Por c.c.
Las revueltas llamadas ‘ciudadanas’ por la socialdemocracia –siempre deseosa de contener la ira proletaria y encausarla por los márgenes de la institucionalidad del capital- se repiten en diferentes partes de Chile y el mundo. Ya lo sabemos. Basta echar un vistazo a los medios de comunicación, incluso de los burgueses (casi todos), que no pueden omitir las informaciones cuando el humo de las barricadas amenaza con quemar los pelos de sus narices.
Sin embargo, no soy de lo que ven en cada movilización social un componente proto-revolucionario que fustigue al capital/estado en sus cimientos. No. Aunque tampoco considero una estupidez sin horizonte que los movimientos sociales no tengan un carácter revolucionario. En el caso de Tocopilla, es fruto de décadas de postergación estatal y del centralismo gubernamental, y de los efectos devastadores sobre el entorno y la calidad de vida de los explotados de las empresas que generan la energía para la acumulación capitalista. No obstante, eso es mucho –todos los tocopillanos concuerdan- tras años de letargo y amarga resignación ante los abusos y el olvido, y una efectiva labor de terror ejercida por la dictadura de Pinochet, en una zona de influencia histórica del partido (mal) llamado comunista.
A meses de las elecciones presidenciales, el Gobierno de Piñera no aguantaba otra revuelta tipo Aysén. Por eso el hambre de los grandes medios ante los sucesos, y por eso, la relativa celeridad con que las llamadas ‘autoridades de Gobierno’ se apersonaron en la zona.
ALGO DEL CONTEXTO
Tocopilla tiene dos centrales termoeléctricas en el centro de la ciudad. Sus chimeneas han humeado todo el siglo XX, y recién en 2007 la zona fue declarada saturada de contaminación. Al mismo tiempo, la Segunda Región de Chile presenta los más altos índices de cáncer del país, y Tocopilla lidera dichos índices como comuna. O sea, en acá es más nocivo salir a trotar por el borde la playa que fumarse una caja de cigarros al hilo. Y más aún, el moderno hospital inaugurado en 2011 en el marco de la reconstrucción luego del terremoto que afectó la zona en 2007 no tiene especialistas para tratar las enfermedades derivadas de la contaminación y otras, por sencillas que sean. Así, hasta ahora, la gente debe viajar 190 kilómetros hasta Antofagasta cuando la puta hora de la interconsulta llega y muchos han muerto esperando, o en el camino, en bus o sobre la ambulancia, la misma que traslada la ropa sucia de cama del hospital, ya que los brillantes tecnócratas de la arquitectura no incorporaron una lavandería al diseño del establecimiento.
Además, la empresa del ex yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou (SQM), produce tóxico salitre, y la Compañía Minera de Tocopilla hizo un aporte tan artístico como teñir de negro las arenas de las playas que antes eran de arenas blancas, tras años de botar su mierda directamente al mar. Podemos deducir, a la vez, el estado del fondo marino en la zona de bordemar.
Vale decir que el aporte que estas megaempresas hacen a la ciudad es mínimo, tanto en irrisorias patentes (Norgener, una de las termo, paga 20 lucas semestrales) como en el lavado de imagen que los burócratas gustan de llamar Responsabilidad Social Empresarial (RSE), donde sueltan unas chauchas para eventos tipo aniversario de la comuna, día del niño, y convenios varios que apuntan al famoso ‘emprendimiento’ o autogestión de la miseria, como llamamos los comunistas a esa vaina. La gente lo agradece, claro, porque de nada se pasa a poco, y el pasar de los pobres mejora cualitativamente cuando se cuenta con algunos medios de producción que les entreguen herramientas para facilitar el alimento, la vestimenta y otras necesidades básicas, sin tener que estar a los vaivenes del ánimo del patrón.
En otro plano, Tocopilla es una ciudad pobre, a pesar que miles de mineros, cuyo salario promedio debe andar por las 800 lucas, gasten algunas lucas en la ciudad, principalmente en comida, putas y diversión, es decir, en reproducción de las fuerzas. Todos se llevan el turro hacia sus lugares de origen.
En Tocopilla la burguesía local es mínima, y los sectores históricamente construidos para los ejecutivos que habitan en la zona (ubicados en la zona sur -“la villa”- que se opone a ‘las poblas’ del lado norte), son amenazados por los barrios que los circundan, donde en su mayoría viven proletarios estigmatizados como delincuentes por el puñado de gárgolas adictas a la pasta, a las que si les das la espalda te roban para matar la angustia que genera la sustancia (de efectos eufórico-paranoicos, por cierto).
