jueves, 7 de noviembre de 2019

Policía y Democracia

Policía y Democracia

"La democracia no excluye de ninguna manera la autoridad, la dictadura, el Estado. Por el contrario, ella los necesita como su fundamento". 
Jacques Camatte, La mistificación democrática.

"La seguridad es el supremo concepto social de la sociedad burguesa".
Karl Marx, Sobre 'La cuestión judía'.

"La policía es el enemigo absoluto". 
Baudelaire.

"Con una metralleta en la raja, todo Chile trabaja".
Sergio de Castro, Chicago Boy y Ministro de Hacienda (1977 – 1982) del Dictador Pinochet.

Existe una relación orgánica directa y funcional entre la policía, la democracia y el desarrollo del capitalismo. La democracia moderna es una relación social e histórica inseparable del capital, de hecho, la sociedad capitalista alcanza su pleno desarrollo histórico, económico (e incluso militar) con la organización de miles de millones de seres humanos bajo el régimen democrático. La base material del sistema democrático son las relaciones sociales capitalistas, que tienden a disolver toda unidad entre los individuos y la comunidad humana, es la reunión de lo separado en tanto que separado: un aglomerado de soledades organizadas por y para la producción mercantil. Por consiguiente, es posible afirmar que la policía es una fracción especial del ejército permanente del Estado/Capital, cuya función es asegurar la realización de la plusvalía, la conversión de las mercancías en dinero o, en otras palabras, asegurar la sumisión de todas las actividades humanas a la permanente autovalorización del capital.

Puesto que las actuales condiciones capitalistas de existencia son la base material del sistema de organización democrático, el resguardo policial de la sociedad no hace más que expresar de forma visible la miseria y las contradicciones de la sociedad burguesa: este sistema que vocifera por todos los medios de sumisión de las masas que es perfecto, que todos vivimos felices con el actual orden de cosas, necesita una violencia social y militar crecientes para mantener el podrido fundamento de todo el sistema: la explotación del humano por el ser humano. 

De esta forma, el papel de la policía como fuerza de choque primaria del Estado/Capital, y por supuesto el de todas las otras ramas del ejército burgués, está mistificado por la dinámica propia de las relaciones sociales burguesas. La policía, que históricamente ha asegurado la explotación humana, no patrulla las calles de las grandes ciudades capitalistas con un letrero que advierta “Defensa violenta de la propiedad privada”, sino que, dado el aislamiento, competencia y mutuo enfrentamiento de las individualidades humanas subsumidas por el capital, la policía puede aparecer como un ente protector del individuo atomizado. Esta resulta ser una triste paradoja, una especie de síndrome de Estocolmo social, puesto que la vida cotidiana de la sociedad burguesa encubre el hecho de que esta atomización y aniquilación de la individualidad humana (por ej: el trabajo asalariado) es justamente lo que protege y fortalece la existencia de la policía. 

La policía moderna surge históricamente en paralelo con el desarrollo, consolidación y expansión mundial del modo de producción capitalista. Es evidente que al existir la policía por y para la expansión de la propiedad privada (lo que implica a su vez la expropiación y miseria de la mayoría de la especia humana), esta debe reprimir y evitar a toda costa la insurrección revolucionaria de la humanidad contra el capital, ya que por su esencia toda insurrección proletaria es la destrucción de la propiedad y, cuando se puede, de la clase explotadora y sus defensores. 

Son las relaciones económicas las que hacen necesaria la existencia de la policía, ya que la sociedad capitalista encierra dentro de sí misma la posibilidad de unificación total de la especie humana (comunismo) y por ellos las personas esclavizadas por el capital deben ser fijadas dentro de sus roles sociales mediante la violencia: la violencia económica asegura que todas las personas deban trabajar para existir y existir para trabajar, la violencia policial – militar asegura que los hambrientos y explotados de toda índole no se rebelen contra la dictadura del capital. La policía sabrá disparar, como ya lo ha hecho, cuando llegue el momento contra las masas insurrectas o también golpeará y encarcelará al hambriento que se atreva a tomar una mercancía sin pagarla para satisfacer sus necesidades humanas. Por ello es que la seguridad es el supremo concepto de la sociedad mercantil: la vida en la sociedad capitalista es un permanente estado de excepción para los proletarios.

