lunes, 28 de noviembre de 2011

Autonomía obrera (Felipe Aguado)

Importante documento que, a la vez de representar un valioso registro histórico de las posiciones más radicales del movimiento proletario -particularmente del movimiento de la autonomía obrera española de los años '70-, mantiene una fuerte vigencia en varios puntos esenciales, los cuales  constituyen un claro aporte para proyectar en nuestros días una auténtica y coherente lucha revolucionaria .




Felipe Aguado
Autonomía Obrera: una alternativa revolucionaria

Publicado originalmente en la revista El Viejo Topo, nº 24, septiembre de 1978.

La autonomía obrera, como alternativa revolucionaria, supone un planteamiento radicalmente nuevo en todos los campos de la lucha emancipadora, desde el teórico al práctico y al organizativo. Planteamiento nuevo que, respetando y asumiendo la historia del Movimiento Obrero y sus logros teóricos y organizativos más decisivos, asume, desde una perspectiva integral, los nuevos campos de lucha que el desarrollo del capitalismo y la lucha de clases abren. Con el presente texto se pretende desarrollar, esquemáticamente, esa interpretación de la alternativa de futuro en el Movimiento Obrero.

I. El eje de la alternativa: La constitución de los trabajadores como clase en sujeto revolucionario

La historia del Movimiento Obrero muestra claramente cómo, hasta ahora, la revolución social ha sido siempre derrotada por unos u otros medios. A veces lo ha sido por los enemigos de clase de los trabajadores, las clases dominantes: caso de las revoluciones de 1848, de la Comuna. Otras veces lo ha sido por enemigos internos de la propia clase, el reformismo, el vanguardismo, la propia incapacidad obrera: URSS, revolución de consejos en Alemania, Italia, revolución española... De esta permanente derrota de la clase obrera entresacamos dos datos decisivos: 

a) Los trabajadores, en los momentos revolucionarios, en las grandes ofensivas de lucha, se autoorganizan como clase en comunas, soviets, consejos, colectividades, siguiendo siempre los criterios de la democracia directa y consejista. Esta autoorganización de los trabajadores no se queda en ello, sino que, en tanto clase organizada, se sabe con poder, se sabe capaz de transformar la sociedad, y se constituye en organización de poder revolucionario de clases, rebasando los marcos estrictos de las reivindicaciones económicas o sociales para buscar, de un modo integral, la liberación total de los hombres. Esta autoorganización revolucionaria de los trabajadores, integradora y unificadora de todos los frentes de lucha (económico, político...), en busca de la emancipación total del hombre, es lo que entendemos como autonomía de clase.

Situados en esta perspectiva, la autonomía obrera es una práctica histórica de la propia clase. Una práctica espontánea, natural, objetiva, exigida por la situación, condiciones y necesidades de los trabajadores en la sociedad capitalista.

b) Sin embargo, la autonomía de la clase ha sido históricamente derrotada. Y lo ha sido porque la clase obrera no ha estado en condiciones de defender e impulsar su propia práctica autónoma más allá de una primaria espontaneidad revolucionaria. El caso de los soviets en 1917 es el más claro de todos. Los trabajadores sovietizan la sociedad, pero su impulso es manipulado por los bolcheviques que, situándose en la cresta de la ola revolucionaria, asimilan el movimiento, orientándolo según sus intereses específicos.

El hecho de la derrota de la autonomía de clase se repite en muchos otros similares momentos revolucionarios: machacada por la burguesía (Comuna), por organizaciones vanguardistas (Rusia 1917), o por los reformistas (consejos de Alemania, Revolución Española). Siempre se echa en falta al elemento político-social que sea capaz de afrontar los intentos manipuladores de la autonomía de clase, que sepa defender la autoorganización e impulsarla. Los trabajadores, dominados a todos los niveles bajo el capitalismo, irrumpen en un momento revolucionario con una espontaneidad autonomista, pero con unos niveles de inmediatez tales que son controlados por las formaciones sindicales y políticas más preparadas. Se hace necesario un polo interno a la propia clase que, rechazando todo protagonismo por su parte, toda veleidad dirigista o sustituista de los trabajadores, sepa en cambio aportar a la clase en lucha los instrumentos necesarios para trascender su propia inmediatez, para dar el salto, por su propio impulso, a la revolución.
Lo que en definitiva esa organización aportaría a la clase en lucha no sería más que la propia memoria histórica de la clase, destruida por el capital y el reformismo. Aportaría la experiencia de la lucha de clases concretada en instrumentos de acción, organización y análisis, buscando la asunción del protagonismo total de la clase en el proceso revolucionario, para lo que es necesario algo más que desesperación y espontaneidad revolucionaría.