En Tocopilla abundan los hoyos en las calles, los perros vagos rompen la basura de los contenedores y las esparcen por todos lados, cuando no es la propia gente –quizás por frustración- la que bota su mierda a la calle sin importarle nada. Se percibe una especie de falta de cariño por el lugar, y no los culpo: la consigna punk del ‘no futuro’ ha sido vivida en carne propia por varias generaciones. Los jóvenes se van a las minas y, los que pueden, a estudiar a Antofagasta, Iquique o Arica. Abundan las mujeres y lxs niñxs, así como los abusos patriarcales (violaciones, palizas, abusos a menores, prostitución…). A la mano de obra inmigrante peruana o boliviana (histórica y aceptada) se ha sumado con mucha fuerza la colombiana, que desempeña labores de trabajo sexual o trabajo precario, y a lo más una peguita en las mineras. A esta última, quizás por racismo, se le mira con desconfianza.
Como comuna pobre no hay recursos municipales para hermosear lugares como lo que queda libre del borde costero (cooptado por las empresas y el puerto) que incentiven el turismo o la recreación, y la industria cultural brilla por su ausencia.
No es un panorama muy alentador, pero es la realidad de este y de otros pueblos de Chile y el mundo, una zona de sacrificio en nombre del puto progreso, el crecimiento, y otras vainas con la que los tecnócratas de derechas e izquierdas se llenan la boca en simposios donde planean cómo cresta estrujarnos más sin que nos demos cuenta. Y en beneficio del país…
BARRICADA
Siendo rigurosos, la revuelta iniciada a fines de julio no partió apoyada por la mayoría de lxs tocopillanxs. Comenzó por una demanda gremial, la de transportistas y todos los que entre sus medios de producción utilizan vehículos, ante la licitación de una nueva planta de revisión técnica automatizada cuyos estándares de exigencia rechazarían muchos de los vehículos que, dado el estado de las calles, están hecho mierda.
La primera demostración de fuerza fue una marcha donde se cortó el conocido puente SQM, lugar estratégico, ya que si se corta, se corta el paso desde Iquique y Calama hacia el sur y, de pasada, se corta el flujo nacional de mercancías humanas y no humanas. Esa fue otra razón de la celeridad de las ‘autoridades’ por destrabar el conflicto.
En esa ocasión, tras tres horas de corte, la Gobernadora Provincial comprometió la visita de la Subsecretaria de Transportes para un par de días más. Sin embargo, de esa reunión no salió nada y duró menos de diez minutos.
La siguiente jornada aconteció una semana después e incluyó cortes de ruta del norte y sur de la ciudad, y del puente SQM, con barricadas potentes construidas con maquinaria de los transportistas, camiones, neumáticos en llamas, y un creciente apoyo cuantitativo de la población. La jornada de bloqueo duró 24 horas, llamando la atención de los medios manejados desde Santiago, y finalizó con los chanchos actuando con sumo poder represivo; chanchos venidos de Iquique y Antofagasta. Hubo heridos y detenidos, pocos, pero que salieron hecho mierda de la Comisaría.
El día aquel participé como asalariado, cumpliendo labores comunicativas, y cuando cayó la noche me uní al grupo que identifiqué más rebelde, el de los jóvenes y no tan jóvenes que, entre sorbo y sorbo, y alegría desafiante, resistieron el embate represivo por varias horas, demostrando una espontaneidad combativa notable, y un acabado conocimiento estratégico del territorio por defender. Fue una hermosa comunidad temporal de lucha.
Resultó importante el hecho que los voceros –ya pasaré a referirme a ellos con más detalles- no estuvieron en dicha resistencia, así como el grueso de la población. Pero esto último se comprende: muchxs no conocían las Fuerzas Especiales, nunca habían padecido lacrimógenas, y los chanchos con sus trajes pueden generar miedo.
En esa barricada alegre y vital percibí los gestos políticos más interesantes desde un punto de vista revolucionario, aún cuando los que le daban a la arenga denotaban conceptos setenteros ya recuperados por la izquierda del capital. Sin embargo, los más jóvenes se mostraron dispuestos a discutir sobre los alcances de una movilización como la vivida y la barricada se mostró como un lugar de fraternidad y aprendizaje colectivo de resistencia y digna lucha.
No hubo concesiones con la propiedad privada, arrasando con pallets y planchas de pizarreño extraídas de las empresas para alimentar la barricada. Y, notable, resultó, también, que cuando los chanchos hicieron aparición para el desalojo tipo 2 am, desde lo alto de las empresas, los proletarios presos de los turnos de trabajo, gritaron contra los pacos y en ánimo a los que resistíamos ahí fuera.
