¡NO SOMOS ANTISISTEMA, EL SISTEMA ES ANTINOSOTROS!
La historia se repite. En los últimos años vemos un incremento en la inversión de capitales mineros en esta región del mundo llamada Perú (Huancayo, Puno, Arequipa y actualmente Cajamarca) acompañadas de movilizaciones y frontales protestas masivas. En un contexto social de crisis económica mundial, donde el poder económico empresarial hace lo posible e imposible para salvaguardar sus ganancias a costa de la existencia y explotación de las grandes mayorías descamisadas y trabajadoras del mundo entero; la extracción de oro y plata, resulta ser un negocio beneficioso para los monopolios que se dedican a este rubro.
Este país es un excelente lugar para sacar un lucrativo dinerito a través de las minas. Unas cuantas decenas de millones de dólares distribuidos en: permisos al gobierno de turno, expediciones de exploración, maquinaria pesada, estructuras especializadas, mano de obra barata, su respectiva aceitadita y queda todo listo; esas decenas se pueden convertir en miles de millones. Aunque hay un ligero inconveniente en dicha actividad; los pobladores de dichos lugares que se encuentran cerca de los yacimientos mineros, que se rehúsan a que sus tierras sean depredadas y sus condiciones de vida rebajadas a la miseria absoluta.
Aquí no repetiremos lo que, hasta un buen demócrata liberal nos puede decir: que las mineras con-taminan el medio de vida de los pueblos de los alrededores, que llenan el lugar gases tóxicos, que envenenan el aire, que infectan el agua de los ríos y lagunas con mercurio y demás químicos, que queman los suelos y subsuelos, que fuerzan la extinción de especies animales y vegetales. Lo que todos buscamos es explicarnos el fondo del problema, ya que sus consecuencias, nefastas y morta-les, son de conocimiento general y público.
Aquí no repetiremos lo que, hasta un buen demócrata liberal nos puede decir: que las mineras con-taminan el medio de vida de los pueblos de los alrededores, que llenan el lugar gases tóxicos, que envenenan el aire, que infectan el agua de los ríos y lagunas con mercurio y demás químicos, que queman los suelos y subsuelos, que fuerzan la extinción de especies animales y vegetales. Lo que todos buscamos es explicarnos el fondo del problema, ya que sus consecuencias, nefastas y morta-les, son de conocimiento general y público.
Los empresarios, de cualquier rama de la producción, buscan siempre gastar menos para ganar más. En el caso de las mineras, estas irrumpen, por encima y en contra de lo que podríamos llamar “naturaleza” y “humanidad”. Todo lo que se encuentra en medio es convertido en mercancía, hasta nosotros mismos. El capital vuelve mercancía hasta lo menos pensado (agua en frasco, banco de esperma, etc.). Lo importante es ganar y acumular dinero, si mueren o no animales y plantas, hombres-mujeres y sus respectivas comunidades no es problema suyo. Entendamos entonces que no se trata aquí de buenos o malos empresarios, de escrupulosos o negligentes políticos, de empresas responsables o capitalistas ambiciosos; es la lógica de este mundo mercantilizar todo, imponer las necesidades del mercado ante las necesidades humanas, colectivas y naturales. Aquí no hay que denunciar a un proyecto minero o a un presidente mentiroso, aquí hay que negar con actos reales la misma lógica de la existencia de la humanidad bajo la dictadura democrática del dinero, y las condi-ciones mismas que permiten nuestro sometimiento. Nuestro problema no es tal o cual empresario, sino el gran andamiaje llamado capital.
En cada conflicto social entre los intereses de los pueblos en preservar su supervivencia contra los intereses mineros que buscan desarrollarse a costa de la destrucción del habitad natural, el Estado, supuesto órgano neutro de la sociedad, nos demuestra al fin y al cabo, detrás del velo de la impar-cialidad, a quien realmente sirve y obedece. Es ahí cuando muestra explícitamente que su única su función es defender el sistema que lo alimenta, hacer respetar la propiedad privada, imponer el trabajo asalariado, permitir la mercantilización de todo lo existente, apoyar la destrucción directa o indirecta de lo que tenga que ser destruido en defensa del progreso. Por más que el gobierno sea de derecha o izquierda, nunca expulsará al capital minero (aunque si lo expulsara la esencia del sistema será la misma), y menos cambiará la vida comprada y maquinizada que tenemos, en el “mejor de los casos” pondrá ciertas medidas ecológicas y medio-ambientales para que la población quede medianamente apaciguada; aunque siempre depende de cuánto dinero haya en juego y qué cueste más… las medidas ambientales o la represión en las calles. Los ejemplos sobran, sin ir muy lejos, hemos sido testigos de cómo el gobierno aprista llevó a cabo una masacre en Bagua, reprimió bru-talmente las protestas en Puno y ahora el gobierno encabezado por Ollanta impone el “Estado de Emergencia” ante las protestas de los pobladores en Cajamarca.
