miércoles, 27 de septiembre de 2017

Algunas cuestiones sobre la guerra en Wallmapu

Algunas cuestiones sobre la guerra en Wallmapu
(Texto difundido en diversos sitios el año 2010)

– La violencia represiva del Estado en la Araucanía no es un hecho anómalo, sino que una cara visible de la violencia sistemática que el capitalismo pone en marcha para poder existir y reproducirse normalmente. Es la misma violencia que se empezó a expresar hace 5 siglos en Europa como expropiación de los campos y encarcelamiento masivo de los ex-campesinos, y es la misma que mata a diario 30.000 personas, en su mayoría niños, por hambre y enfermedades curables.

– El enfrentamiento contra las fuerzas que imponen el orden capitalista no es sólo un conflicto entre “pueblos indígenas” y empresarios particulares, sino que es parte de la resistencia permanente de los seres humanos contra la imposición violenta de las relaciones sociales capitalistas, que en estos territorios se ha expresado sin parar desde hace ya 500 años, cuando los compañeros y compañeras mapuche decidieron dar la pelea contra el invasor, que los puso a trabajar por la fuerza en aras de acumular oro (y después de eso, otras formas de valor y de dinero).

– La violencia de quienes se les ha expropiado los medios para subsistir es legítima para atacar los espacios donde más claramente podemos encontrar la ocurrencia de la acumulación de capital. Intervenir el orden que nos somete a cumplir un rol programado por cada industria del capital es de por sí una acción que despliega negativamente una fuerza que agriete las representaciones del capital. Dichas acciones hemos de comprenderlas y analizarlas de un modo comunista y anárquico (en anarquía), extrayendo lo que consideremos tal de las mismas. No sólo para evitar que se cristalice en la particular “lucha mapuche”, sino para la lucha del proletariado contra el capital. “Alimentarnos” de la lucha en Wallmapu es necesario para esbozar todo el contenido negativo que hay en la afirmación constante del capitalismo como monólogo que se autojustifica cotidianamente. Lo que reflexionemos de la actividad total de la lucha en Wallmapu es una integración para la guerra social en general, que sólo ES cuando resulta una práctica específica que al mismo tiempo se acomoda a nuestro contexto y vuelve sobre sí misma para tornarse más rigurosa contra nuestros enemigos de clase, viendo sus errores y aciertos además de la reacción del Estado/Capital.

– Para quienes nos consideramos anticapitalistas, la autonomía mapuche es esencial al momento de representar una lucha que expulsa la lógica mercantil de territorios que en su reclamo va integrada además la comunalidad de los mismos. No es solamente la mantención de una identidad y una cultura, sino que también un rechazo a la economía que ve en las necesidades y las vidas un modo de generar más ganancias. Claro está que podemos tener diferencias con las cosmovisiones respecto a ciertas cuestiones más “micro”, pero lo que nos une ha de ser más fuerte que lo que nos divide. De ahí su importancia.

– Ya basta de utopías “positivas”, de esperar el futuro. Función de la utopía negativa: iluminar el sector de lo que pretende pasar piola y merece ser destruido.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Anarquía & Comunismo N°9 ya circulando!!

¡Ya está circulando por las calles del territorio dominado por el Estado chileno y la web 'Anarquía & Comunismo' N°9!

En este número:

- Mapeando la represión: Encierro psiquiátrico, lobotomía y electroshock
- Primero de mayo contra el trabajo asalariado: Consideraciones generales sobre su historia y conmemoración
- Síntesis revolucionaria y descomposición capitalista: Aportes para la comprensión y construcción de una posibilidad comunista ante “el fin de la historia”
- Afilando las palabras: comunización (cuarta parte)
- Hemos recibido

****************************
MAPEANDO LA REPRESIÓN: ENCIERRO PSIQUIÁTRICO, LOBOTOMÍAS Y ELECTROSHOCK

“En nuestra sociedad no hay nadie que no sea un enfermo mental” (Rainer Werner Fassbinder).

“La exigencia de apropiarse de la "propia" enfermedad implícitamente apuntaba a la política dominante de propiedad en el centro nervioso de la subjetividad, y al mismo tiempo implicaba al comunismo auténtico en el cual se trata en primer y último lugar de la apropiación y realización colectivas de las fuerzas humanas esenciales, de la especie humana en su indivisibilidad-individualidad” (Wolfang Huber, SPK-Colectivo de Pacientes Socialistas).

Cuando pensamos en el Sistema Penal por lo general nos vienen a la mente imágenes de policías, fiscales, jueces, gendarmes, y las instituciones de control y encierro que ellos se encargan de aplicar: firma semanal o mensual, multas, reclusión nocturna, controles de identidad, centros de internación de adolescentes, cárceles públicas y/o concesionadas, etc. 

Sin embargo, el poder punitivo del Estado/Capital está lejos de agotarse en esas formas de criminalización abierta que sus propias leyes reconocen como tales. El mapa de la represión es mucho más complejo e incluye a formas de control y dominación que a simple vista escapan de la mirada centrada en lo policial/carcelario, entre ellas los distintos tipos de “hogares de menores”(1), y todo el archipiélago de instituciones vinculadas a la internación psiquiátrica.

Tal como viene señalando desde los años 60 la contracorriente conocida como “antipsiquiatría”, el concepto de “enfermedad mental” es bastante dudoso(2), y más bien expresa una de las aristas del sistema de control social, que entre otras funciones se encarga de señalar bajo el pretexto de lo “terapéutico” el límite entre lo “normal” y lo “patológico”. Esta normalidad no deriva de las necesidades humanas y sus formas “sanas” de convivencia social, sino que es la normalidad de la libre explotación de los humanos por los humanos(3), y del proceso automático de valorización eterna del valor (la manera en que el dinero en tanto capital se convierte dinámicamente en más dinero y más capital).