Los chanchos dieron con todo y dos jóvenes recibieron bombas en sus cuerpos –uno muy cerca del ojo y otro en su pierna- y otro fue atropellado por el zorrillo en una encerrona. Sin embargo, el fuego duró hasta las seis de la mañana, cuando el último puñado nos retiramos por cansancio. No hubo relevo y se perdió el bloqueo.
ORGANIZACIÓN
Desde un comienzo se reconocieron los liderazgos ejercidos por menos de diez dirigentes transportistas, pescadores, y ambientalistas, quienes tenían trazada de antemano las acciones de fuerza y una cierta postura, que, sin embargo, por presión, fue “democratizándose”.
Nadie los escogió –como supuestamente ocurre en el modelo asambleario- y, por lo mismo, nadie imaginó revocarlos cuando se fueron poniendo demasiado dóciles frente a las promesas gubernamentales. Asimismo, nunca hubo una vocería definida y rígida, y un día aparecían hablando como voceros personajes que luego no asistían a las marchas o a las asambleas.
El único que tuvo un papel protagónico de principio a fin fue el alcalde, Fernando San Román, un joven de 28 años, que no está inscrito pero recibe el apoyo del Partido Progresista (Pro), del payaso llamado Marco Enríquez-Ominami. San Román desde su adolescencia estuvo armando movimientos contra las termoeléctricas, coqueteando con diversos Partidos, y apenas pudo, se postuló a cargos institucionales, consiguiendo la alcaldía con un 35% de votaciones en 2012.
También fundó un periódico, El Polémico, donde junto a varios colaboradores denunció todas las turbiedades de los funcionarios de la antigua administración municipal del DC Moyano. Paradojalmente, hoy esos funcionarios, ubicados en puestos estratégicos, son sus subalternos, lo que le dificulta la gestión debido a sus sutiles sabotajes y omisiones.
San Román era el más claro respecto a los alcances políticos del movimiento y mérito suyo es el haber comunicado a los medios con claridad el petitorio y su fundamentación. Sin embargo, éstos festinaron con su liderazgo, por propia debilidad de los voceros de base, ya que siempre buscan encausar las explosiones sociales a través del discurso de sus ‘líderes’, silenciando siempre la voz más iracunda y espontánea de los dirigentes sociales con menos capacidad retórica.
San Román es un personaje legitimado y de buenas intenciones, pero sus horizontes están demasiado apegados a la real-politik, a la reforma, al “paso a paso”, cediendo entremedio a los entuertos de poder, al amiguismo, en una ambigua posición. Por sus actos e ideas, podemos situarlo en la izquierda del capital que aún mantiene autónoma respecto a la verticalidad partidista, pero que cae fácilmente preso de sus acuerdos instrumentales y políticos.
El problema que atravesó la organización de los proletarios tocopillanos (el 95% de la población) fue la urgencia de la movilización, en fondo y forma. Todo fue apresurado y respondió a las circunstancias a nivel interno. Una de las consignas remarcadas con negrita en un uno de los primeros panfletos repartidos, donde se comunicaba el petitorio, decía algo así como “Esto no es un movimiento político, sino social, luchamos por Tocopilla”.
Esto refleja el descrédito de la política entendida como correlación de fuerzas entre Partidos, donde siempre estos “pequeños estados” intentan sacar ganancia de su hegemonía en los movimientos. De hecho, el personaje conocido como MEO se sintió ofendido cuando San Román pidió que se abstuviera de asistir a la gran marcha del día 9 de agosto, jornada en que el Ministro de Salud y otros peces gordos venidos desde Santiago, visitaron la comuna con la intención de dar solución a las demandas. De todas maneras, acertada petición del alcalde, ya que sus adversarios –incluido los medios como CNN, El Mercurio, y La Tercera- estaban expectantes ante la presencia de políticos o candidatos con vistas a dar la razón a la derecha, que ya sentían internamente que el movimiento buscaba dar hegemonía a ciertos sectores, e incluso paranoiqueaba con que el movimiento “estaba infiltrado por extremistas venidos desde afuera”, como señaló el momio y xenófobo diputado por la zona, Felipe Ward (UDI).
Más allá de esta interpretación, nunca existió el momento a nivel interno, en la asamblea me refiero, para discutir sobre lo que entendíamos por “lo político”, “lo social” y lo “anti-político”. Hubiese sido muy interesante a nivel teórico y práctico llegar a una conclusión general respecto a qué rechazamos de lo político tal como lo conocemos en la sociedad espectacular y reconocernos como sujetos políticos no especializados.