El proletariado (conjunto de los trabajadores) no es, bajo el capitalismo, sujeto revolucionario, manipulado como está a todos los niveles. En los momentos revolucionarios aparece como sujeto revolucionario espontáneo, fácilmente domeñable tras las primeras ofensivas. La constitución del proletariado en sujeto revolucionario efectivo es una tarea a hacer, en la que tenemos un papel importante a jugar aquellos que vemos clara la perspectiva. En esta tarea, los revolucionarios conscientes tienen que aportar a la espontaneidad revolucionaria de la clase su propia memoria histórica. Conjuntados ambos factores, se posibilita la constitución del proletariado en sujeto revolucionario efectivo. Desde esta perspectiva, la autonomía obrera es una alternativa política que se plantea como objetivo central la aglutinación de los militantes que entienden su papel no como vanguardia dirigista de la clase, sino como luchadores por la autoconstrucción del proletariado en sujeto revolucionario.

II. La alternativa práctica de la Autonomía Obrera

Desde esta perspectiva, construir la autonomía de la clase supone: 

a) Como alternativa organizativa para la clase en cuanto tal, la defensa y potenciación de la asamblea como eje de la autoorganización popular a todos los niveles (fábrica, barrio, centro educativo...). La asamblea es el lugar central de debate y decisión de los trabajadores, que, para existir como real asamblea decisoria -no sólo como caja de resonancia de partidos o sindicatos-, permanente y madura, debe estar completada con instrumentos de trabajo cotidianos que preparen la asamblea y ejecuten sus decisiones: comisiones de trabajo, asambleas parciales, prensa propia, consejo de delegados, etc... Todos estos instrumentos y órganos funcionarán siempre según los criterios de la democracia directa y consejista: comisiones técnicas de trabajo, delegados revocables y mandatarios, etc... . Asimismo, la autonomía asamblearia exige que la propia asamblea no se ponga techos ni límites a sí misma, ya sean éstos de índole económica, política, cultural, etc... La asamblea debe ir buscando el afrontar y dar respuesta, desde ella misma y a través de sus órganos, a todos los problemas que exige la liberación integral del hombre, desde la lucha contra la explotación, a la lucha contra la opresión, contra la alienación, etc... No tiene techo político o cultural, ni tampoco busca el fraccionamiento orgánico entre lo económico y lo político.

Se trata de una lucha revolucionaria integral contra la dominación integral del trabajador en la sociedad capitalista.

b) Como criterios políticos de base: la lucha contra el vanguardismo de las organizaciones de clase. Negarse y combatir las alternativas de los partidos y sindicatos que intentan una organización ideológica de la clase, sustituista de la organización integral.

Lucha contra la parcelación partido/sindicato que fuerza a la clase obrera a sindicarse en una organización economicista y reformista, el sindicato, dirigido estratégicamente por el partido. La clase obrera, como conjunto, queda así permanentemente sometida a una limitación fundamental: delegar en una organización externa (el partido) la dirección de su propia práctica, que queda así alienada y condenada al reformismo. 

Lucha contra el reformismo de los sindicatos (que, dentro del sistema capitalista, se quedan en la defensa del valor de cambio de la fuerza de trabajo sin cuestionarse su superación) y de los partidos (que se convierten en alternativas administradoras de las crisis del sistema y racionalizadoras de su propio desarrollo, sin plantear tampoco la revolución social).

Partido y sindicatos se han convertido en las organizaciones corporativistas de la clase obrera en el sistema capitalista. Son organizaciones de clase, porque su base social son los trabajadores y defienden sus intereses, inmediatos. Pero no son revolucionarias en tanto no buscan la revolución social, la defensa de los intereses estratégicos de los trabajadores, sino corporativas, en tanto sólo defienden los intereses de los trabajadores como parte o "cuerpo" de la propia sociedad burguesa, a la que aceptan como mercado de intereses.

Lucha contra la verticalización jerárquica y el autoritarismo de la sociedad. El autoritarismo, como criterio de organización, es esencial a toda sociedad de dominación del hombre por el hombre. El autoritarismo niega el comunismo, en tanto éste exige el protagonismo de la colectividad como sujeto de decisión, mientras aquél sitúa el centro de decisión en la minoría, que por ello mismo se convierte en dominante del conjunto. El autoritarismo y la jerarquización se muestran no sólo en la fábrica y en la vida política, sino también en la llamada "vida privada", y se reproducen en las organizaciones reformistas y vanguardistas, que niegan así su pretendido carácter socialista o comunista, a veces incluso libertario.