Como podemos entender, si queremos que sea sólo un penoso momento en la historia, la vida mercantilizada; debemos de actuar por nosotros mismos, es inconcebible e injustificable quedarse con la boca cerrada, los brazos cruzados y el cerebro nublado ante la arremetida directa y legalizada que efectúa la empresa minera Yanacocha en Cajamarca contra la sobrevivencia de la precaria población campesina y la multitud socialmente marginal de esta región… Decimos que es inconcebible no porque sintamos lastima por estas personas que sufren en carne propia la dictadura del dinero sobre su vida ni porque nos creamos sus defensores… Decimos que es injustificable porque nosotros también, en formas diferentes pero igual de contundentes y subyugantes, somos golpeados por esta sociedad organizada para el lucro, para la acumulación financiera, para la mercantilización de todo lo que se pueda y quieran poner a la venta. No podemos entonces permitir que seamos arrastrados por las fuerzas ciegas de la economía mercantil y su consecuente orga-nización social.
Nos solidarizamos con el sufrimiento de los pobladores afectados en Conga, pero nos solidarizamos en el sentido integral y real… estamos empujados a ser causa común contra esta forma democráticamente organizada que tiene este sistema para imponernos su lógica, a ser causa común contra las condiciones de vida que nos imponen, a ser causa común en la búsqueda de la salida a nuestros problemas; cerremos filas ante el enemigo de la vida y respondamos con un gran golpe contundente y mortal contra la raíz y las ramas del sistema, contra la parte y el todo, a todo nivel, en todo espacio, creando y basándonos en la historia de rebeldía de los apartados, de los excluidos y desposeídos. Sólo así veremos el fin de nuestra esclavitud asalariada, veremos el inicio de una ver-dadera vida, que hasta ahora nos ha sido negada, a los de la inmensa mayoría de la humanidad.
No nos dejemos engañar entonces por movilizaciones como ¡Conga no va!, si bien nos solidarizamos con la resistencia de los pueblos al exterminio masivo en las garras del capital, denunciamos la política y mistificaciones, de los mesías de siempre, que plantean la posibilidad de la coexistencia entre el mundo burgués y la naturaleza (incluidos nosotros dentro de ella). La politiquería se aprovecha de las reacciones desesperadas de los que somos atacados brutalmente por el Totalitarismo Mercantil, creando el fetiche de la lucha salvadora, de la política del cambio, de la política popular, cuando nunca se ataca la base misma del sistema, cuando nunca se plantea seriamente la posibilidad latente que tenemos en nuestras manos de derrumbar el mundo creado para el lucro y la codicia, y construir nuestro mundo, un mundo humano, natural y colectivo, un mundo donde decidamos libremente nuestro destino.
Esto es lo que se encuentra en líneas generales detrás de los conflictos producidos por la minería. Esta es la verdadera faz del capitalismo: explotación y ganancia. Por tanto, la única acción realmen-te legítima que pueda permitir una nueva forma de mundo es atacando al capital, a su producción, a su cotidianidad… A realizar acciones entonces, que vayan fuera de la oferta y la demanda, de la venta y compra. Por todo el mundo recorre el hartazgo, la cólera, la indignación, por las calles del mundo banderas sin colores van buscando su color, vamos creando nuestra lucha, vamos encontrándonos con nuestra propia fuerza dormida, que creían nos la quitaban por completo con el trabajo, pero estamos aquí inconformes y rebeldes, escarbando en nuestro pasado para construir una nueva historia. “Radicalicemos nuestras luchas. Es decir, vayamos a la raíz de los conflictos. Rescatemos las experiencias positivas de cada movimiento y sacudámonos de todo lastre politiquero, que sólo intenta limitar y castrar nuestras luchas, vaciándolas de contenido a cambio de –en el mejor de los casos– obtener migajas por un breve tiempo, mientras arriba se atragantan con el pastel.” “Reconozcámonos como explotados/as y construyamos de forma autónoma los caminos para dejar de serlo. De otra manera, este proceso de movilizaciones no pasará de ser una anécdota en la cotidianidad de la explotación estatal/capitalista.”