Tampoco hubo tiempo para legitimar mediante votación directa a los voceros y aclararles sus funciones específicas, el mandato, y su potencial revocación al momento que no las cumplieran. Y eso ocurrió por el temor de no provocar discusiones que pudieran dividir el movimiento y por no herir los egos, que se asomaban amenazantes cada vez que uno de los tantos actores representativos (dirigentes vecinales, estudiantiles, trabajadores), por ejemplo, no era citado con mucha formalidad a una de las reuniones o alguien no muy legitimado aparecía declarando por los medios.
Aún cuando varios éramos partidarios de generar esa y otras discusiones en la asamblea, esos momentos eran de organización estratégica y se dejaron de lado las discusiones más “políticas”. Sin embargo, cuando el movimiento tomó conciencia de su potencial, las mujeres pobladoras y otros sujetos iletrados pero con la combatividad que sólo el grandioso sentido común entrega, pusieron los puntos sobre las íes e indicaron un camino donde no había espacio para tranzar, un camino lleno de desconfianza en la palabra de la “autoridad” y que tenía la certeza que la única manera de asegurar la presión era a través de la acción directa, en la intensidad que fuese necesario de acuerdo al momento.
Por otro lado, los sectores juveniles, individuales o agrupados, como los estudiantes, sucumbieron a ser carne de cañón en las barricadas y poco más que eso, ya que los voceros, varios de ellos viejos desconcertados y ex dirigentes sindicales, les negaron un papel más activo e impusieron sus traumas y miedos heredados de la vieja política vertical, negándose o esquivando la democratización directa, la discusión política y la radicalidad bien justificada de los sectores más espontáneos.
PROYECCIONES
De algo están claro todas y todos los tocopillanos: Algo cambió. Hoy la ciudad consigue un cierto reconocimiento y solidaridad nacional respecto a su catastrófico estado, toma conciencia de su poder frente a las autoridades, y perfila futuras demandas.
El grupo de jóvenes más concientes y las minorías radicales convergen en la opción de la acción directa, no institucional, a la vez que confían en la figura del Alcalde, que ha demostrado sentirse cómodo y efectivo negociando directamente con Santiago, lo que a la vez le trajo la consolidación como figura política, augurando un nuevo período en la Municipalidad, aún cuando falta tiempo para eso, y aunque podemos dar fe que no es la motivación de su participación. De hecho, pasó a convertirse en “héroe” luego que resultara detenido en el bloqueo del 1 de agosto, donde, a pesar de su cargo, fue tratado como tratan los chanchos a los detenidos en manifestaciones.
Hoy el pueblo ha vuelto a una relativa calma (los compromiso adquiridos por el Gobierno tienen como fecha tope el 1 de octubre), aún cuando al cierre de este escrito un nuevo bloqueo había acontecido en la ruta hacia Iquique, motivado por la necesidad de obras de mitigación de aluviones productos de la lluvia, en el sector norte, donde están las poblaciones más marginales. Ese bloqueo fue una nueva demostración de fuerza y combatividad, porque desembocó en el compromiso del Intendente de la región para comenzar las obras solicitadas en las próximas semanas. Y, además, demostró que la gente le tiene cada vez menos miedo a la represión policial, develando complejos y radicales métodos de autodefensa, si es que llegaba a contecer el desalojo.
Aunque la presencia fantasmal de un par de troskos que aparecieron en una de las últimas asambleas criticando los liderazgos, para luego desaparecer en el éter de sus organizaciones universitarias, no hubo otro tipo de presencia anticapitalista en el movimiento (si es que consideramos anticapitalista la política trostskista).
Junto a un camarada que me hice casualmente en las barricadas, hemos intentado contactar a los núcleos e individuales del proletariado juvenil (y no tanto) más combativo, aún sin resultados. Por lo mismo, frente a las propias contradicciones a las que se verá sometido el movimiento por los intereses y demandas más radicales que empiezan a asomarse, se hace necesaria la difusión de ideas comunistas anárquicas y el establecimiento de una asamblea no mediada por la urgencia de la movilización, sino como espacio fraterno de discusión de ideas y horizontes en la lucha.
¡Por la multiplicación de los focos locales anticapitalistas y antiestatales!
¡Por la revolución internacionalista contra la sociedad espectacular!
¡Comunismo difuso saboteando el viejo mundo!
Tomado de hommodolars
Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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