La lucha por la autonomía obrera es una lucha libertaria. Libertaria en el sentido de que es una tarea que se funda en la construcción de una sociedad realmente libre y en el sentido de que esa misma tarea se hace también en libertad.

La libertad la entendemos como el clima social, político, cultural, que permite que una colectividad sea protagonista de su destino a todos los niveles. Una colectividad, pues, que se autoorganiza según los criterios de la democracia directa y consejista; una colectividad que organiza el trabajo y cubre sus necesidades según los principios del comunismo ("de cada uno según sus posibilidades y reciba cada cual según sus necesidades"): una colectividad integral en el enfoque y solución de los problemas, potenciadora de la realización del individuo al par que de la colectividad. Libertad, por tanto, que no es individualismo ni pasotismo. Libertad, por tanto, que no es patrimonio de ninguna corriente ideológica del movimiento obrero. La libertad no es anarquista ni marxista. La libertad es comunista. Y se puede ser comunista y libertario siendo anarquista así como siendo marxista, siempre que se superen el dogmatismo y el mecanicismo que unos y otros muestran en muchas ocasiones. Aunque quizá, hoy, ser libertario sea algo distinto de ser exclusivamente anarquista o marxista, según han quedado históricamente configurados, sin negar absolutamente uno ni otro, sino asumiendo-superando ambos dialécticamente.

c) Como tareas concretas en la actual coyuntura:

El capital ha emprendido con éxito una ofensiva de reestructuración en el terreno económico y político, como plataforma para superar la crisis de acumulación y de formas de dominación que ha sufrido en los últimos años, tanto a escala internacional como en la propia España. La reestructuración y la superación de la crisis de formas de dominación de clase está siendo posible merced al pacto social firmado por las organizaciones corporativistas de la sociedad burguesa (reformismo del capital, reformismo obrero).

En este marco, las tareas inmediatas que exige el desarrollo de la autonomía obrera son:

- Desestabilizar lo más radicalmente posible el pacto social, intentar superar en todas las dimensiones posibles los límites del Pacto de la Moncloa.

- Afirmar las asambleas, negarse a asumir los comités de empresa y forzar la elección de comisiones de negociación o de trabajo en la propia asamblea.

- Desarrollar en las empresas, barrios, centros educativos, prensa alternativa de información; pero prensa no sólo informativa y reivindicativa, sino también cultural y libertaria.

- Contestar continuamente las propuestas de representación autoritaria: elecciones parlamentarias, municipales, sindicales...

- Desarrollar nuevos métodos de lucha: autorreducciones organizadas, lucha ecologista y antinuclear, contra la marginación en cualquiera de sus dimensiones, contra el paro.

- Contra la opresión y represión. Desarrollar la información y la solidaridad con los represaliados y reprimidos a todos los niveles: despedidos, detenidos, apaleados...

- Apoyo a la juventud, zona periférica de la explotación capitalista no asimilada aún plenamente por el sistema. La juventud que se muestra muy contestataria del sistema, aunque en muchas ocasiones de forma individualista y pasotista. Sin embargo, en la juventud está potencialmente una buena parte de las posibilidades de abrir una nueva ofensiva emancipadora. 

- Coordinar, integrar, globalizar lo más posible todas las iniciativas y luchas que salten. La autonomía no es dispersión, localismo, espontaneísmo radical, como algunos intentan defender. La autonomía es lucha libertaria eficaz. La libertad y la eficacia no tienen porqué estar reñidas, y si lo están peligran el futuro y la globalidad de la una y la otra.

III. La alternativa organizativa de la Autonomía Obrera

Hemos hablado de la organización de la autonomía obrera a nivel de la propia clase. Ahora nos interesa desarrollar algunos aspectos de la organización de los militantes por la autonomía de la clase.

A la base de todo el planteamiento está el principio de que una organización militante tiene que regirse por los mismos criterios que quiere ver implantados en la sociedad que pretende, en este caso la sociedad comunista y libertaria. No se puede proyectar socialmente algo que no se practica. Si las relaciones militantes en una organización son comunistas y libertarias, ese mismo carácter tendrá lo que promueve socialmente esa organización. No puede promover la asamblea una organización no asamblearia (caería inmediatamente en la verticalización y manipulación de la asamblea), como no puede promover la democracia directa en las organizaciones de la clase una fracción organizada de ella que no se rija por esos mismos criterios. Por ello la organización de los militantes por la autonomía obrera deberá tener las siguientes características:

1. Negarse a construirse en vanguardia dirigista y sustituista de la clase bajo ningún concepto ni en ninguna dimensión. El carácter de la organización es el de instrumento militante para la constitución del proletariado en sujeto revolucionario.