Queda claro que los problemas diarios que sufren los pobladores que viven cerca a los proyectos mineros no se inician con las minas, la vida en sí misma (tal y como la conocemos) ya es un problema, es una carga, somos números, mercancías, factores, que se compran y venden. Los conflictos producidos en relación a la minería sólo evidencia la contradicción latente que existe entre el dinero y el hombre, entre la empresa y la naturaleza, entre el capital y la vida.
Tenemos aun sangre en las venas, tanta como para decidir no seguir aguantando más destrucción de lagunas; contaminación de ríos, de aire, de tierra; envenenamiento de plantas y animales; extinción forzosa de ecosistemas; y unido a esto… tampoco queremos seguir siendo sometidos a vidas rutinarias, obligados a vendernos al mejor postor, a comprar nuestras alegrías en los mercados, tener trabajos sofocantes, humillantes. Estamos artos de que nos pinten nuestra miseria diaria de colores y que nos mientan con sus espectáculos, haciéndonos creer que si queremos una vida mejor tenemos que votar por la izquierda o derecha, estamos cansados de vivir en la fantasía, cansados de ilusiones forzadas, cansados del mito del pobre que se vuelve rico, cansados de trabajar y dormir para trabajar, cansados de comer para ir a morir en el trabajo.
Contacto: comitedeurgencia@gmail.com
CAPITAL MINERO VS. PUEBLO INDIGNADO
(MÁS ALLÁ DE LO EVIDENTE)
Tomado de Notas Insurreccionales Nº 2
La historia se repite. Estos últimos años ha habido un incremento de inversión de capita-les mineros en esta región del mundo. Huancayo, Puno, Arequipa y actualmente Caja-marca; pueblos enteros movilizados realizando protestas masivas y radicales contra la presencia de la extracción y contaminación minera cerca a sus medios de vida. En un contexto de crisis económica mundial, donde se busca salvar los mercados e intereses empresariales a costa de la existencia de las grandes mayorías trabajadoras del mundo entero (ahí están las medidas de austeridad en Europa, donde el proletariado ha respondido con organización y violencia) la extracción de oro y plata resultan ser muy be-neficiosos para los monopolios que se dedican a este rubro.
El Perú es un excelente lugar para invertir capital minero. Unos cuantos cientos de millones de dólares distribuidos en: permisos al gobierno de turno, expediciones de exploración, maquinaria pesada, estructuras especializadas, mano de obra barata y queda todo listo… esos cientos se pueden convertir en miles de millones. El único problema, el único pequeño y fastidioso inconveniente podrían ser los habitantes que se encuentran cerca de los yacimientos mineros.
Aquí no repetiremos lo que, hasta lo que un buen demócrata puede decir… que las mineras contaminan el medio de vida de los pueblos que se encuentran cerca, que lle-nan el lugar de esmog, gases tóxicos, que envenenan el aire, que infectan el agua de los ríos o lagunas con mercurio y algunos otros químicos, que queman los suelos y subsuelos, que hacen inevitable la extinción forzada de especies animales y vegetales. Lo que se busca es mostrar cuál es la verdadera raíz del problema, ya que sus consecuencias, nefastas y mortales, son de conocimiento general y público.
El capital es un sistema vivo, que sólo puede reproducirse a costa del trabajo de masas, mundialmente dispersas, de sectores de la población que no tengan nada más que in-tercambiar que su vida misma. El empresario particular, de cualquier sector o rama de la producción, busca siempre gastar menos para ganar más, de esta forma la mercancía que ofrece podrá ser rápidamente consumida en el mercado y monopolizará su ámbito de comercialización, el mercado de tal o cual producto en venta. En el caso de las mineras, estas irrumpen, como cualquier otro sector capitalista, por encima y en contra de lo que podríamos llamar “naturaleza” y “humanidad”. El capital vuelve mercancía hasta lo menos pensado (agua en frasco, banco de esperma, etc.) Lo importante es ganar, es obtener beneficio, si mueren o no animales y plantas, hombres-mujeres y sus respectivas comunidades no es problema suyo. Entendamos bien que no se trata aquí de buenos o malos empresarios, de escrupulosos o negligentes políticos, de empresas responsables o capitalistas ambiciosos… es la lógica de este mundo mercantilizar todo, es la lógica del mundo burgués imponer las necesidades del mercado ante las necesidades humanas y naturales. Aquí no hay que denunciar a un proyecto minero o a un presidente mentiroso, aquí hay que denunciar a la misma lógica de la existencia de la humanidad bajo la dictadura de la economía.
