Estado y Territorio
“El capital, por su naturaleza, tiende a superar toda barrera espacial. Por consiguiente la creación de las condiciones físicas del intercambio – de los medios de comunicación y de transporte – se convierte para él, y en una medida totalmente distinta, en una necesidad: la anulación del espacio por el tiempo”.
Karl Marx, Grundrisse, cuaderno III.
“Todos los hombres cumplen una función para el capital que, en el fondo, presupone su existencia misma”
Jacques Camatte.
El origen del capitalismo, que es un proceso inseparable del surgimiento del moderno Estado burgués o del Estado – Capital, fue el resultado de un proceso masivo de expropiación y despojo que reorganizó la producción humana del espacio según las lógicas necesarias para la acumulación de capitales. El dominio del capital sobre la vida humana supone la separación consumada y extrema de la comunidad humana, y al mismo tiempo la destrucción o ruptura violenta de su unidad orgánica con la naturaleza; convierte a los seres humanos en esclavos del capital, puesto que todos los medios de subsistencia, especialmente la tierra, así como la capacidad para producirlos son ahora propiedad del capital. La subsunción de todas las relaciones humanas al proceso de acumulación, que va de la mano con la sumisión de todos los procesos naturales que son apropiados por la tecnociencia y la industria en calidad de materias primas, implica que, por primera vez en la historia de la especie humana, el planeta Tierra se ha convertido en el territorio mundial de la economía capitalista. Ello equivale también a decir que el Estado ha convertido al planeta en su campo de dominio, en un órgano de la dominación de clase de la burguesía.
Las ciudades modernas, aglomeraciones de millones de seres humanos, son verdaderas unidades económicas y funcionales al dominio del Estado, al mismo tiempo que son órganos vitales de la producción capitalista, puesto que cada ciudad está dotada del equipamiento tecno – científico adecuado al correcto desarrollo y proceso de circulación del capital. Es necesario hacer notar aquí que el surgimiento y dominio del capitalismo sobre otras formas de relación humana implicó la destrucción de la unión de las personas con la tierra como fuente de su existencia. Actualmente el campo no existe en su forma tradicional, sino que es, aún cuando tenga una apariencia “natural”, un terreno completamente dominado por la producción capitalista: La tecnificación agrícola, el uso de fertilizantes, la ingeniería genética y el monocultivo intensivo y extensivo, no son más que expresiones de como el capital ha extendido sus tentáculos a todos los territorios del planeta, su tendencia a convertir la superficie del planeta en una ciudad.
La policía, el ejército, los cuerpos de represión y vigilancia privados, son elementos necesarios en la defensa del territorio capitalista. Todas estas organizaciones de represión, a pesar de ser formalmente independientes, forman una unidad orgánica en la defensa del poder de clase, unidad que se tiende desde las pequeñas mafias de micro – traficantes en las poblaciones – siendo la primera avanzadilla del Estado/capital en los sectores más empobrecidos del proletariado–, hasta los altos mandos burgueses que se encargan de regular el movimiento global y de dirigir, delegar y ejecutar las políticas que mantienen la alienación.
En las ciudades la miseria se manifiesta de una forma universalmente visible, ya que en el territorio capitalista el dinero es la mediación entre todas las cosas y personas, al mismo tiempo que la sumisión a la propiedad privada es una fuente de distanciamiento y desigualdad entre los seres humanos. Así, esta sociedad que suprime la distancia geográfica a partir del desarrollo de los medios de comunicación, del aumento de la velocidad de tránsito de las mercancías a través del espacio, acoge al mismo tiempo en su interior la distancia y el aislamiento entre los seres humanos que hemos sido sometidos a la producción capitalista. El mutismo y la competencia cotidiana del proletariado en los vagones que nos transportan día a día, actitudes que por cierto se contradicen con la estrecha cercanía física impuesta por la rutina del trabajo asalariado, expresan no solamente la normalidad suicida que requiere el funcionamiento del capital, sino también el triunfo del Capital y su Estado sobre los anteriores asaltos revolucionarios a la sociedad de clases: la aparente monotonía de la ciudad descansa, no lo olvidemos jamás, sobre montañas de cadáveres de revolucionarixs, de hambrientxs, de encarceladxs, de suicidas, de desaparecidxs.
Estos pequeños apuntes para la comprensión de la relación entre el Estado y el territorio nos permiten concluir que para la insurrección revolucionaria del proletariado es necesaria la destrucción del Estado; no su conquista, sino su abolición como relación social. El comunismo anarquista sólo podrá florecer en un territorio en el cual las relaciones sociales no permitan la reestructuración del Estado – Capital, que la lucha insurreccional deberá ir de la mano con una inmediata transformación comunista del territorio insurrecto. Esto significa una organización colectiva libre de las mediaciones que el dominio capitalista impone sobre nosotrxs: el comunismo será el momento en que las personas se relacionen directamente entre sí, sin que su existencia esté dominada por la sumisión al dinero, sino que estará en directa relación libre con los otros miembros de la especie humana y con la naturaleza.
(Tomado de Anarquía & Comunismo Nº7)