viernes, 5 de abril de 2013

Cruz y Ficción (Boletín "La Oveja Negra")


Para Nicolás Maduro –presidente encargado de Venezuela– «Hugo Chávez influyó en Cristo para que haya un Papa sudamericano», es así que El Comandante, luego de rogar públicamente a dios que no se lo lleve, sigue gobernando desde los cielos, es decir, su autoridad continúa aún muerto… Entre la risa y la rabia digerimos estas palabras y encontramos que la mentira generalizada es una triste realidad, que no se trata de forzar relaciones ocultas entre un engaño y otro, entre un tipo de dominación y otra, sino que ambas se nos presentan como una opresiva totalidad.

En una situación excepcional para la Iglesia Católica, Ratzinger renuncia a su cargo (un hecho de estas características no ocurría desde 1415) y con la proximidad de las Pascuas, se elige a los apurones un nuevo Papa que resulta ser el Cardenal argentino Jorge Bergoglio.

La noticia es recibida con un cóctel inigualable de fe y nacionalismo, incluso para los no creyentes, para quienes el estúpido orgullo nacional sale a relucir tanto si se trata de un gol récord de Messi o de un científico argentino reconocido mundialmente no importa por qué. 

Una vez más, cuesta ver a tanta gente arrodillarse frente a semejante monstruo. Parecieran desconocer los innumerables exterminios, genocidios y guerras apoyadas e impulsadas por el Vaticano y la Iglesia Católica a lo largo de la historia. Y no se trata de si es un Papa bueno o un Papa malo ¡Es una institución que históricamente es cómplice de la dominación de una clase sobre la otra! Por ello es indiferente si el jefe-cura de turno ha colaborado o no con la dictadura cívico militar de su país de origen. ¿Qué otros argumentos hacen falta para sentir asco por el Papa, sus obispos y cada cura de sus sucursales repartidas por el mundo? Si la sola existencia de la Iglesia y el catolicismo son testimonios de su prédica de muerte, sacrificio, resignación y dolor. Si Bergoglio colaboró con los milicos en los 70 es un detalle más, obsceno y cruel, pero un detalle en la sangrienta historia de la Iglesia Católica.

Ante la creciente falta de interés hacia la institución religiosa por parte de los creyentes, esta aprovecha para lavarse la cara y mostrar una imagen diferente al estereotipo que se tenía. En poquísimos días se evita ostentar el lujo, se escoge por primera vez el nombre de San Francisco –típica referencia al «lado bueno» del cristianismo–, el Papa paga sus cuentas en el hotel, usa una pulsera de plástico, pide donar el dinero de los viajes a los pobres, desa­prueba a los pedófilos, se muestra tolerante hacia otras creencias y quizás en el futuro asistamos a actitudes que sorprenderán a más de uno. Y nos preguntaremos si Bergoglio es sincero o un hipócrita, si lo hace con convicción o es pura apariencia, como si la respuesta podría develar algo importante, como si algo de ello cambiase la esencia de la religión y sus instituciones.

En lo inmediato, habrá un resurgimiento de la Iglesia Católica en la región, se acelerarán los trámites de beatificación y santificación de unos cuantos candidatos locales, se reclamarán con más énfasis las Malvinas para el Estado argentino, todo gracias a la obra del Señor, del único Señor de este mundo de mierda: el Señor dinero.

Y como lo que nos preocupa derribar es el mundo del dinero, del cual las religiones y sus iglesias son su consuelo y justificación, no podemos detenernos en críticas parciales. Para ello, ya están otros defensores de este mundo, los progresistas con sus críticas «políticamente correctas», que se limitan a los excesos de la Iglesia Católica, disputando su poder pero sin descuidar el apoyo de los creyentes, haciendo hincapié en el problema institucional de la Iglesia pero defendiendo la libertad de culto y otros chamuyos por el estilo.

En el número 5 de La Oveja Negra decíamos: «las religiones son instrumentos de la clase dominante para mantener el orden y el conformismo» y desgraciadamente la crisis de la Iglesia Católica no se debe a la existencia de un fuerte desorden social que se esté generalizando y vaya a suprimirla, sino a que simplemente hay quienes vienen haciendo mejor su trabajo, por lo cual deberá ceder parte de su terreno a otras religiones de moda y otras creencias impuestas por el Capital para su desarrollo como la fe en el progreso, la ciencia moderna y la tecnología.

La vida eterna en el cielo parece prometedora, pero por las dudas nos seguimos inyectando lo que nos digan  por unos años más en la tierra. Rezar puede tranquilizarnos, pero nada lo hará mejor que unos buenos psicofármacos. Las estampitas siguen en las billeteras, pero generalmente salen cuando no hay billetes o la tarjeta de crédito comienza a rebotar. Los misterios de dios son comparables a los de los mercados, la ciencia se ha convertido en religión, los científicos en curas y la propia religión muta para adaptarse al pensamiento moderno. Así, curiosamente, un proceso de beatificación se parece más a un examen de laboratorio con diversas pruebas «empíricas» comprobando milagros que a un acto de verdadera fe.

No debemos luchar contra una garra del capital para ser atrapados por otra, no debemos oponer ciencia a religión, debemos desnudar sus roles complementarios (y compartidos) en la defensa de esta sociedad podrida. Debemos luchar por una espiritualidad y materialidad diferentes, que vuelvan a encontrarse en la plena realización de las necesidades humanas.

Tomado de Boletín La Oveja Negra Nº 7. 

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