En Chile el antiguo “Reglamento de Internación de Insanos” fue reemplazado en 1998 por otro titulado “Reglamento para la internación de las personas con enfermedades mentales y sobre los establecimientos que la proporcionan”. Tras definir a los pacientes psiquiátricos como  “las personas que sufren de una enfermedad o trastorno mental y que se encuentren bajo supervisión o tratamiento médico especializado” y a la enfermedad o trastorno mental como “una condición mórbida que sobreviene en una determinada persona, afectando en intensidades variables, el funcionamiento de la mente, el organismo, la personalidad y la interacción social, en forma transitoria o permanente”, se entra de lleno a la regulación de la internación, que según el artículo 10 podría ser voluntaria o no voluntaria. 

La internación no voluntaria en su versión “administrativa” es definida como “aquella que ha sido determinada por la autoridad sanitaria, a partir de la iniciativa de la autoridad policial, de la familia, del médico tratante (…) o de cualquier miembro de la comunidad, con el fin de trasladar o internar en un centro asistencial, a una persona, aparentemente afectada por un trastorno mental, cuya conducta pone en riesgo su integridad y la de los demás, o bien, altera el orden o la tranquilidad en lugares de uso o acceso público”. Si el sujeto no consiente en ella, se autoriza a usar el “apremio físico”, señalando que “el cuidado de la persona y de su conducta disruptiva si se presenta, será acordada en cada caso, entre la autoridad policial y de salud presentes”. Como se puede apreciar, cualquier buen ciudadano podría pedir la internación de elementos que considere socialmente disruptivos, y sobre la libertad de la persona decidirá en definitiva una mezcla del poder médico con la fuerza pública o policial.  Además, existen internaciones no voluntarias “de urgencia” (decididas por médicos, y que en principio duran 72 horas como máximo), y “judiciales”.

Los “tratamientos” aplicables a las personas internadas son decididos por un “comité asesor técnico y ético”. En principio se requiere del consentimiento del paciente, pero siempre es posible sortear ese obstáculo mediante autorizaciones médicas, incluyendo la aplicación de “terapia electroconvulsivante” (art. 24) y de “procedimientos irreversibles” como “psicocirugía o cirugía aplicada al tejido cerebral, con el fin de suprimir o modificar funcionamientos o conductas del paciente” (art. 25 a). Además, se autoriza “el uso de medidas de contención física o farmacológica y de observación continua en aislamiento” (art. 27). Por debajo de esa jerga de medicina legal, lo que tenemos es: camisas de fuerza y “lobotomía, electroshock, fuera cerebro, un zombi más”, como cantaba hace tres décadas La Polla Records en “Canarios y Jilgueros”.

Realidades como las exhibidas en películas como “La naranja mecánica” (excelente novela de A. Burgess llevada al cine por S. Kubrick) y  “Atrapado sin salida” (sobre un ladrón que para escapar del sistema penal termina como paciente psiquiátrico) no han quedado atrás, sino que el Derecho burgués vigente en alianza con los poderes de “normalización” siguen necesitando acudir a estas técnicas de represión de la disidencia definida como “enfermedad”, y para ello las relegitima en nuevas leyes y reglamentos. Hemos referido aquí las formas más intensas de psiquiatrización, pero somos conscientes de que capas mucho más amplias de la población son sometidas a formas más “sutiles” de estos mismos poderes, por ejemplo, mediante el uso de medicamentos de este tipo en la infancia.

En el mundo enfermo de la mercancía, necesitamos romper con todos los mecanismos de dominación que tienden a aislarnos y medicalizarnos, practicando el apoyo mutuo para sanarnos entre nosotrxs mismxs, y profundizando la crítica radical a todo el sistema de control. Experiencias a tener en cuenta además de la Antipsiquiatría son el Colectivo de Pacientes Socialistas o SPK (que llegó a colaborar con la Fracción del Ejército Rojo o RAF, y que hasta el día de hoy sigue llamando a hacer de nuestra enfermedad un arma) , y el Movimiento Escuchando Voces (que cuestiona la asociación entre la escucha de voces y la enfermedad mental, llamando a entenderla como algo natural ), entre otros. Para terminar, recomendamos leer el manual “Discontinuación del uso de drogas psiquiátricas” (The Icarus Project y Freedom Center ), además de la “Antología de la locura” compilada por Miguel Edwards entre los pacientes internos en el Hospital Psiquiátrico El Salvador de Valparaíso.

Notas:
(1) Esa denominación bastante hipócrita es un típico eufemismo. El término “menores”, a diferencia de “infancia” o “niñez”, usualmente se reserva para lxshijxs de lxs pobres. Los “hogares” se han redefinido muchas veces con distintos nombres (Centro de Observación y Diagnóstico, Centros de Internación Provisoria, Centros de Rehabilitación Conductual, etc.). Siempre han designado en realidad un tipo de cárcel privada, pública o mixta que el Estado/Capital desde su prehistoria ha usado para recluir a un sector de la infancia y adolescencia.  
 (2) Un texto fundamental en esta línea de cuestionamiento fue “El mito de la enfermedad mental”, de Thomas Szasz (1961). Hay traducción al español en ediciones Amorrurtu.
(3) Corregimos acá la expresión clásica de Karl Marx en El Capital, tal cual suele ser traducida al español: “explotación del hombre por el hombre”. Pese a las limitaciones del lenguaje y/o las traducciones, la Crítica de la Economía Política se refiere al devenir de toda la especie humana, no a un determinado género, edad o raza.