sábado, 18 de febrero de 2012

Más aportes en torno al "Decrecimiento": Entrevista a Anselm Jappe

Como complemento a las notas críticas desarrolladas por Miguel Amorós hacia la nueva ideología decrecentista, que difundimos hace un tiempo, dejamos esta entrevista a Anselm Jappe, aparecida en el dossier sobre "decrecimiento" que realizara El Viejo Topo, que contribuye no tan sólo a una correcta ponderación de los análisis y propuestas decrecentistas, sino también a una comprensión general e integral de las nuevas luchas anticapitalistas y "ambientalistas".

¿A qué atribuye usted el “boom” del discurso sobre el decrecimiento?


En realidad, la parte del público que actualmente es sensible al discurso del decrecimiento es aún bastante restringido. Sin embargo, esta parte está creciendo. Ello refleja una toma de conciencia frente a los desarrollos más importantes de los últimos decenios: sobre todo la evidencia que el desarrollo del capitalismo nos arrastra hacia una catástrofe ecológica y que no serán unos nuevos filtros o unos coches menos contaminantes los que resolverán el problema. Hay un recelo difuso incluso respecto a la idea de que un desarrollo económico perpetuo sea deseable y al mismo tiempo una insatisfacción con las críticas al capitalismo que reprochan esencialmente su distribución injusta de la riqueza o solamente sus excesos, como las guerras y las violaciones de los “derechos humanos”. El interés por el concepto de decrecimiento traduce la impresión creciente de que es toda la dirección del viaje emprendido por nuestra sociedad la que es falsa, por lo menos desde hace unos decenios. Y que estamos ante una “crisis de civilización”, de todos sus valores, también en el nivel de la vida cotidiana (culto al consumo, la rapidez, la tecnología etc.).

Hemos entrado en una crisis que es económica, ecológica y energética al mismo tiempo y el discurso sobre el decrecimiento considera todos estos factores en su interacción en vez de querer reactivar el crecimiento con “tecnologías verdes”, como lo hace una parte del ecologismo, o de proponer una gestión diferente de la sociedad industrial, como lo hace una parte de la critica heredera del marxismo.

El decrecimiento gusta también porque propone modelos de comportamiento individual que se pueden empezar a practicar hoy y aquí, pero sin limitarse a ellos, y porque redescubre virtudes esenciales como la convivialidad, la generosidad la sencillez voluntaria y la donación. Pero atrae igualmente por su rostro amable, que hace creer que se puede alcanzar un cambio radical con un consenso generalizado, sin atravesar antagonismos y evitando fuertes enfrentamientos. Se trata de un reformismo que se quiere auténticamente radical.

¿Cómo se sitúa usted en relación con los debates decrecentistas? ¿Le convencen sus análisis y propuestas?

El pensamiento del decrecimiento tiene sin duda el mérito de querer romper con el productivismo y el economicismo que constituyeron durante mucho tiempo el fondo común de la sociedad burguesa y de su crítica marxista.

La crítica profunda del modo de vida capitalista parece estar, en general, más presente en los decrecentistas que, por ejemplo, en los partidarios del neo-obrerismo, que continúan creyendo que el desarrollo de las fuerzas productivas (particularmente en su forma informática) conducirá a la emancipación social. Los decrecentistas intentan descubrir elementos de una sociedad mejor en la vida de hoy — a menudo procedentes de la herencia de sociedades precapitalistas, como la actitud frente a la donación. Pues no corren el riesgo, como otros, de apostar por perseguir la descomposición de todas las formas de vida tradicionales y la barbarie que supuestamente prepare un renacimiento milagroso (como por ejemplo la revista Tiqqun y sus sucesores en Francia). EI problema es que los teóricos del decrecimiento se pierden en vaguedades en lo que concierne a las causas de la dinámica del crecimiento.

En su crítica de la economía política, Marx ya ha mostrado que la sustitución de la fuerza de trabajo humano por el empleo de la tecnología reduce el “valor” representado en la mercancía, lo que empuja al capitalismo a aumentar permanentemente la producción. Son las categorías básicas del capitalismo — el trabajo en abstracto, el valor, la mercancía, el dinero, que no pertenecen en absoluto a todo modo de producción, sino únicamente al capitalismo — las que engendran su ciego dinamismo. Más allá del límite externo, constituido por el agotamiento de los recursos, el sistema capitalista contiene desde su inicio un límite interno: la obligación de reducir — a causa de la competencia — el trabajo vivo que constituye al mismo tiempo la única fuente del valor. Desde hace unos decenios este límite parece haber sido alcanzado y la producción del valor “real” fue ampliamente sustituido por su simulación en la esfera financiera. Además, los límites externo e interno empezaban a aparecer a plena luz en el mismo momento: alrededor de 1970. La obligación de crecer es pues consustancial con el capitalismo. El capitalismo solamente puede existir como huida hacia delante y como crecimiento material perpetuo para compensar la disminución del valor. Así, un decrecimiento verdadero solamente es posible a costa de una ruptura total con la producción de mercancías y del dinero. Pero los “decrecentistas” retroceden generalmente ante esta consecuencia que les puede parecer demasiado “utópica”. Algunos se han adscrito al eslogan: “salir de la economía”. Pero la mayoría permanece en el marco de una “ciencia económica alternativa y parece creer que la tiranía del crecimiento es solamente una especie de malentendido que se podría atacar sistemáticamente a fuerza de coloquios científicos que discuten sobre la mejor manera de calcular el PIB.