El principal argumento que la burguesía esgrime para justificar la existencia de la policía, es el combate contra la delincuencia. Plantear así el problema, es posicionarse de facto en el relativo y engañoso terreno de la ideología burguesa, puesto que en el fondo se busca salvar el estado de excepción democrático, y su correspondiente derecho burgués, como el más adecuado a una naturaleza humana supuestamente egoísta. Mas, la realidad social e histórica demuestra que las relaciones sociales sobre las cuales se funda la sociedad capitalista, que ponen a todas las individualidades humanas en una mutua oposición y egoísmo, son la verdadera causa de la delincuencia, ya que el robo sólo puede existir en la medida en que exista una propiedad privada que pueda ser robada, y es justamente el robo que la clase burguesa, organizada como Estado/Capital, hace del tiempo y la creatividad humana el verdadero fundamento del Estado, del derecho, de la democracia y todas sus instituciones.

Por consiguiente, jamás podrá el Estado, ni aún con toda la tecnología y financiamiento puestos a disposición de las diferentes policías, resolver el problema de la violencia social, porque esta sociedad existe gracias al terror generalizado que la dictadura del capital impone sobre la especie humana: la necesidad de dinero. La policía existe por y para esta necesidad, y a su vez contribuye a aumentarla en la medida en que castiga y persigue cualquier atentado contra la propiedad privada. Sólo la superación de la sociedad capitalista, es decir, la especie humana viviendo el comunismo anárquico, podrá poner fin a todos los antagonismos de la sociedad burguesa, porque no es la guerra de todos contra todos ni el egoísmo declarado sino la producción social puesta al servicio de las necesidades humanas y la expansión infinita de la creatividad. Allí donde el libre desarrollo de cada uno es el fundamento social para el libre desarrollo de todos, se hace imposible la existencia de la policía. Por el contrario, cuando la base de la sociedad hace que en vez de encontrar en el otro mi confirmación como ser humano, encuentre mi negación, un impedimento a mi desarrollo, la sociedad está condenada ineluctablemente a la necesidad de la policía y a tender a hacer de cada individuo un policía no sólo de los demás y de sus propias posesiones, sino también de sí mismo.   

De este modo la crítica que apuesta por la abolición de la policía debe volverse una crítica contra el Estado, el cual es la organización política del capital para la explotación económica del conjunto de la humanidad: “una permanente conspiración, una conspiración dirigida, por supuesto, contra las masas para cuya esclavización existen todos los Estados” (Bakunin).  La liquidación del Estado, es una condición preliminar para el movimiento de superación de la sociedad de la mercancía, ya que toda fuerza exteriorizada contribuye al fortalecimiento permanente del viejo orden en tanto que esta esfera de la sociedad y la esclavitud son indisociables en la medida que esta criatura artificial y todo su despliegue de funciones; el profesor, el ejército, ministros, cárceles, policía, etc… garantizan por la fuerza (física o de otra especie) las condiciones de reproducción de las relaciones de producción (que en último término son relaciones de explotación). 

Para la insurrección revolucionaria de la humanidad esclavizada por el capital es necesaria la destrucción del Estado; no su conquista, sino su abolición como relación social. El comunismo anarquista sólo podrá florecer en un terreno en el cual las relaciones sociales no permitan la reestructuración del Estado – Capital, que la lucha insurreccional deberá ir de la mano con una inmediata transformación comunista del conjunto de la sociedad.

Tomado de la publicación Anarquía & Comunismo N° 8 (otoño 2017).

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