Hemos querido hacer estos comentarios sobre la actitud de rebelión que se está extendiendo constantemente entre los niños y la juventud, especialmente en los de clase obrera y particularmente entre los negros, porque creemos que está íntimamente vinculada con la explosión del movimiento de mujeres y es algo que este movimiento debe tomar en cuenta. Nos ocupamos aquí de la revuelta de los que han sido excluidos, de los que han sido apartados por el sistema de producción, y que expresan con acciones su necesidad de destruir las fuerzas que obstaculizan el camino de su existencia social, pero que esta vez se están juntando como individuos.
Las mujeres y los niños han sido excluidos. La revuelta de unos contra la explotación a través de la exclusión es un índice de la rebelión de los otros.
En la medida en que el capital ha reclutado al hombre y lo ha convertido en un trabajador asalariado, ha creado una brecha entre él y todos los demás proletarios sin salario a quienes, al no participar directamente en la producción social, se suponía por lo tanto incapaces de ser los sujetos de una revuelta social.
Desde Marx, ha sido claro que el capital domina y se desarrolla a través del salario, esto es, que el fundamento de la sociedad capitalista era el trabajador asalariado y, hombre o mujer, la explotación directa de éste. Lo que no ha estado claro, ni lo han supuesto las organizaciones del movimiento de clase obrera, es que precisamente a través del salario se ha organizado la explotación del trabajador no asalariado. Esta explotación ha sido aún más efectiva porque la falta de un salario la ocultaba. Es decir, el salario controlaba una cantidad de trabajo mayor que la que aparecía en el convenio de la fábrica. En lo que respecta a las mujeres, su trabajo parece un servicio personal fuera del capital. La mujer parecía sufrir únicamente el chauvinismo masculino y era mal tratada porque el capitalismo significaba "injusticia" general y "conductas malas e irrazonables"; los pocos (hombres) que lo advirtieron nos convencieron de que esto era "opresión" pero no explotación. Pero la "opresión" ocultaba otro aspecto más penetrante de la sociedad capitalista. El capital excluyó a los niños y los mandó a la escuela no sólo porque obstaculizaban el trabajo más "productivo" de otros o para indoctrinarlos. El dominio del capital a través del salario obliga a toda persona físicamente capaz a funcionar bajo la ley de la división del trabajo, y a funcionar en formas que, si no inmediatamente, son en definitiva provechosas para la expansión y extensión del dominio del capital. Este es, fundamentalmente, el significado de la escuela. En lo que respecta a los niños, su trabajo parece consistir en aprender para su propio bien.
Los niños proletarios han sido forzados a pasar por la misma educación en las escuelas: esta es la igualdad capitalista frente a las infinitas posibilidades de la enseñanza. La mujer, por otro lado, ha sido aislada en la casa, forzada a llevar a cabo trabajo que se considera no calificado: el trabajo de dar a luz, criar, disciplinar, y servir al obrero para la producción. Su papel en el ciclo de la producción social ha permanecido invisible porque sólo el producto de su trabajo, el trabajador, era visible. Con lo cual quedó atrapada dentro de las condiciones precapitalistas de trabajo y nunca se le pagó un salario.
Y cuando decimos "condiciones precapitalistas de trabajo" no nos referimos únicamente a las mujeres que usan escobas para barrer. Ni siquiera las cocinas norteamericanas mejor equipadas reflejan el nivel actual de desarrollo tecnológico; reflejan, a lo sumo, la tecnología del siglo XIX. Cuando no se cobra por hora, dentro de ciertos límites, a nadie le importa el tiempo que alguien se tarde en hacer el trabajo.
Esta no es sólo una diferencia cuantitativa sino cualitativa respecto a cualquier otro trabajo y emana precisamente de la clase de mercancía que este trabajo está destinado a producir. Generalmente, dentro del sistema capitalista, la productividad del trabajo no aumenta a menos que haya una confrontación entre el capital y la clase: las innovaciones tecnológicas y la cooperación son al mismo tiempo momentos de ataque para la clase obrera y momentos de respuesta capitalista. Pero si esto es cierto de la producción de mercancías en general, no lo ha sido de la producción de esta clase especial de mercancía: la fuerza de trabajo. Si la innovación tecnológica puede reducir el límite de trabajo necesario, y si la lucha de la clase obrera en la industria puede utilizar esta innovación para ganar horas libres, no puede decirse lo mismo del trabajo doméstico; en la medida en que la mujer debe procrear, criar y responsabilizarse de los niños en aislamiento, la alta mecanización de las labores domésticas no le deja más tiempo libre. La mujer está siempre en servicio porque no existe la máquina que haga niños y se preocupe de ellos*. La mayor productividad del trabajo doméstico mediante la mecanización únicamente puede relacionarse con servicios específicos como, por ejemplo, lavar y limpiar. La jornada de trabajo de la mujer es interminable no porque carezca de máquinas sino porque está aislada.
En la medida en que ninguna innovación tecnológica puede educar niños, sino solamente el "cuidado humano", la liberación efectiva del tiempo dedicado al trabajo doméstico, el cambio cualitativo del trabajo doméstico, sólo puede provenir de un movimiento de las mujeres, de una lucha de las mujeres: cuanto más crezca el movimiento, menos podrán contar los hombres -y en primer lugar los militantes políticos- en que las mujeres cuiden a los niños. Al mismo tiempo, la nueva atmósfera social que crea el movimiento ofrece a los niños un espacio, con hombres y mujeres, que no tiene nada que ver con las guarderías organizadas por el Estado. Estas son ya victorias de la lucha. Precisamente porque son los resultados de un movimiento que es por naturaleza una lucha, no pretenden sustituir la lucha por cualquier tipo de cooperación.
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Nota:
* No ignoramos en absoluto los intentos que se llevan a cabo en la actualidad para hacer niños de laboratorio. Pero estos mecanismos ahora pertenecen completamente a la ciencia y al control capitalistas. Se utilizarían completamente en contra de nosotras y de la clase. No nos interesa abdicar de la procreación para ponerla en manos del enemigo. Nos interesa conquistar la libertad para procrear por la que no pagaremos ni el precio del salario ni el precio de la exclusión social.
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Nota:
* No ignoramos en absoluto los intentos que se llevan a cabo en la actualidad para hacer niños de laboratorio. Pero estos mecanismos ahora pertenecen completamente a la ciencia y al control capitalistas. Se utilizarían completamente en contra de nosotras y de la clase. No nos interesa abdicar de la procreación para ponerla en manos del enemigo. Nos interesa conquistar la libertad para procrear por la que no pagaremos ni el precio del salario ni el precio de la exclusión social.
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