Muchos decrecentistas caen en la trampa de la política tradicional y quieren participar en las elecciones o entregan cartas firmadas dirigidas a parlamentarios. A veces incluso es el suyo un discurso un poco “snob’ con el que los ricos burgueses aplacan su sentimiento de culpa recuperando ostensiblemente las verduras desechadas al cierre del mercado. Y si la voluntad de eludir la división entre izquierda y derecha puede parecer inevitable, hay que preguntarse por qué la “Nueva Derecha” ha mostrado interés por el decrecimiento, así como preguntarse por el riesgo de caer en una apología acrítica de sociedades “tradicionales” en el Sur del mundo.

En pocas palabras, diría que el discurso de los decrecentistas me parece más prometedor que muchas otras formas de la crítica social contemporánea, pero aún queda mucho que desarrollar y sobre todo deben perder sus ilusiones sobre la posibilidad de domesticar a la bestia capitalista sólo con buena voluntad.

Ha mencionado unos puntos débiles y otros positivos en la teoría del decrecimiento. Pero, ¿no testimonia el eslogan “salir de la economía” una cierta ignorancia de la dificultad de crear islotes de decrecimiento en el capitalismo? Otras formas de la crítica social contemporánea saben de los procesos contradictorios dentro de las sociedades capitalistas y de la importancia de las luchas sociales, un aspecto que parece subvalorado en el discurso decrecentista. ¿Lo cree así?

Hay una cierta necedad en creer que el decrecimiento podría convertirse en la política oficial de la Comisión Europea o algo parecido. Un “capitalismo decreciente” sería una contradicción en los términos, tan imposible como un “capitalismo ecológico”. Si el decrecimiento no quiere reducirse a acompañar y justificar el ”creciente” empobrecimiento de la sociedad — y este riesgo es real: una retórica de la frugalidad podría dorar la píldora a los nuevos pobres (que pueden llegar a tener que hurgar en el cubo de la basura) y transformar lo que es una imposición en una apariencia de elección – tiene que prepararse para los enfrentamientos y los antagonismos. Pero estos antagonismos no coinciden ya con los tradicionales, constituidos por la “lucha de clases”.

Una superación necesaria del paradigma productivista - y de los modos de vida correspondientes - encontrará resistencia en todos los sectores sociales. Una parte de las “luchas sociales” actuales en todo el mundo, es esencialmente la lucha por el acceso a la riqueza capitalista, sin cuestionar el carácter de esta supuesta riqueza. Un trabajador chino o indio tiene mil razones para reivindicar un mejor salario, pero si lo recibe se comprará probablemente un coche y contribuirá así al “crecimiento” y a sus consecuencias nefastas en los terrenos ecológico y social. Esperemos que las luchas para mejorar la situación de los explotados y de los oprimidos se desarrollen simultáneamente con esfuerzos para superar el modelo social fundado en un consumo individual excesivo. Quizás ciertos movimientos de campesinos en el Sur del mundo van ya en esta dirección, sobre todo si recuperan ciertos elementos de las sociedades tradicionales como la propiedad colectiva de la tierra, o la existencia de formas de reconocimiento del individuo que no están relacionadas con su fortuna en el mercado.

Anselm Jappe es filósofo. Publicó una monografía sobre Guy Debord en Anagrama y es colaborador de publicaciones como Il Manifesto y EXIT!.Enseña estética en la Academia di belle Arti di frosinone (Italia).

2 comentarios:

  1. El pensamiento del decrecimiento tiene sin duda el mérito de querer romper con el productivismo y el economicismo que constituyeron durante mucho tiempo el fondo común de la sociedad burguesa y de su crítica marxista.
    ?Pero de qué critica marxista A. Jappe esta hablando? Porque no es de ayer por la manana que la critica revolucionaria, comunista y anarquista del productivismo vio luz. Jappe confunde "critica marxista" con "orthodoxia marxista". Parece mentira que Jappe, tan entendido de Debord no haya visto en los situacionistas una critica del productivismo, y no solo se daba en la IS, claro sino también e la ultra-izquierda, por ejemplo con Invariance de J. Camatte o con Socialisme ou barbarie....
    saludos

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  2. Quizás Jappe, dado que se trata de una entrevista relativamente breve, generaliza demasiado la interpretación mecanicista de la historia presente en el marxismo oficial al atribuírsela a toda la "crítica marxista". Por otro lado, si bien la izquierda comunista se encuentra dentro de las corrientes que se reivindican como marxistas, la IS y desarrollos posteriores de corrientes comunistas y anárquicas, rompen con dicha terminología, al cuestionar de plano a la ideología y, por tanto, no reconociéndose dentro del campo del "marxismo", tendiendo a su superación. En este caso, entonces, la crítica de Jappe al marxismo (como ideología) tendría validez.

    Ahora, es importante lo que señalas, pues pudiera parecer que la crítica al desarrollismo la inventaron -o al menos afinaron- los decrecentistas, cuando en realidad existe una larga historia de contribuciones revolucionarias que se desmarcaron y enfrentaron a esta visión "progresista" de la historia, heredada más bien de la social-democracia (leninismo incluido, por supuesto) que de la obra original marxiana. Por ejemplo, W. Benjamin expone una brillante crítica al progreso en algunas de sus tesis de filosofía de la historia (http://www.el-radical-libre.blogspot.com/2010/10/sobre-el-progreso.html , http://www.el-radical-libre.blogspot.com/2010/11/sobre-los-conceptos-de-trabajo-y.html).

    Saludos.

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