acervo crítico y claridad sobre lo que hay que destruir para que lo nuevo aflore, le sobra voluntad de crear y de construir. Gente cuya motivación no es el rechazo a lo actual sino la aspiración a algo superior.
La cuestión es, ¿vos estás listo?
(También en hommodolars)
definitivamente Ricardo Fuego es un latero...
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