Una vez más se nos llama a salir a la calle como pacíficos ciudadanos, en pos de una verdadera democracia y contra un ficticio golpe de estado de los mercados; por una falsa unión de las diferentes “mareas” (sectores laborales y sociales). Falsa porque de unión tiene poco o nada, cada cual con sus reivindicaciones, cada loco con su tema, juntos pero no unidos.
En esta situación de crisis del sistema de producción capitalista, la clase dominante ahoga las condiciones de vida del proletariado, dejando a una parte en la miseria y la marginación, mientras que obliga a otra a aceptar condiciones cada día más sangrantes en su función de esclava asalariada. Nada tiene esto de novedad, pero debido a los años de su siniestro estado del bienestar, en el que algunos se tragaron la mentira de la clase media, del fin de las clases, del fin de la historia,…La protesta social se manifiesta mayoritariamente bajo el corsé de la ideología burguesa, se nos quiere hacer creer que esto es consecuencia de tal política, tal gobierno, tal sistema bipartidista, tal exceso, tal corruptela,… toma fuerza una ideología que parte de esos conceptos; el ciudadanismo, ideología que se basa en una reforma democrática del capitalismo, en proporcionarle un ilusorio rostro más humano, mediante la participación de los ciudadanos en la esfera política.
Basado en conceptos y consignas simples (por otra parte asumibles incluso por la extrema derecha, como se ha podido comprobar recientemente en varias ocasiones), que niegan el antagonismo de clase y en la ilusión de que se puede cambiar el capitalismo democráticamente, a través de las mismas instituciones estatales que sirven para perpetuarlo (parlamento, sistema judicial…). Esta ideología destruye la conciencia de clase y nos divide en múltiples identidades, sociales, laborales, corporativas,… creadas por el sistema que miran por sus intereses grupales, parcializando las luchas del proletariado y reventando cualquier atisbo de solidaridad de clase.
Parece que para algunos ya no somos todos una misma clase, el proletariado que depende de que la burguesía, que posee los medios de vida y de producción, necesite, o no, comprar su fuerza de trabajo. Nos forjan identidades como mineros, trabajadores públicos, interinos, camareros, parados, etc. y nos impulsan a organizarnos como tal. Debemos pararnos a pensar que hoy somos interinos, pero mañana podemos ser camareros o parados, o estar pasando la noche en un cajero o muriendo de frió bajo cualquier puente.
Ese discurso niega toda lucha que se desarrolle fuera de los marcos democráticos, niega la constitución de nuestra clase en fuerza para abolir todas las clases y todo sistema de dominación y explotación. Nos hace creer que la única manera de luchar es defender la democracia, asumida como referente abstracto universal paraíso terrenal que cumple el mismo papel que antiguamente ocupaba la religión. Desde la extrema derecha hasta la izquierda “combativa” claman hoy por más democracia, por una democracia participativa, democracia real. La Democracia dios supremo de la modernidad que librará al capitalismo de sus contradicciones proporcionando un rostro humano (ejército pacífico, propiedad privada sin robos, trabajo sin explotación, producción mercantil sin destrucción de la vida y la naturaleza,…) y todo ello a sin tocar un ápice de las estructuras de dominación, ni del sistema mercantil que produce todas estas contradicciones.
Se nos dice que no hay crisis del modo de producción capitalista sino que el problema es que la democracia ha sido secuestrada por los mercados, cuando la democracia es en realidad una forma de dominación de la que se ha dotado el capital que va unida a la sociedad mercantil desde sus inicios y se generaliza con ella.
Se nos llama en esta fecha simbólica, el 23f, para mostrarnos la supuesta dualidad democracia vs. totalitarismo, cuando sabemos que ni la democracia excluye la violencia ni el totalitarismo, ni los regímenes democráticos y los totalitarios son opuestos, sino formas que se alternan y complementan con la única función de perpetuar la dictadura totalitaria del capital. Se nos llama a rechazar el supuesto golpe de estado de esos mercados, basándose en que esa fecha, fue la de la consolidación de la democracia frente a un ataque contra esta. Esa consolidación de la democracia fue el último paso que llevó a cabo el capitalismo para firmar finalmente la derrota de las luchas del proletariado contra el capital. La derrota de una lucha por acabar con las cadenas que nos atan a este mundo de esclavitud, miseria y muerte. Así pues, reivindicando la democracia, pedimos a gritos el mantenimiento de esas cadenas y el fortalecimiento del estado.
Hasta que no empecemos una lucha real, rompiendo con ideologías que no quieren sino perpetuar nuestra miseria, – los falsos críticos del sistema -y decidamos SALIR A POR TODO a acabar con quien nos roba la vida a través del trabajo y la mercancía, a acabar con quien según sus necesidades nos usa o nos tira a la basura, nos usa como máquinas, a acabar con los que controlan las formas de supervivencia atándonos a su esclavitud asalariada.
Mientras no destruyamos este sistema de muerte, no tomaremos el control de nuestras vidas y no seremos lo que nunca hemos podido ser: seres humanos.
NI SOMOS CIUDADANOS NI QUEREMOS SERLO
¡NO SE PUEDE! HUMANIZAR EL CAPITALISMO
EL CAPITALISMO NO SE REFORMA, SE DESTRUYE
UNÍOS HERMANOS PROLETARIOS
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