viernes, 12 de abril de 2013

Sobre "soñadores" y "realistas"... (extracto de entrevista a Troploin)



La explotación del hombre por el hombre ha existido en la mayoría (aunque no en todas) las sociedades pasadas y presentes. El capitalismo sigue aquí, y algunos han visto en la historia del comunismo moderno el manual definitivo del fracaso. En ese sentido, se nos puede llamar “soñadores”. No obstante, nosotros (y ustedes, sin duda) tomamos la realidad mucho más en cuenta que los “realistas”.

El siglo 20 y los comienzos del siglo 21 ofrecen abundantes evidencias del curso catastrófico del capitalismo, cuyo destino fatal ya había sido vaticinado por la crítica radical. Al contrario de lo que prometía (y sigue prometiendo para un futuro siempre huidizo), esta civilización no ha terminado con las guerras, la opresión ni la explotación. Las diez millones de víctimas de Stalin y de Mao fueron sacrificadas a la acumulación primitiva de capital. De acuerdo, el sistema salarial y el dinero sólo son indirectamente responsables por las matanzas “étnicas” en Ruanda y las masacres “religiosas” en Indonesia. Pero las peores masacres, desde el punto de vista de la cantidad de víctimas, han ocurrido en el corazón del mundo industrial, como lo demuestran las montañas de cadáveres en 1914-18 y en 1939-45.

Dejemos de lado esos extremos y fijémonos en lugares que son prósperos y gozan de un capitalismo con rostro humano. Un noruego una vez se vanaglorió de que su país habría eliminado la extrema pobreza. De acuerdo, puede que Oslo sea una ciudad más agradable que Chicago. Pero ¿qué debemos pensar de un sistema que después de un siglo de socialdemocracia ha fracasado, no digamos en suprimir la explotación (la socialdemocracia nunca buscó eso), sino simplemente en eliminar la pobreza, y se conforma con tener poca pobreza? Tal éxito carece de decencia y de realidad.

Cuando la gente nos acusa de soñar en vez de actuar, lo que en realidad quieren decir es que no pertenecemos, y tienen razón. Estamos en este mundo, pero no somos de este mundo: “... lo más real es lo que sólo es verdadero en otro mundo” (Baudelaire).

Así que, ¿qué estamos haciendo? La teoría, o más simplemente, la expresión de ideas con ambiciones revolucionarias no busca guiar, iluminar ni informar a los proletarios. Su principal función probablemente sea ayudar a una minoría a no desaparecer, ayudar a los radicales a conocerse entre sí y a establecer vínculos que algún día podrían resultar útiles. 

Hasta ese momento, nuestros folletos y posters (incluso los que han sido hechos por compañeros más productivos que nosotros) no tienen mucho peso comparados con las millones de palabras e ideas conservadoras y reformistas producidas por la escuela, los medios, la política e internet. Toda la validez de lo que hacemos depende de que en algún momento se incline la balanza, y lo que hoy en día es una minoría a menudo silenciosa, adquiera realidad histórica.

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