2. Regirse internamente por los criterios de la democracia directa y consejista:

a) La asamblea frecuente como eje de debate y decisión.
b) La constitución de comisiones de trabajo elegidas y revocables por la asamblea para cubrir funciones coyunturales o permanentes.
c) Los Consejos de Delegados o asambleas de delegados como órganos de coordinación de unidades locales o sectoriales. Delegados con el carácter de mandatarios y revocables. 
d) La asamblea general o de delegados, como órgano unificador de las líneas de intervención, de la estrategia y de las características de la organización. Unificación necesariamente vinculante para todos los que participen en el proceso democrático de toma de decisiones. 

3. Centrar la base organizativa no sólo en la asamblea, sino paralelamente en unidades más pequeñas de debate, acción y solidaridad inmediata: comités, equipos...

4. Afrontar la problemática global de los hombres en sociedad, buscando respuestas integrales. Así, afrontar los problemas "económicos" (desde la carencia de bienes de uso y consumo hasta la cosificación en el trabajo), los sociales y políticos (desde la marginación social, hasta la opresión, represión e instrumentalización política), los "culturales" (desde las reivindicaciones de instrucción no autoritaria hasta la capacitación estética, el derecho al ocio...). Afrontar también, paralelamente a esos frentes clásicos, la liberación de la cotidianidad, el desarrollo pleno de la subjetividad, de la identidad personal, desde un afrontamiento libre e integral de la sexualidad hasta la comunicación y la solidaridad interpersonales. 

La liberación integral del hombre en sociedad habrá de hacerse desde una organización igualmente integral que no separe vida pública de la vida privada ni lucha económica/política/cultural. Que no los separe no sólo a nivel de principios y de intenciones subjetivas, sino que incluso, lo integre a nivel organizativo. La organización integral de militantes por la autonomía de clase debe afrontar sin parcelar, unitariamente y desde ella misma, tanto la lucha económica como la política y la de construcción de la conciencia socialista de clase. Lo que no implica, por otra parte, que no se afronte la diversidad de frentes. A ello debe responder la organización integral con sectores (empresas, barrios...). Pero estos sectores no se autonomizan convirtiéndose en sindicatos o partidos, sino que tienen una autonomía relativa, dependiendo de la asamblea general que unifica las líneas de trabaje a todos los niveles. Por otra parte, la organización integral tiene que buscar puntos de encuentro militante y vital nivel intersectorial más allá de los propios instrumentos de lucha estructural.

IV. La alternativa teórica de la Autonomía Obrera.

La autonomía de clase es una alternativa revolucionaria que se desarrolla no sólo en el ámbito de la práctica o de la organización. Paralelamente exige un desarrollo de la teoría. Teoría y práctica se necesitan profundamente. No hay novedad real a nivel de práctica si no la acompaña una novedad paralela a nivel de teoría, y viceversa. Así, por ejemplo, cuando CC.OO. hace protestas asamblearias, sin haber sufrido ninguna transformación teórica y organizativa, no desarrolla más que un puro oportunismo con el que pretende "recuperar” el movimiento asambleario que se le iba de las manos. Las alternativas revolucionarias o lo son a todos los niveles, no son más que oportunismos y repeticiones de fondo, aunque con cambios de fachadas, de los viejos planteamientos.

La autonomía de clase es una alternativa que se construye al hilo de la práctica asamblearia anticapitalista de la propia clase en lucha, Pero puede construirse como tal alternativa precisamente porque esa práctica se reflexiona a la luz un método, de una historia de la lucha de clases, de una experiencia, que a vez también han sido puestos en la picota crítica, exigido por el propio carácter de las luchas.

En este proceso teórico-práctico, teorías revolucionarias clásicas se han ido mostrando, cada vez con más claridad, como insuficientes y, a veces, inclusive como contrarrevolucionarias. El marxismo se ha anquilosado en una interpretación mecanicista, hegemonizado por organizaciones socialdemócratas, vanguardistas y burocráticas. El anarquismo ha sido impotente socialmente para construir una alternativa real al sistema, bloqueado por el antipoliticismo dogmático y por toda una serie de insuficiencias teóricas y organizativas. Tanto el marxismo como el anarquismo, según se reflejan en sus organizaciones históricas, e incluso en textos originarios, no sirven ya como alternativas revolucionarias, si se pretende tomar el uno o el otro el pie la letra y en su integridad, con exclusiva de toda otra aportación que no esté en su propia tradición teórica y organizativa.