En cada conflicto social donde se manifiestan los intereses de los pueblos en preservar su existencia bajo la producción agrícola y los intereses mineros que tienden a la des-trucción de estos mismos lugares, el Estado, supuesto órgano neutro de la sociedad, muestra al conjunto de la sociedad a qué clase pertenece, sirve y obedece. Es que jus-tamente su función es velar por el sistema que lo mantiene existiendo, por la propiedad privada, por el trabajo asalariado, por la mercantilización de todo lo existente, por la destrucción indirecta de lo que tenga que ser destruido en defensa del progreso (capitalista). El Estado, por más que lo presida un partido de izquierda o de derecha, nunca expulsará al capital minero, a lo mucho le pondrá ciertas medidas ecológicas y medio-ambientales para que la población quede medianamente tranquila; aunque siempre depende de cuánto dinero haya en juego y qué cueste más… las medidas ambientales o la represión en las calles.
Cuando la población de los lugares afectados sale a las calles a imponer su “derecho democrático a la vida”, toda la izquierda y clase política socialdemócrata entra a la caza de ingenuos e incautados. Se mezclan los sectores progresistas de la iglesia, con ONGs, sindicatos, frentes regionales y partidos de todos matices izquierdistas. Todos estos bus-cando dirigir la ira del pueblo, encauzándolas a su beneficio particular, a su interés organizacional que puede variar en algunos casos en forma pero en el fondo todos son parte del mismo espectáculo, son parte de la política capitalista y por lo tanto defienden en esencia al sistema y su forma establecida de avance y desarrollo. “El ecologismo que sólo cuestiona los aspectos técnicos de la dominación global, está actuando como jardi-nero esclavo de las mansiones de los ricos. Los conflictos ambientales deben ser abordados de manera integral como parte de la explotación total a que nos somete el capitalismo y sus Estados. La única forma de superarlos es la acción integral y autónoma de nuestra clase, desechando toda mediación, creando desde ya las condiciones para una sociedad libre de alienación, empleando las medidas de fuerza que sean necesarias y coherentes para conseguir nuestra auto-liberación.”(1)
Es necesario solidarizarse con el atentado directo del capital a la vida de estas comuni-dades, que si bien cuentan con propiedad privada, sólo existen para sobrevivir, arreglán-doselas inestablemente, subsistiendo a duras penas a lo único que tiene. Si bien entendemos que estas comunidades luchan por defender su propiedad, su pedazo de tierra y vemos que esto los encadena a reproducir a cierto nivel el mercantilismo y su lógica, entendemos más aún el ataque que reciben por parte del interés financiero capi-talista. Nosotros diariamente, los proletarios del mundo, nos vemos amenazados por el régimen cotidiano de existencia. Aquí el problema es uno solo, es el sistema que niega la posibilidad de cubrir nuestras necesidades realmente naturales imponiéndonos sus necesidades, todo lo que consumimos realmente no nos sirve a nosotros, no sirve para la sociedad, sirve para las arcas de la burguesía.
No nos dejemos engañar entonces por movilizaciones como ¡Conga no va!, si bien nos solidarizamos con la resistencia de los pueblos al exterminio masivo en las garras del capital, denunciamos la política y mistificaciones de la izquierda, planteando que es posible la coexistencia entre el mundo burgués y la naturaleza (incluidos nosotros dentro de ella). El reformismo se aprovecha de las reacciones desesperadas de los atacados brutalmente por el sistema creando el fetiche de la lucha salvadora, de la política del cambio, de la política popular, cuando nunca se ataca la base misma del sistema. El pretexto siempre es y será que los procesos son largos y que de a poquitos, entrado en la política que el mismo sistema te brinda, se podrá mejorar todo… obviamente no dicen que se podrá mejorar todo para la economía burguesa.
Esto es lo que se encuentra en líneas generales detrás de los conflictos producidos por la minería. Esta es la verdadera faz del capital: explotación y ganancia. La única acción realmente legítima que pueda permitir una nueva forma de vida es atacando al capital, a su producción, a su cotidianidad… a realizar acciones entonces, que vayan fuera de la oferta y la demanda, de la venta y compra, del reformismo político. Como dicen nuestros compañeros del R.A.P. “Radicalicemos nuestras luchas. Es decir, vayamos a la raíz de los conflictos. Rescatemos las experiencias positivas de cada movimiento y sacudámonos de todo lastre politiquero, que sólo intenta limitar y castrar nuestras luchas, vaciándolas de contenido a cambio de –en el mejor de los casos– obtener migajas por un breve tiempo, mientras arriba se atragantan con el pastel.” “Reconozcámonos como explotados/as y construyamos de forma autónoma los caminos para dejar de serlo. De otra manera, este proceso de movilizaciones no pasará de ser una anécdota en la cotidianidad de la explotación estatal/capitalista.”
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Notas:
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