Tanto el marxismo como el anarquismo son teorías revolucionarias que surgen en un momento histórico determinado (2ª mitad del S. XIX) y en unas formaciones sociales concretas (Alemania, Francia, Inglaterra -marxismo-; Rusia, Italia, España –anarquismo-). Las tendencias y corrientes diversas en el seno de ambos son aplicaciones concretas a formaciones sociales específicas: leninismo (Rusia, primeros de siglo XX), maoísmo (China, mediados s. XX), castrismo (Cuba, años 60, s. XX). Otro tanto podría decirse del anarquismo.

Si reflexionamos despacio sobre estos datos a la luz de una teoría materialista de las ideas, hemos de caer en la cuenta que intentar aplicar en España-1978 una alternativa revolucionaria surgida en otra época y en una formación social distinta, y más si se pretende hacerlo en su integridad, es un grave idealismo. Cada época y cada sociedad necesitan un planteamiento específico de la tarea revolucionaria. No existen doctrinas infalibles sobre la sociedad, el hombre y la revolución. Existen alternativas concretas surgidas desde y para formaciones sociales específicas. Entender cualquiera de estas alternativas como "correcta" para siempre es un grave idealismo, en el que no debemos caer. Hoy y aquí hemos de partir de nuestra propia reflexión sobre las luchas actuales, a la luz, por supuesto de la historia, a fin de desarrollar la alternativa revolucionaria que el proletariado necesita hoy y aquí, alternativa que, de entrada, no podrá ser otra vez cerrada y dogmática. Sin embargo, si bien esto es cierto, no lo es menos que la alternativa revolucionaria que hoy hay que ir construyendo, y especialmente en lo teórico, no puede hacer tabla rasa de la historia del movimiento obrero, como si nada hubiese sucedido o como si no hubiese habido aportación teórica alguna de importancia. La nueva alternativa ha de construirse sobre el doble pie del análisis de las circunstancias y necesidades del hoy y aquí, y de la asunción dialéctica de la propia historia del movimiento obrero.

La asunción de la historia del movimiento obrero es necesaria por dos motivos esenciales:

1º) La historia del movimiento obrero es la propia experiencia de la lucha emancipadora del proletariado; el progreso se construye sobre la historia asumida. Los trabajadores necesitamos la memoria de nuestras iniciativas, de nuestras luchas, de nuestros errores y aciertos del pasado, para, sobre todo ello, construir la alternativa de futuro.

2º) Es cierto que las aportaciones teóricas que se han hecho en la historia del movimiento obrero lo han sido desde y para coyunturas sociales temporales determinadas. Pero también es cierto que el capitalismo es un modo de producción que, aunque con variaciones sustanciales de país a país y de época a época, mantiene unas ciertas "invariantes" de base que en lo esencial permanecen en todas las formaciones sociales que él hegemoniza: trabajo asalariado, estado de clase específico... Estas "invariantes del sistema" motivan igualmente ciertas "invariantes revolucionarias" en buena medida descubiertas y analizadas por las organizaciones y los teóricos y publicistas del movimiento obrero.

Este hecho nos releva de la tarea de rehacer hoy aquellos análisis que permitieron mostrar las "invariantes". Habrá que reasumir aquellas aportaciones, releyendo la historia del movimiento obrero, sus textos decisivos y sus organizaciones más creadoras. Habrá que espigar en todo ese legado buscando distinguir lo que realmente son aciertos a niveles de "invariantes" de lo que son datos coyunturales, e incluso incrustaciones ideológicas.

Esto hay que hacerlo con Marx y los diversos marxismos. Sin doctrinarismos, pero también sin prejuicios. Como también hay que hacerlo con los diversos anarquismos. El grueso de lo que habrá que asumir de Marx y los marxismos estará, probablemente, a nivel de método de trabajo y a nivel de determinados pasos del materialismo histórico, especialmente en la economía política y aspectos de la teoría política. Lo fundamental a asumir del anarquismo estará, también probablemente, en aspectos de la crítica a la sociedad burguesa y, sobre todo, en el sentido libertario de toda su práctica y su proyecto social.

Quizá una lectura libertaria de Marx (que no es lo mismo que el sincretismo o el eclecticismo de un pretendido marxismo libertario) podría ser un buen método para empezar. Aunque, desde luego, sin bloquearse en ello, sino con una total amplitud y libertad de miras.

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